Los ratones tienen un sistema inmunitario similar al de los humanos y son unos mamíferos con los que tenemos en común un 95% del genoma, lo que los ha llevado a ser los protagonistas de muchos experimentos. Además de las cuestiones biológicas, hay motivos logísticos por los que los ratones han sido los animales más utilizados para la experimentación: son baratos, ocupan poco espacio y es fácil trabajar con ellos. Sin embargo, unos investigadores del Instituto de Bioingeniería de Cataluña han encontrado un sustituto a los ratones en ensayos de toxicidad.

Los roedores siempre han sido los protagonistas del laboratorio en ensayos que pretenden evaluar la toxicidad de nanopartículas, desde productos de limpieza hasta lujosos cosméticos, pasando por tratamientos médicos. Si bien los ratones han sido un aliado en investigaciones tan relevantes como la lucha contra el cáncer, hoy hay alternativas más éticas que podrían evitar el sufrimiento de estos animales sin renunciar a los avances científicos que proporcionan este tipo de ensayos.

La investigación liderada por Eduard Torrens, publicada en la revista Chemosphere, ha escogido a las larvas de la polilla de la cera como sustitutas de los ratones. Estas larvas son conocidas por deteriorar las colmenas de las abejas y miden entre 12 y 25 milímetros, por lo que resulta sencillo manipularlas.

Además, el equipo de Torrens estima que la experimentación con larvas puede llegar a ser 1000 veces más económica que con ratones.

Entre las ventajas destaca la temperatura a la que se desarrollan las larvas: 37 grados centígrados, muy similar a la del organismo humano. En los laboratorios, los ratones deben mantenerse entre 20 y 24º, según la regulación europea.

La normativa impulsa a los investigadores a buscar alternativas a los ratones, ya que la regulación ética de los roedores no es tan flexible como en el caso de alternativas como las larvas.

Torrens y su equipo replicaron en larvas experimentos ya tratados en ratones y, para su sorpresa, obtuvieron los mismos resultados. Por ello, tras esta investigación que les ha llevado tres años de trabajo, las larvas son ya una realidad que les permite evaluar la toxicidad de las nanopartículas en su laboratorio.

 

L. Moya-Andérico et al.: «Utility of Galleria mellonella larvae for evaluating nanoparticle toxicology»; Chemosphere; 266: 129235

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