En primer lugar, este negocio mundial engloba la fabricación de armas, tecnología y equipos militares, y su posterior venta principalmente a fuerzas armadas nacionales. A pesar de ser una industria directamente ligada a los conflictos bélicos del mundo entero y de estar cada vez más globalizada, carece de reglamentos y controles firmes. Según el Instituto Internacional para la Paz de Estocolmo (SIPRI, por sus siglas en inglés), la exportación de armas ha aumentado alrededor de un 10% en los últimos 5 años. Pero no todos los países tienen recursos ni para producir, ni para comprar armamento; ¿quiénes son los principales actores involucrados en esta industria?

El 74% de la exportaciones de armas proceden de 4 de los 5 miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, que a su vez son los estados que más dinero destinan a las misiones de paz. Estados Unidos y Rusia venden más de la mitad del armamento mundial, aproximadamente un 60%. Mientras Washington provee más de 100 países, entre ellos Arábia Saudita, Emiratos Árabes y Turquía, Moscú tiene más de 50 clientes, destacando India, China o Vietnam. Seguidamente está China, que además de comprar armas rusas produce y vende a Pakistán, Bangladesh y algunos países de África. Finalmente, dos de los países europeos más poderosos también se encuentran en este marco de potencias de la industria armamentística: Francia y Alemania. A pesar de que sus ventas han caído en los últimos años, siguen teniendo clientes muy importantes como Corea del Sur o Argelia.

Según afirma Nan Tiam, investigador del SIPRI, “los números reflejan los niveles de conflicto en Oriente Medio y Asia”.  Se puede observar un claro vínculo entre los países compradores de armas y los actuales conflictos en el mundo, como por ejemplo Arabia Saudita, participante directo en las Guerras de Yemen o Siria; India y Pakistán, en disputa desde hace casi 50 años; o China y Corea del Sur, en tensión en la región Asia-Pacífico. En la crisis de refugiados en la Unión Europea en 2016 se realizó una gran inversión en seguridad fronteriza, tecnología para monitorizar las fronteras y sistemas informáticos para vigilar los movimentos de la población, lo que también enriqueció la industria armamentista. Las operaciones militares fronterizas también se ampliaron, a través de varias misiones como las operaciones Sofía (Libia), Tritón (Grecia), Poseidón (Italia) o Minerva (España). Según señalan varios activistas a favor del desarme y de la regulación de armamentos, las grandes compañías europeas han estado suministrando armamento a países en las zonas de conflicto de las que proceden los flujos migratorios.

Regulación de la industria

Finalmente, hay diversas campañas internacionales para regular esta industria, como “Armas bajo control”, en la que participan ONGs como Amnistía Internacional, Oxfam Intermón y Greenpeace. Por otra parte, el Tratado de Comercio de Armas de la Organización de Naciones Unidas es una iniciativa para mejorar la regulación en este ámbito, para “evitar las muertes de personas que son consecuencia del comercio no regulado o de la desviación de armas al comercio ilícito”. En julio de 2012, la conferencia de Naciones Unidas sobre el Tratado sobre el Comercio de Armas elaboró un borrador que finalmente no fue aprobado debido a que Estados Unidos, Rusia, Siria y otros países, solicitaron retrasar su entrada en vigor. En 2013, más de 90 países respaldaron una nueva resolución de la Asamblea General de Naciones Unidas para adoptar el Tratado, y fue aprobada por una abrumadora mayoría: 155 a favor, 22 abstenciones y sólo tres países en contra (Irán, Siria y Corea del Norte). En 2014 el Tratado entró en vigor y, desde entonces, establece unas normas para el comercio con armamento: antes de que se produzca una transferencia de armas, el Gobierno proveedor debe evaluar los riesgos de la transacción, como, por ejemplo, si las armas pueden utilizarse en crímenes de guerra o violaciones de los derechos humanos. Si existe un riesgo sustancial de que esto ocurra, el vendedor no podrá autorizar la transferencia. No obstante, de los 193 Estados miembro que tiene la ONU, solo 81 son parte de este tratado, por lo que el comercio y la seguridad de éste no están completamente garantizados.

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