Meteoritos destructores, armas nucleares, desastres naturales…Nada como una buena catástrofe para meternos miedo. Pero, si hay algo que nos asusta de verdad, son las epidemias. Y, más aún, una pandemia a nivel mundial. Pero ¿de verdad son los virus mortales nuestra mayor amenaza?

Desde las epidemias de peste en la Edad Media, pasando por la temible “gripe española”, el SIDA, el SARS, la gripe H1N1, el ébola y, en las últimas semanas, el Coronavirus chino, muchos han sido los gérmenes que han amenazado con destruir la humanidad. Enemigos invisibles, silenciosos y, lo que es más importante, muchos de ellos incurables a día de hoy. Microbios capaces de transmitirse por el aire, de volar en un avión y aparecer, en unas pocas horas, a miles de kilómetros de distancia. Y es que, sin duda alguna, una pandemia constituye un desafío para la salud pública actual.

Sin embargo, muchas cosas han cambiado desde hace un siglo. Cuando los muertos de la gripe española se contaban por millones, los antibióticos capaces de curar las complicaciones se acababan de descubrir, los virus aun no se conocían, no se sabía bien qué eran los anticuerpos, y solo unos pocos privilegiados disponían de agua corriente en su domicilio. Además, la única medida de prevención que se conocía era aislar a quienes ya padecían la enfermedad. Actualmente, no solo ha mejorado la detección de las enfermedades, sino también su prevención y tratamiento.

Entonces, ¿puede darse una pandemia a día de hoy? Evidentemente, puede pasar. De hecho, pasó con el VIH/SIDA hace tan solo cuatro décadas. Una enfermedad nueva, para la que no existía cura, y de la que no se conocía bien el modo de transmisión mató a millones de personas en menos de una década. Sin embargo, en el caso del SIDA, muchos factores sociales, como el tabú que significó la enfermedad, y el hecho de que afectara mayoritariamente al colectivo homosexual y a drogodependientes hicieron que la investigación durante los primeros años fuera muy escasa. ¿Qué hubiera pasado si se hubiera producido en el siglo XXI? Probablemente se hubieran dedicado muchos más esfuerzos a investigar para encontrar un tratamiento, y el VIH hubiera causado muchos menos estragos.

¿Qué pasaría si los casos de una enfermedad aumentaran exponencialmente hasta afectar a la mayoría de la población mundial? Probablemente todos los recursos se centrarían en ella. Los mejores investigadores, la última tecnología y un presupuesto ilimitado estarían disponibles, a fin de encontrar una cura o una vacuna lo antes posible. Causaría estragos, sí, pero muchos menos que en otras épocas.

Sabemos que los virus pueden mutar, que pueden hacerse resistentes a todos los tratamientos conocidos hasta la fecha. Sabemos que pueden transmitirse de otras especies al ser humano, como ha pasado con el Coronavirus. Y que personas que aun no han desarrollado la enfermedad los pueden transmitir. Somos conscientes de que se necesitan meses para desarrollar una vacuna, o un tratamiento para una enfermedad nueva. Pero también lo somos de que la detección precoz y los sistemas de aislamiento han avanzado muchísimo, igual que los tratamientos de soporte, lo que nos da muchas más posibilidades para luchar contra una pandemia.

Es cierto, las enfermedades dan miedo. Sobre todo si son graves y llegan de una forma inesperada. Pero, como dice Yuval Noah Harari en su libro Homo Deus, A principios del siglo XXI, el humano medio tiene más probabilidades de morir de un atracón en un McDonald’s que a consecuencia de una sequía, el ébola o un ataque de al-Qaeda. Así que, no desesperemos: muy probablemente no sea una pandemia lo que lleve al ser humano a la extinción.

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