«No has entrado a un museo en tu vida, Hulio»

Caras de hastío es la imagen que se repite continuamente cuando a un niño –o no tan niño– le proponen visitar un museo, cualquiera que sea. Algunos se hacen, a duras penas, la fotografía de rigor en la entrada del museo más afamado de la ciudad para hacerles creer a sus padres que el viaje con los amigos está siendo lo más provechoso posible –culturalmente hablando–. Otros buscan la localización concreta del cuadro que más likes le puede reportar para Instagram y pasan en su búsqueda, impasibles, de largo al discurrir por pasillos repletos de auténticas obras de arte.