Lo que para algunos se erige como una de las grandes citas del año se tornó, de un plumazo, en un esperpento, en un bochorno soporífero a caballo entre una interminable chapa parental y un audio de Whatsapp de diez minutos. En una decepción que peca de repetidora y de conformista: son ya varios años arrastrando los mismos errores de galas pretéritas.