Rusia tuvo una etapa oscura que todos conocemos: la URSS. En estos tiempos, los medios de comunicación no tenían la oportunidad de informar totalmente sobre las prácticas del Gobierno. Los periodistas estaban atados por un Estado que hacía muy bien su tarea de no permitir la independencia del periodismo. Hoy analizaremos la libertad de prensa de los periódicos de la Unión Soviética. También repasaremos cómo percibió esta situación el resto del mundo.

Para entender la situación final de la prensa en la URSS y su percepción exterior e interior haremos un recorrido por el sistema de censura del régimen. Se llevaba a cabo a los periódicos a través del Goskomizdat. De acuerdo con el anuario de 1927 de la URSS, realizado por la Representación Comercial de Unión Soviética, este organismo “filtraba” todo tipo de material escrito que se dispusiera a circular por el territorio ruso. Incluía censura a todo tipo de contenido, pero lo más importante era la prensa: se entendía que todo periodismo que no casara con el régimen debía ser evitado.

Y es que en la URSS dos géneros periodísticos se fusionan. La interpretación y la información se hacían uno, siempre en favor del Partido Comunista. Este modelo servía para informar a la población, a la vez que se le mostraba cómo debía tomarse las noticias.

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Otra institución censora era el Glavlit. Es de un organismo de la Administración Central que procura que ningún secreto sensible del Estado circule. Es así como se establece este doble control sobre la prensa soviética: primero, el Goskomizdat se encarga de que los periódicos no publiquen nada contrario a los intereses del régimen, además de hacer que la interpretación, intrínseca en la noticia, se haga en favor de la ideología comunista. Segundo, el Glavlit actúa como segundo filtro para asegurarse de que en el contenido periodístico no se cuele ningún secreto sensible de la URSS.

El anuario de 1927 de la URSS reconoce la existencia de estas dos instituciones, aunque no afirma su política de censura sobre los periódicos rusos. J. M. Valentín Isidro, en su libro Los medios de comunicación de masas en la Union Soviética, China Continental y Japón, nos otorga una visión más imparcial sobre cómo estas dos instituciones controlan el periodismo en el régimen soviético.

Así, la Representación Comercial de la Unión Soviética nos da el “esqueleto”, mientras que Isidro nos permite completar el cuerpo de lo que fue el periodismo escrito en la URSS. El anuario asegura la existencia de dos periódicos nacionales: Pravda e Izvestia. El primero es el más importante. Son las dos únicas publicaciones que tienen la suficiente magnitud como para ser de importancia estatal. Existen diarios de menor importancia, pero acaban constituyendo boletines que se leen en público.

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La censura no se trataba solo de su práctica “descarada”. La URSS se encargaba de colocar como editores de los periódicos de mayor importancia a periodistas (o no periodistas) afines al Partido Comunista. Así, el periódico se filtra solo. Un sistema de censura perfecta, con un triple filtro: el propio periódico, el Goskomizdat y el Glavlit.

Pero los periódicos no solo emanan del trabajo de los periodistas. El régimen insistía en la participación ciudadana, en favor de fortalecer el sentimiento obrero y la unión bajo el comunismo. El propio Lenin, en su artículo Escribiendo para un periódico obrero, motiva a que los lectores manden sus cartas sin vergüenza alguna contando cualquier aspecto de su día a día: no hacía falta que fuera una historia apasionante, solo la rutina que todo obrero vive semanalmente, El dirigente soviético esgrimía que esto tenía un valor incalculable para los periódicos. De este modo conseguía ganarse el favor del pueblo: este no trabaja rutinariamente para nada: el “mismísimo” Lenin se da cuenta de su esfuerzo, lo valora, y les invita a compartirlo.

De los dos periódicos nacionales, Pravda es el de mayor importancia. Es el organismo del Partido Comunista, conque se trata de información oficial del régimen soviético. La sobriedad se apodera del contenido del medio: el entretenimiento y la diversión se apartan en favor de noticias económicas, políticas e internacionales.

Isidro nos brinda los datos. La tirada de Pravda es de 7.400.000. Este medio cuenta con alrededor de 40.000 corresponsales. El periódico destaca por su información interior: al ser el organismo del partido gobernante, se trata de un periodismo enfocado al régimen soviético. Izvestia, a pesar de ser considerado de menor importancia, cuenta con una tirada mayor (8.000.000). Destaca por sus noticias internacionales. De ahí que su importancia sea menor a pesar de tener mayor número de publicaciones: en la URSS las claves estaban en el interior del territorio.

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Directamente debajo se encontraría Komsomolskaya Pravda. Este medio, con 6.700.000 de tirada, se enfocaba a las juventudes leninistas. Emana del Komsomol¸ el órgano oficial del colectivo anterior. Curiosamente, este periódico ha sobrevivido hasta la actualidad con grandes éxitos. Hoy en día, es el segundo diario de mayor importancia en Rusia, con una tirada superior a 20 millones de unidades.

La Literaturnaya Gazeta es editada por la Unión de Escritores Soviéticos. Este medio es histórico: lleva publicándose desde 1831, y ha pasado por varios modelos del estado ruso hasta llegar al actual. En la época de la URSS, fue de gran utilidad para controlar el intelectualismo soviético. Existían, también, algunas revistas de distinta índole: humorística, social, literaria…

Dentro del primer filtro de censura, la colocación de periodistas (o no periodistas) afines al Partido Comunista, aparece la agencia de noticias Tass. Esta es la agencia informativa de mayor importancia en la URSS. Su supervisión fue clave, pues surte de noticias a los medios rusos.

Las empresas estaban enormemente influenciadas por los sindicatos. Estos se acercaban a las casas editoriales como público y como empleados. Conseguían una presión doble en su contenido. El Komsomol, de las juventudes leninistas, también condicionaba las editoriales. Pero la mayor de las presiones venía directamente del Partido Comunista. Las editoriales no querían, de ningún modo, contrariar al Comité Nacional. La edición o publicación de textos que rechacen las tesis comunistas y favorables a la URSS estaba completamente prohibida.

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Este Comité Nacional que ahora enunciamos estaba especialmente atento, como órgano de la URSS, a los medios de producción físicos. Controlados los periódicos, las agencias y las casas editoriales, solo quedan las imprentas. Estas estaban condicionadas por las decisiones de los tres Consejos Editoriales del Comité Nacional. Estos están divididos por temáticas, y sin su permiso, nada puede ser publicado. El control es inevitable: si por alguna razón los medios escritos sobrepasasen el triple filtro establecido por la URSS, esta sigue atenta a la imprenta creando un último filtro extra que cierra el círculo y asegura que nada circulará en el pueblo soviético si es contrario a los intereses del Comité Nacional.

El funcionamiento de este sistema es el siguiente, tal como explica Isidro: los editores deben mandar al Comité las publicaciones con antelación de un año. Tras revisar la lista, se imprimen los suficientes ejemplares (que se hayan aprobado) para repartirlos entre algunos clientes. Estos estiman cuántas copias necesitarán. Finalmente, todo lo que se imprime en la URSS debe distribuirse a través del Soyuz Kniga. Es la distribuidora oficial del estado soviético, y no puede haber otra. Para conseguir el alcance necesario, esta institución está repartida por todas las regiones de la URSS.

Lenin, en su artículo Escribiendo para un periódico obrero, se encarga de quitarle importancia a la profesionalidad de los periodistas y editores. Declara: “Es una falsa concepción el que los escritores, y solo los escritores (…) puedan contribuir satisfactoriamente a una publicación, (…) será real y vivo solo si por cada cinco escritores importantes (…) hay 500 o 5.000 colaboradores que no son escritores”. En resumen, el dirigente comunista deja claro que lo importante no es que los periodistas sean profesionales; de todos modos, estos están controlados por el Comité Nacional y no pueden publicar nada que sea contrario al régimen. Por el contrario, esgrime que lo importante es que el pueblo mande sus cartas (ya analizamos esta idea anteriormente) para fortalecer el sentimiento obrero y que los ciudadanos se sientan valorados. El “encanto” de la rutina trabajadora es lo que busca Lenin.

Ya hemos establecido el sistema. Este fue el modelo imperante a lo largo de la URSS a nivel de medios escritos. Se trata de un triple filtro, en los diarios, en la agencia y en las editoriales, con uno extra: el Soyuz Kniga. Este se une al Goskomizdat y el Glavlit, en el control del Pravda y el Izvestia. Una pinza que presiona y no deja escapar nada que no sea del agrado del Comité Nacional de la URSS.

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El día 1 de agosto de 1990 se empieza a vivir en la URSS con otro marco jurídico: la nueva ley de prensa. Esta presenta muchas novedades, elimina la censura previa y muestra un carácter muy progresista. Todo ello, sobre el papel. La realidad será más complicada, aunque es cierto que las libertades a la hora de publicar y crear periódicos se multiplican.

Accedemos a la ley de prensa rusa de la mano de la versión escrita del diario El País del 1 de agosto de 1990. En su primer artículo, esta asegura la libertad de los medios y aparta la censura. Con respecto a la libertad de creación, presenta una política simple: toda persona mayor de edad puede elaborar un nuevo periódico. Estos nuevos medios se debían inscribir según su ámbito de actuación. Hay que hacer saber a la Administración el nombre del fundador, el título del periódico, su idioma, su dirección, su público objetivo, su periodicidad, tirada, financiación y qué se pretende hacer con el periódico; es decir, cuál es el objeto de su creación.

Estos requisitos suponen un innegable avance con respecto a la situación anterior. El cambio es notable y ahora los periódicos no dependen de una agencia sesgada, unos medios controlados para no ser imparciales y unas casas editoriales condicionadas. La ley también tiene soluciones para las publicaciones pequeñas: aquellos periódicos con una tirada inferior a 1.000 no tienen que registrar su medio.

Se trata de una “auténtica libertad de palabra”, tal y como declara Alexandr Meshcherski al diario El País. Alexandr era, en ese momento, diputado por Rusia. Aunque sigue existiendo un límite: los secretos de Estado. El antiguo Glavlit es sustituido por el Guot. Su objetivo es similar, pero las formas de llevarlo a cabo son totalmente dispares. El Glavlit aplicaba la censura previa en todo periódico que no casara con los intereses de la URSS al revelar secretos de leyes o del conjunto del Estado. El Guot tiene la capacidad de denunciar a la publicación si entiende que se han revelado secretos sensibles que puedan perjudicar a la URSS, pero siempre tras estar ya en circulación el periódico. Y en todo caso, se puede llevar al autor a los tribunales.

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El asunto de distribución también se hace mucho más libre. Para poder repartir a nivel nacional, había que registrarse antes del 1 de enero (con un margen de 4 meses desde la puesta en vigor de la ley de prensa) y abonar las siguientes cuotas: 2.000 rublos (1.562,63 € en la época) para las personas jurídicas y 1.000 (781,32€) para las físicas.

Los periodistas también gozan de mayor protección. Tal y como analiza Juan Braun en Prensa y glásnost, de la revista Chasqui, los profesionales de la información adquieren permiso para estar presentes en desastres, conferencias y entrevistar a autoridades estatales. Además, en caso de que el Guot actuara por revelación de secretos, el ataque jurídico se focalizaría en la fuente más que en el periodista. El mayor ámbito de actuación de la prensa se evidencia al ser capaces de criticar con más libertad el poder. En 5 años de la Perestroika, de Leonid Ionin en Chasqui, se analiza la democratización del poder. En este mismo artículo, el autor comenta cómo la prensa se muestra crítica con algunos aspectos de la situación gubernamental. Parece un detalle simple, pero meses antes, la prensa tendría prohibida la publicación de interpretaciones contrarias al régimen.

Vitali Vilatiev, un periodista ucraniano muy vinculado a Rusia, asegura que la ley resulta un avance innegable e indispensable, pero que tiene ciertas trabas no especificadas en el papel. Este profesional fue entrevistado en Chasqui, donde se publica también URSS: historia de una ley atascada, de Fausto Jarrín. El autor asegura que la ley de prensa hace que la censura pase de ser un “¡NO!” a un “¡CUIDADO!”, pues esta aún tiene herramientas para que los periódicos no publiquen lo que la Administración no quiere.

¿Cómo de importante es el poder de la prensa? En una época en la que había varias guerras, podemos desgranarlo gracias a La guerra vista por un periodista soviético, de Eugeni Mikitenko, en Chasqui. El autor analiza cómo la prensa puede tomarse incluso como parte del ejército y atacar, a través de los medios de comunicación. Su influencia en la moral de los combatientes y la ideología de los observadores resulta clave para formar la opinión pública. Y es esta, la opinión pública, un factor vital en los conflictos internacionales: coloquialmente, podemos decir que coloca a los “malos” y a los “buenos”.

Esta importancia que tiene la prensa no es otorgada solo por los hechos, sino también por las acciones de los pueblos. En El problema de las nacionalidades y la propuesta de unión formulada por Gorbachov, de Beatriz Solveira, la autora analiza el intento ruso por unificar las culturas de los distintos pueblos de la Unión Soviética. Había 91 nacionalidades reconocidas, y aquí está el dato que nos ocupa: según apunta Solveira, son muchas las lenguas que tienen su propia lengua. Eso sí, la autora se refiere a lenguas, es decir, culturas, que están bastante desarrolladas. Esto nos confirma que, cuando una cultura avanza, desarrolla inherentemente la prensa. Ya tenemos los dos aspectos de enorme importancia: lo objetivo y lo subjetivo.

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Esto último, el deseo de los pueblos por tener prensa, no se presenta solo en el ciudadano. El mismo exponente de la URSS, Lenin, lo veía clave. Ya lo analizamos con su artículo Escribiendo para un periódico obrero, pero sus intereses se confirman en Lenin, un escrito de Ludolfo Paramio Rodrigo dentro del libro Teoría política del socialismo. En este documento se confirma de nuevo la intención de Lenin de contar con una prensa fuerte. Eso sí, el exdirigente ruso sigue abogando por una alta participación ciudadana en los medios, rechazando que estos sean un producto sólo de los periodistas. A pesar de su interesada visión de la prensa, todos: pueblo, gobernantes y hechos objetivos, nos dejan claro que la prensa es vital.

Por si faltara por analizar también el fin del régimen, es decir, del comunismo desde el exterior, contamos con La caída del comunismo en la prensa española, de José Manuel Azcona y Juan Francisco Torregosa. Más de un centenar de artículos sobre el tema dejan claro la importancia que se le dio desde España al fin del conflicto.

Un época que es importante conocer para saber qué hacían los antiguos estados para controlar el periodismo. Como se dice, quien no conoce su historia está condenado a repetirla, así que, conforme más conozcamos nuestra historia, más avanzaremos.

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