Antecedentes
En 1993, el fotoperiodista sudafricano Kevin Carter, capturaría una escena que daría la vuelta al mundo a lomos de un artículo publicado en el New York Times. En ella, en primer plano, una pequeña niña desnutrida caía al suelo ante la atenta mirada de un buitre indiscreto, a pocos metros de ella. Tras su publicación, Carter conocería las dos caras de la moneda, recibiendo tanto el Pulitzer como una feroz crítica por parte de la prensa, de entre la que destacaría la realizada por Reena S. Stamets para el Tampa Bay Times. En ella, Stamets llegaría a acusar a Carter de ser otro depredador más, otro buitre más en busca de la carroña que supone el sufrimiento humano.

Carter y Stamets, sin duda, nos colocan frente a una suerte de paradoja de difícil solución: el reportero podría haber ahuyentado al buitre o haber recogido a la niña para acercarla a algún puesto de ayuda cercano, pero, sin embargo, decidió detenerse al lado, sacar la cámara, buscar un plano, enfocar la lente y, finalmente, hacer la foto. A su vez, este acto que moralmente podría verse como deplorable, serviría para avivar la llama que iluminaba la hambruna del sur de Sudán, trayéndola de vuelta al foco mediático, agitando así las conciencias de sus lectores.

Lejos de estancarse, este fenómeno ha continuado replicándose hasta llegar al punto en el que hoy nos encontramos, una lucha constante por cazar la imagen más sórdida y grotesca con la que lanzar la red a los posibles lectores para, una vez conseguido la atención, inundar el artículo de anuncios con los que sacar redito. Por si fuera poco, al encontrarnos ante un mundo en el cual lo sólido termina por desvanecerse en el aire, la imagen no se mantiene en un único espacio, sino que se propaga hasta el infinito o hasta que se encuentra otra desgracia que fotografiar o compartir. Porque esta es otra inquina más que encontramos cuando miramos al problema: en nuestra cultura actual, se prioriza lo instantáneo, frente al largo plazo, llegando al punto en el que “un tema monopoliza la atención de los noticiarios durante una semana; luego se olvida”, como decía Mark Fisher.

Esta reproducción individual de la imagen grotesca construye a su vez un cristal entre lo que entendemos como “occidente” y el “resto del mundo” e, incluso, en última instancia, entre nosotros y el prójimo. Un cristal como el que separa al niño del tigre en el zoo: una mampara que le permite ver y oír, pero ni tocar ni sentir. El drama ajeno, tristemente, acaba convirtiéndose en un “espectáculo”, como diría Guy Debord y explicaría Diego Ruzzarin, donde creemos conocer el problema cuando, realmente, no alcanzamos a conocerlo en su plenitud.

 

Patología
Sería un cliché reducir la reproducción individual de la masacre a un simple ejercicio de onanismo: mediante la reproducción mostraríamos nuestro firme compromiso con las bellas causas, a la vez que nuestra más fiera indignación ante las desgracias; aun cuando sabemos que esa reproducción no contribuirá en absoluto a la solución del problema. Lo que, sin duda, también contribuye a la paradoja antes expuesta: el onanismo mantiene al dilema fuera del olvido.

Pero, lo que verdaderamente se esconde tras la reproducción individual es, de forma inconsciente, una función libidinal: se esconden los problemas cercanos tras capas y capas de miseria exterior, consolidándose así el slogan que en su día lanzaría el presidente del FC Barcelona Joan Laporta: “Al loro, que no estamos tan mal”. Con ello, bloqueamos de forma inconsciente la posibilidad de quejarnos de nuestra nefasta situación personal, lanzando al vacío frases como “doy gracias por lo que tengo (o por lo que me ha tocado)” cada vez que vemos alguna desgracia en el “tercer mundo”. Y como guinda del pastel, soltamos una muletilla final que convierte todo este circo de la pena en una horripilante naturalización del problema: “es lo que hay”, “las cosas son así”, “que otra alternativa hay” and so on. Consumimos dolor externo para no ver el fango que crece a nuestros pies.

Esta “función libidinal” muestra a su vez una capa más subliminal si cabe: una fractura en lo que Mark Fisher llamaría realismo capitalista, una herida en el tejido de la conformidad mediante la cual el sujeto toma consciencia de las fallas existentes en la estructura del sistema capitalista (en este caso). Un tenue quejido que se encargan de acallar los voceros del capital mediante la propagación de una falacia que ya detectaron Žižek, Fisher y Badiou: los perros ladran que la única alternativa a lo actualmente vigente es la “tiranía estalinista” y el gulag que caracterizaron a la sociedad rusa del siglo XX, aunque las alternativas propuestas difieran de aquellos tiempos ni tan oscuros ni tan perfectos.

No es objeto de este texto ahondar en la danza de la muerte que con tanta efusividad bailan los agentes reaccionarios de nuestra esfera política actual, pero sí de poner sobre la mesa otra función de la reproducción individual, esta vez ni tan inconsciente ni tan individual: la propaganda sucia y el populismo rastrero. Al contrario de lo que se suele creer, el ser humano es el animal más emocional de todos, siendo este un hecho que no puede pasar desapercibido para la fiera dirigente. Tanto en la continua contienda en el hemiciclo, como en el gran circo del debate electoral, llueven a diestra y siniestra estímulos terroríficos que buscan espantar al espectador para atraerlo hasta sus “protectores” brazos, haciéndose eco, y expandiendo, [de] imágenes sórdidas que cristalizan el horror de la muerte y del sufrimiento, pero que, injustamente, se achacan a causas y factores que poco o nada tienen que ver con ese dolor, reduciéndolo así a una piedra que lanzar con la que golpear a los respectivos adversarios, despojándolo de todo sentido y humanidad y transformándolo en una herramienta inerte más con la que seguir ganando adeptos.

 

¿Tratamiento?
Tal vez, la solución de la paradoja no se encuentre en ninguno de los dos polos. Tal vez no consista en erradicar toda reproducción individual para evitar el onanismo o su función libidinal, ni en extinguir todo periódico ni medio de comunicación que sirva de soporte para dicha reproducción. Tal vez la solución se encuentre en los pilares que mantienen ambas caras, en la infraestructura sobre la que se sostienen, y que retroalimenta, ambas partes de la balanza.

Tal vez, de forma sintetizada, pues requeriría de un análisis y de un desarrollo complejo del que no estoy capacitado para hacer; la solución se encuentre en la transformación de la relación social y productiva que caracteriza las condiciones modernas de producción, esas en las que impera el consumismo y la mercancía por encima de todo, pues no solo la comunicación está infectada. Abolir la dictadura de la mercancía, eliminar cualquier tipo de “capitalización”, abandonar cualquier óptica que trate lo “eficiente” y lo “rentable” y abordar nuevas relaciones que no se vean atadas, pues lo están de forma prácticamente invisible, a la tiranía del redito, del enriquecimiento, del beneficio y de la usura. Extinguir la noticia como producto y reconstruirla como información libre, como “recordatorio” de aquellas tareas pendientes por hacer, de aquellas cimas aún pendientes de conquistar.

Es cierto que estas consignas pueden parecer lejanas o utópicas, y aunque esto último vendría a ser lo que de algún modo trata Fisher, no quita que lo primero no sea verdad. Lejano lo es, eso seguro, y lo es porque es un proceso histórico que requiere de elementos y acciones complejas, y fuertemente organizadas, y de un trabajo de discusión preliminar que hoy en día parece varado a la orilla de una playa perdida, pero que aún mantiene aliento y fuerza de sobra para volver a salir a flote, e incluso existen ciertos sectores en las bodegas que están empezando a mover las velas de este barco centenario. Pero como aun no lo tenemos ni a la vista de catalejo desde nuestra tierra firme, no podemos esperar a la vuelta el mesías o a que esos hombres se pongan de acuerdo. Lo que debemos es, con los medios que tenemos y con las determinaciones que nos detienen, transformar todo aquello que podemos. Cooperar y construir nuevos caminos sobre los que puedan andar los desconocidos, los que solo son traídos a la luz cuando es la oscuridad la que le rodea, una oscuridad que no podemos despejar y de la que solo somos simples consumidores.

Deben ser el altavoz de aquellos que dan la vida, puesto que la dan de forma literal, por lograr un cambio o por, al menos, no abandonar a aquellos injustamente abandonados y que caen, tanto los unos como los otros, en las garras de la paradoja monstruosa al solo ser nombrados, y reconocidos, cuando cae sobre ellos la desgracia. Solo hay que ver la crisis de los refugiados, las crisis de Afganistán, las de Somalia, las del Líbano, las de Iraq o los asesinatos de aquellos que intentan colaborar, como los colaboradores asesinados de Médicos Sin Fronteras y demás ONGs o el silencio que rodea a los que combaten carne con carne contra el diablo en persona (y que incluso llega a ser la razón por estos guerreros salen a la luz1), y la fugacidad con la que pasan en los telediarios o en los diferentes medios de comunicación. El estímulo se presenta, se llora y se lamenta, pero no se observa ni se estudia y, ni mucho menos se transforma, aquello que da origen a tanta pena ni los efectos que esta tiene aun cuando no entran en conflicto con nuestros intereses.

Solo con la toma de conciencia de nuestras determinaciones y la actuación conjunta para derribarlas (tantas como fueran posibles y necesarias), se podrá conquistar esa cima lejana o, al menos, construir vías alternativas para destruir las cadenas del olvido, al que las fabrica y el cristal que nos separa.

 

Notas
1. En este año 2021 se descubrió la figura de Antolín Pulido, brigadista internacional y mediador (entre a otras profesiones), gracias a que, debido a la pandemia, nadie asistió a la presentación de sus libros. Libros escritos con manos deterioradas por las batallas en las que cuenta sus vivencias, sus victorias y sus pérdidas. Para más información consultar:

– Página web oficial (donde descargar sus obras gratis): https://antolin-pulido.webnode.es/

– Canal de YouTube oficial (donde publica sus entrevistas y presentaciones): https://www.youtube.com/channel/UCsu0tsj2JPuJ26s0SpkKfAw/videos

– Entrevista para A Nova Peneira: https://www.anovapeneira.gal/index.php/2020/11/26/antolin-pulido-escritor-e-brigadista-internacional/

– Página de Wikipedia oficial (en inglés, la entrada a la Wikipedia española fue eliminada por “irrelevancia”): https://en.wikipedia.org/wiki/Antol%C3%ADn_Pulido

 

Referencias Bibliográficas
Debord, G. (2010). La sociedad del espectáculo. Pre-Textos.
Fisher, M. (2016). Realismo Capitalista ¿No hay alternativa? . Caja Negra.
Martinez Sanchez, F. (2019). Todo lo que usted siempre quiso saber sobre las emociones (Y nunca se atrevió a preguntar). Pirámide.
Ruzzarin, D. [Diego Ruzzarin Clips] (1 octubre 2020). La sociedad del espectáculo. Youtube. https://www.youtube.com/watch?v=2oZrBdEN1IQ&ab_channel=DiegoRuzzarinClips
Stamets, R. S. (2005, oct 17). Were his priorities out of focus? Tampa Bay Times. https://www.tampabay.com/archive/1994/04/14/were-his-priorities-out-of-focus/
Žižek, S. (2018). La vigencia del manifiesto comunista. Anagrama.

 

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