La semana pasada fue una de las más difíciles en la historia reciente de Italia. El inminente fin del mandato de Sergio Mattarella, Presidente de la República italiana, incitó a 1009 “grandes electores” a reunirse en Roma para indicar su sucesor. Las elecciones del Presidente de la República siempre constituyen un momento crucial de la política italiana y una oportunidad para entender mejor las dinámicas de los partidos. El voto secreto, las negociaciones nocturnas, los escrutinios posiblemente infinitos son algunos de los elementos que captan la atención de los aficionados de la política. Pero esta vez la realidad superó las expectativas, ya que ningún sucesor fue elegido: Sergio Mattarella será Presidente durante otros 7 años.

Un Presidente que une

Según la Constitución italiana, el Presidente de la República es el jefe de Estado. Al contrario que Estados Unidos, no es el titular del poder ejecutivo, sino tiene un papel intermedio entre los tres poderes. El Presidente convoca elecciones, nombra al Presidente del Gobierno, preside el Consejo Supremo de Defensa y el Consejo Superior de la Magistratura. En síntesis, él es el garante de la Constitución y la encarnación de la unidad nacional. Cualquier ciudadano con más de 50 años puede ser elegido Presidente de la República, con un mandato de 7 años. A lo largo de la historia republicana, cada Presidente ha interpretado de manera distinta su papel, según su carácter y el momento histórico. Por eso, es imprescindible que su nombramiento sea el resultado de un amplio acuerdo entre los partidos.

Para que todos reconozcan al Presidente su papel de garantía, la Constitución prevé un sistema complejo para su elección. En primer lugar, no son los ciudadanos, sino unos “grandes electores”, los que votan al Presidente. Esos grandes electores son los diputados, los senadores y los representantes de las Regiones italianas. De esta manera, es más fácil que la elección resulte de un acuerdo más que de un enfrentamiento entre candidatos. Los grandes electores, que en 2022 fueron 1009, tienen derecho al voto secreto, para que sus partidos no les obliguen a votar a un determinado candidato. Eso puede complicar las negociaciones, porque ningún líder puede garantizar todos los votos de su coalición. Pero hay más: el umbral para que un candidato se convierta en Presidente es de dos tercios de los electores en los primeros tres escrutinios, de la mayoría absoluta en los siguientes. Hasta que un candidato tenga éxito.

Un Parlamento que se divide

En algunos casos, la elección del Presidente se realizó ya en la primera votación. Esto es más fácil cuando existe una amplia coalición en el Parlamento, que con antelación se pone de acuerdo para identificar al candidato más idóneo. En otros momentos, la elección se prolongó durante días, hasta un máximo histórico de 23 escrutinios. El actual Parlamento tenía todas las características para encajar en la primera categoría: desde 2021 gobierna una amplia mayoría formada por casi todos los partidos. Sin embargo, se trata de una coalición muy poco convencional, donde la ultraderecha comparte el mando del país con la izquierda socialista, con el único objetivo de hacer frente a la pandemia y organizar el plan de recuperación. Bajo las apariencias, el Parlamento es el más fragmentado de siempre: los partidos son varios, y en su interior están divididos en corrientes en desacuerdo entre sí.

Como se puede imaginar, con estas premisas la vía para un acuerdo se reveló ardua. El bloque de derechas – que contaba con 450 grandes electores – insistió en que fuese su turno para proponer a un candidato. Según su versión, desde el principio del milenio todos los Presidentes han sido de izquierdas, pero esta vez ellos podían contar con apenas 400 electores. Por su parte, el líder del Partido Democrático, Enrico Letta, afirmó que ningún bloque tenía suficientes votos, por lo que había que indicar un nombre neutral. Después del rechazo por parte de la izquierda de tres nombres “de área derechista”, la derecha intentó igualmente seguir con su plan. Así, en el 5.º escrutinio propusieron el nombre de la Presidenta del Senado, Maria Elisabetta Casellati. Casellati, exponente del partido Forza Italia de Silvio Berlusconi, fracasó terriblemente en el voto, limitándose a 382 consensos, bien lejos del umbral de 505.

La única salida

Cualquier acuerdo siguiente a la derrota de Casellati fracasó aún antes de llegar al voto. Uno tras el otro, todos los nombres de los cargos más altos del Estado fueron propuestos por un partido y rechazados por los demás. El sábado, poco antes del 8.º escrutinio, a todos los líderes les pareció evidente que la única manera para desbloquear la situación era pedir al actual Presidente, Sergio Mattarella, que siguiese con su cargo. Mattarella fue elegido por primera vez en 2015: más veces ministro para la Democracia Cristiana, en la última parte de su trayectoria política se acercó al Partido Democrático. A la hora de su elección, Mattarella era juez de la Corte Constitucional: un perfil perfecto para representar a la República. Durante sus 7 años como Presidente, Mattarella contribuyó a la formación de 4 gobiernos y resultó un punto de referencia para la nación durante el período pandémico. 

En los últimos meses, Mattarella había excluido la eventualidad de un segundo mandato e incluso había reservado una casa en Roma para su nueva vida como ex Presidente. Sin embargo, el contexto político cambió sus planes. Escrutinio tras escrutinio, los votos para Mattarella crecían y el mismo Presidente del Gobierno, Mario Draghi, llamó al Presidente para que aceptase la reelección. Así, la noche del sábado llegó el anuncio tan esperado: Mattarella había recibido 759 votos, convirtiéndose en el segundo Presidente de la República en recibir dos mandatos. Su declaración fue tan conmovedora como consciente: “Las difíciles jornadas de elección del Presidente de la República en el marco de la grave emergencia que aún atravesamos exigen sentido de la responsabilidad y respeto a las decisiones del Parlamento. Estas condiciones requieren que no eludamos los deberes a los que estamos llamados, que deben prevalecer sobre otras consideraciones y diferentes perspectivas personales”.

Mattarella acepta la reelección en presencia de los presidentes de la Cámara y del Senado
Mattarella acepta la reelección en presencia de los presidentes de la Cámara y del Senado. Fuente: Presidenza della Repubblica

La victoria del país, la derrota de la política

La reelección de Sergio Mattarella fue bien acogida por los líderes internacionales, que le felicitaron y se mostraron satisfechos con poder seguir trabajando con él. La misma sensación fue percibida por los italianos, que tras días de incertidumbre sobre su futuro vieron confirmado un líder en el que confiaban. De momento, esta solución parece garantizar también la estabilidad del gobierno Draghi, ya que no se rompió el espíritu de unidad nacional que lo anima. Por otro lado, queda el problema de la sucesión de Mattarella. Dentro de 7 años, los líderes tendrán que encontrar una alternativa a su nombre, ya que en 2029 el Presidente tendrá 87 años. Lo más probable es que antes de esa fecha cambien los líderes de los partidos, que en esta situación se demostraron incapaces de indicar un nombre diferente al del único italiano al que era imposible decir que no.

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