Jugar los domingos al dominó con su abuelo. Esa es una de las imágenes recurrentes que tiene Emilio Ordiz (Asturias, 1995) de su infancia. Se lo pregunto como manera de introducir la conversación, de romper un hielo que realmente ya estaba roto: mientras se sienta me dice que puede dedicarme todo el tiempo necesario. «Es que yo estoy acostumbrado a que me digan que solo media hora», me comenta, recordándome que en frente tengo a un periodista; de los que tienen que hacer preguntas y entrevistas a diario. Creo que Emilio Ordiz debe ser, ante todo, un hombre de ideas claras. Así lo muestra portando una mascarilla con la bandera de la Unión Europea que destripa, en cierto modo, lo que quiero preguntarle.

Pregunta: ¿Por qué es importante la Unión Europea?

Respuesta: Porque si no entendemos la Unión Europea no estamos entendiendo donde vivimos. Me parece que tiene muchísimas cosas que mejorar y que hay que ser muy exigentes, sobre todo tenemos que serlo los jóvenes. Pero es el mayor espacio de libertad y prosperidad que hay en el mundo. Con sus cosas malas, que las tiene; con sus cosas mejorables, que las tiene; pero es importante porque, al final, es donde vivimos. A mucha gente no le gusta, pero somos europeos. Españoles y europeos.

P: ¿Cuándo floreció en usted ese europeísmo?

R: Floreció por una persona en concreto, que es Sergio Príncipe. Fue uno de mis profesores en tercero de periodismo. Impartió una asignatura que se llamaba políticas de información y comunicación en la Unión Europea. Ahí empecé a investigar y me comencé a interesar. Mi europeísmo arranca ahí, pero se forma gracias a que la manera que tengo de ver las cosas encaja dentro del proyecto de la Unión Europea. Y se fue nutriendo con el paso del tiempo hasta hoy.

P: ¿Cree que el europeísmo goza de buena salud en España?

R: Sí, sí. Lo que pasa es que tenemos que aclarar que ser europeísta no es ser eurófilo. Es decir: pensar que alguien porque diga que la Unión Europea hace algo mal deja de ser europeísta es un error que se repite mucho. Hay una cosa que se llama, o que yo llamo, ‘euroexigencia’: ¿por qué no podemos decir que esto que está haciendo la Comisión Europea o esto que está haciendo el Parlamento Europeo está mal?

 

En este punto Emilio Ordiz se mantiene rígido y serio. Antes de comenzar mencionaba que ya había venido a realizar una entrevista, como entrevistador, a la cafetería en la que nos encontramos. Pero el sillón en el que se sienta, aparentemente incómodo, no parece resultarle muy familiar. El asunto del europeísmo se lo toma con severa importancia. «En España nos movemos entre un europeísmo que es amplio y latente y el desconocimiento», afirma. Sobre ese desconocimiento se podría hacer un análisis. Pero igualmente lo merece ese europeísmo y la amplitud que menciona.

 

P: ¿No le da la impresión de que, si bien a poca gente le interesa la Unión Europea, aquellos que tienen interés por ella tienen un interés desmesurado, como si fuera un estilo de vida? 

R: Es muy probable. No me considero un hooligan de la Unión Europea. De hecho creo que no lo soy. Soy bastante crítico en muchísimos aspectos. Pero sí: la Unión Europea tiene seguidores exigentes y club de fans.

P: Sorprende, sobre todo, que no exista un punto medio.

R: Y es peligroso, una mala noticia. Aunque creo que existe, solo que es una bola muy pequeña frente a dos muy grandes. Una, la del club de fans que menciono, y otra no tan grande, pero que hace mucho ruido, que es el de la gente euroescéptica.

Las personas tienen que saber que la carretera que une su pueblo con el de al lado posiblemente está financiada por fondos europeos

P: Antes hablábamos de ese desconocimiento que tiene la población sobre la Unión Europea. Quisiera preguntarle si cree que los periodistas y los medios de comunicación tenemos culpa de ello. 

R: Creo que es una culpa compartida. Entre la propia Unión Europea, que siempre ha comunicado fatal su razón de ser y su labor diaria; y también una parte de culpa la tienen los medios de comunicación, que a penas han apostado por la información europea. También nuestro sistema educativo, que no promueve la enseñanza europea, y la población, que a raíz de que no se le enseñe, acaba teniendo una especie de desinterés. Por lo que es un poco una culpa repartida. Si quieres, por porcentajes: 60% Unión Europea, 20% periodistas, 20% sociedad. 

P: ¿Qué debe hacer entonces la Unión Europea para llegar a calar su mensaje entre el habitante medio?

R: Comunicar mejor. Explicar mejor. La parte de la sociedad que es más analógica, que no tiene redes sociales, tiene que saber que la carretera que une su pueblo con el de al lado está financiada por fondos europeos. Parece una tontería, pero el mensaje tiene que ser: «Oiga, señor o señora, si España no formara parte de la Unión Europea esta carretera le costaría a usted a través de impuestos equis [sic] dinero. En cambio, lo financia la Unión Europea». Creo que el problema está en que no bajamos el debate al suelo. Hablamos de reglas fiscales… yo lo siento mucho, pero es que a mis padres las reglas fiscales de la Unión Europea les dan igual.

P: ¿Qué les interesaría?

R: Yo que vengo de una zona minera, si la Unión Europea financia de manera lógica y coherente la transición ecológica, transformando las minas de carbón en, por ejemplo, una empresa de nanotecnología que genere diez mil puestos de trabajo, pues ese mensaje concreto cala en la población. Diciendo: ojo, esta gente no es solamente una red de burócratas.

P: Pero, en relación con lo que me comenta de la comunicación, debo decirle que en las entradas de la mayoría de las aulas de Canarias se puede leer un cartel que pone que están financiadas por la Unión Europea. Pero, aun así, a la gente no le importa lo más mínimo.

R: Porque el cartel por sí solo no vale para nada. Hay que explicarlo. Tiene que exponer cómo se llega a que la Unión Europea construya ese colegio. O financie el material de esa aula. Y por qué.

P: Hace poco se celebró el European Youth Event y usted estuvo allí. ¿Qué papel cree que tienen los jóvenes en el futuro de la Unión Europea? 

R: Depende de qué jóvenes. Falta por implicar a los jóvenes que no están dentro de la burbuja. A la mayoría.

P: Ahí incide nuevamente la falta del punto medio, entre los fanáticos y los desconocidos. ¿No le da la impresión de que ese evento fue más para ustedes, para los que ya conocen y están dentro de la Unión Europea?

R: Ese evento está mal enfocado. Es mi opinión y no pretendo generar polémica: si tienes que sacar algo de la burbuja Bruselas / Estrasburgo / Luxemburgo, sácalo. Es decir, implica a los jóvenes del escalón del medio, que son mayoría. Si haces una pirámide están los euroescépticos arriba, son un pico porque son muy pocos. Una base muy ancha de jóvenes proeuropeos y luego todo el carril del medio, con jóvenes que seguramente tengan ideas brillantes pero que no se les proporciona la plataforma necesaria para que las desarrollen y las cuenten. Sí tengo la sensación de que el EYE está muy enfocado a gente que ya está dentro. Y que trabaja poco en meter a gente que todavía no está pero puede estarlo. Yo proponía celebrar dos eventos de la juventud al año, que se celebren en los dos países que ocupan la presidencia rotatoria del consejo.

Emilio Ordiz durante el transcurso de la entrevista | Natalia Moscardó

P: No sé si tiene alguna opinión acerca de las actuaciones que ha tenido la Unión Europea en relación con la llegada de migrantes a las Islas Canarias y a la península.

R: Decía antes soy muy exigente con según qué temas y este es uno. Yo creo que la Unión Europea debe tener una política migratoria común y solidaria. Se habló de cuotas de migrantes en 2015 y no se cumplió. Ahora se habla de endurecer los controles y tampoco va a servir. Lo dijo Borrell no hace mucho: pensar en los migrantes como un peligro es equivocarse en el enfoque. Son personas que huyen de situaciones muy complicadas. Evidentemente no pueden entrar todos en la Unión Europea y habría que regularlo de alguna manera. Pero ¿comprar el discurso de Hungría de «no, no, no queremos que venga nadie»? Entre el nadie y el todos hay una gestión solidaria, responsable y digamos igualitaria. Lo que no puede ser es que los países fronterizos —Grecia, España e Italia— reciban toda la presión migratoria y otros países como Países Bajos o Bélgica no.

P: ¿No hay gestión migratoria?

R: Ahora mismo estamos en la nada. Y hay que recordar que España es frontera de la Unión Europea. Porque ahora mismo si España tiene un problema con Marruecos, Marruecos abre la frontera y se genera un problema.  Y un problema o una crisis migratoria en España es una crisis migratoria en la Unión Europea. Entonces, mientras no se unifique, no va a haber una solución.

Es más fácil explicar y vivir la política europea que la española

P: Da la impresión de que en Bruselas existe menos polarización que en Madrid. 

R: Sí, mucha menos.

P: Le quería preguntar sobre si cree que es más fácil cubrir la política europea que la española.

R: Es más fácil en general explicarla y vivirla, o hablar con la gente. A lo largo de la pandemia he escrito reportajes con los cuatro portavoces de los cuatro principales partidos. Y estaban de acuerdo en un setenta por ciento de las cosas que decían. Eso aquí es imposible. Juntas en un debate a los cuatro líderes y los puntos de acuerdo son mínimos. Por no decir nulos, en algunos casos. En el Parlamento Europeo todo fluye con más facilidad, también las propias delegaciones españolas.

P: ¿No será que cuando los políticos españoles están en Bruselas no se preocupan tanto por la opinión pública?

R: Puede ser que no haya ese componente de presión que sí existe en el Congreso de los Diputados.

P: Sobre su manera de ejercer la profesión, usted cubre los asuntos europeos desde una redacción en Madrid. ¿No influye eso en sus artículos?

R: A ver, tengo la suerte de tener a mucha gente que me ayuda desde Bruselas. No influye tanto en el contenido como en cuánto tardo en llegar a las cosas. Si Nacho Alarcón o Laura Zornoza llegan a las y diez, yo lo hago a y media. Pero, por lo demás, no noto especial complejidad.

P: Pero preferiría estar corriendo por los pasillos del Parlamento.

R: Preferiría estar corriendo por los pasillos del Parlamento Europeo, para qué nos íbamos a engañar [ríe]. Pero bueno, también estoy muy contento aquí, una cosa no quita a la otra.

P: ¿Cómo ha reaccionado cuando ha escuchado estos últimos meses que la política europea es aburrida?

R: No entiendo porqué la gente dice eso. Bueno, sí entiendo que es porque no la vive. Pero, por ejemplo, el debate del día anterior al que estamos haciendo esta entrevista, con el primer ministro polaco… por favor, una maravilla de debate [ríe]. Es verdad que yo me meto mucho en la burbuja y entiendo que a la gente lo que pase en Polonia no le importa mucho, bastantes problemas tenemos ya.

 

La seriedad se va transformando en ligeras sonrisas. La posición corporal de Emilio Ordiz comienza a ser menos rígida, menos impuesta. Hasta ahora ha hecho un análisis de asuntos relacionados principalmente con la Unión Europea. Pero, aprovechando que la conversación se hace más cercana y menos profesional, comienzo a introducir al periodismo como eje principal de la misma.

 

P: Le quiero preguntar sobre asuntos de la profesión. En primer lugar, usted está especializado en la Unión Europea. ¿Ahora mismo recomienda a los recién graduados en periodismo especializarse o continuar en esa línea de periodista todoterreno?

R: Yo es que siempre he sido un poco el perejil de todas las salsas. He escrito hasta crónicas desde el Calderón.  Así que creo que no es incompatible tener una especialización y a la misma vez ser todoterreno. Nos lo venden erróneamente como dos vías: o eres una cosa u otra. Recomiendo especializarse. Lo que no recomiendo es enrocarse en dedicarse al periodismo especializado. Es decir, que alguien piense «me especializo en periodismo económico y si no hago economía no hago nada más». Eso es un error.

Julio César Ruiz y Emilio Ordiz durante la entrevista | Natalia Moscardó

 

P: Tiene una constante presencia divulgativa en Twitter. Entiendo que además dedica muchas horas al periódico para el que trabaja y también a otros sitios donde colabora. ¿Qué opina de esa necesidad autoinfligida que tenemos los periodistas de estar todo el rato subidos a la ola informativa?

R: Esto lo voy a contar desde mi punto de vista, no como algo general. Porque no sé cómo gestionan otros compañeros y compañeras su presencia en Twitter. Yo estoy en Twitter porque me gusta, fin. Me gusta tuitear, me gusta interactuar, me gusta divulgar. Si no me gustara, no lo haría. No siento una obligación de estar. Yo me voy de fin de semana y tuiteo, pero tuiteo menos.

P: ¿Pero y no piensa que si mañana dejara de tuitear es como si de repente no existiera?

R: Pero es que a lo mejor me interesa no existir. Una cosa es que tengas que dejar de tener presencia en redes sociales porque por salud mental no te compense. Pero eso ya es un terreno en el que entran en juego insultos o recibir incluso acoso.

P: ¿Le ha llegado a suceder esa narrativa de insultos o acoso?

R: He tenido situaciones complicadas. Pero soy de los que creen que no tengo que darle la razón a cuatro trolls. ¿Pretenden que cambie mi forma de tuitear o que deje de hacerlo? Y por qué voy a ceder yo ante eso.

 

Los periodistas hablamos mucho sobre periodismo entre nosotros. Nuestra profesión suele estar en el centro de la conversación siempre, olvidando en muchas ocasiones que no todo gira en torno a nuestro trabajo. Pero hay cosas de las que no siempre hablamos. Cada año miles de periodistas salen de la universidad con las supuestas competencias necesarias para entrar en el oficio. Y sin embargo no consiguen ejercerlo. Hay tabúes: el ser falsos autónomos, trabajar durante todo el día o simplemente las decepciones que nos llevamos a diario. Le pregunto a Emilio Ordiz sobre su mayor decepción en el mundo del periodismo. «Que desapareciera Capital Deporte, que es un proyecto en el que trabajamos durante muchos años numerosas personas. No sé si no supimos hacer el trasvase o si fallamos al formar a los siguientes coordinadores. Pero para mi eso fue una gran decepción», relata el periodista asturiano.

 

P: ¿Qué consejo le daría a un estudiante de primero de periodismo?

R: Que vaya menos a clase y haga más periodismo.

P: ¿Lo dice por experiencia propia?

R: Sí. El periodismo no se aprende en las aulas. Por lo que si te ponen en una balanza el hacer una entrevista o asistir a una clase de redacción periodística, ve a hacer la entrevista. Los apuntes de redacción periodística alguien te los pasará.

P: ¿A qué relevamos entonces la carrera de periodismo?

R: Eso habría que hablarlo con la universidad y preguntarles a qué función están relevando la carrera de periodismo. Falta mucha práctica. El periodismo se aprende en una redacción, en la calle. Mi primera experiencia, que fue en un diario local, fue caminando por los pueblos y hablando con las señoras que salían a la puerta a tomar el sol. Ver a un profesor pasar diapositivas vale para aprobar un examen, y lo digo yo que no suspendí ninguno, pero no vale para nada más.

P: Habría entonces que potenciar esa salida al mercado laboral desde antes.

R: Lo que habría que hacer es convertir las aulas en redacciones. Tengo el recuerdo de tener clase con Vicente Clavero y llegar y que nos dijera: «esto es una redacción». Y eso, si te gusta el periodismo, hace que a esa clase vayas.

P: Cuénteme lo que es para usted lo mejor de esta profesión.

R: Los compañeros y compañeras. La gente de la que aprendes, de tu propio medio y de otros. Para mi el periodismo, lejos de lo que pueda parecer desde fuera, es sobre todo compañerismo. El año y medio que he estado yendo a Génova los lunes, por ejemplo, si faltaba algún compañero o compañera yo les pasaba lo que hubiera picado [sic] de texto o audios. Y si yo no voy y pregunto me lo van a pasar igual. Eso habla bien de una profesión que es muy colaborativa y bonita.

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2 comentarios en «Emilio Ordiz: «Si no entendemos la Unión Europea no entendemos donde vivimos»»

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