El estallido de la guerra en Ucrania ha cambiado nuestra manera de ver el mundo. Ya no percibimos los conflictos como un eco lejano, sino que sabemos que lo peor puede ocurrir a nuestro lado. En los últimos meses hemos visto fotografías dramáticas y leído historias terribles sobre los bombardeos, las masacres y las personas que huyen del conflicto ucraniano. Sin embargo, ahora las consecuencias del conflicto se están extendiendo al resto del mundo. La guerra en Ucrania, que junto con Rusia es un país exportador de materias primas agrícolas, está desencadenando una crisis alimentaria sin precedentes. Y si no hay una respuesta inmediata, serán los países más pobres del mundo quienes padecerán las peores consecuencias.

El granero del mundo está en guerra

Rusia y Ucrania son históricamente países exportadores de materias primas agrícolas. Antes de la guerra, juntos cubrían el 12% de las necesidades calóricas del mundo. En particular, los dos países proporcionan grandes cantidades de trigo (28% del comercio mundial), cebada (29%), maíz (15%) y aceite de girasol (75%). Estas materias primas son esenciales para el posterior procesamiento en la industria alimentaria, que resulta en los alimentos que consumimos a diario en nuestras mesas. Pero aún más, estos cultivos se dirigen en gran medida a los países del norte de África y Oriente Medio, donde son fundamentales para satisfacer las necesidades básicas de las poblaciones. 

Con la invasión de Ucrania, el escenario ha cambiado drásticamente. Muchos cultivos se perdieron en el conflicto, la siembra para el próximo año se ralentizó y las cosechas no han podido salir de los puertos ucranianos para llegar al resto del mundo. En un contexto ya marcado por el aumento de los costes energéticos, por la crisis pandémica y el cambio climático, una menor oferta de productos agrícolas se ha traducido en una fuerte subida de los precios. Sin embargo, estos factores provocan una consecuencia aún más grave: la escasez de víveres en muchos países que dependen de la agricultura rusa y ucraniana. Esta situación es aún más inaceptable sabiendo que muchos cultivos, principalmente cereales, estarían disponibles para el comercio. De hecho, el trigo está almacenado en los silos a la espera de un avance, pero si esto no ocurre podría ser desechado para dejar espacio a las nuevas cosechas. 

Que no se pudra el trigo

En las últimas semanas, la FAO (la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) ha lanzado la alarma de una crisis alimentaria global, que golpeará sobre todo a los países más pobres. Estos países están más expuestos a causa de la inestabilidad económica y de los fenómenos climáticos extremos, que complican aún más la agricultura doméstica. Para evitarlo, son indispensables la cooperación internacional y el compromiso para desbloquear las cosechas actualmente estancadas en Ucrania. A pesar de los diversos intentos de la comunidad internacional, las perspectivas no son halagüeñas por el momento. Mientras Rusia no tiene intención de aflojar su presión en torno a los puertos ocupados, Ucrania no quiere desminar el mar frente a Odesa. Su temor es exponer el último puerto marítimo bajo su control al riesgo de un ataque ruso. Y ningún interlocutor parece capaz de dar suficientes garantías a ambos países. 

Para desbloquear los 20 millones de toneladas de cereales estancados en Ucrania, otro intento ha sido el transporte de las cosechas por ferrocarril. Sin embargo, este método no es muy eficaz ya que la cantidad de productos transportables es inferior y la infraestructura no es del todo adecuada. En el Consejo de Asuntos exteriores de la UE celebrado ayer – otra ocasión para buscar una solución a la crisis – la ministra alemana Annalena Baerbock afirmó al respecto: «Está claro que no podremos recibir todo el grano ucraniano, pero si podemos liberar una parte, a través de varias rutas, esto nos ayudará mientras nos enfrentamos a este desafío global». Al ser la ruta marítima la solución preferible, el Alto Representante Josep Borrell declaró: «Pedimos a Rusia que desbloquee los puertos, no puede usar el hambre como arma. El bloqueo de las exportaciones de grano ucraniano es un auténtico crimen de guerra».

La agricultura europea entre medio ambiente y productividad

Mientras la comunidad internacional intenta desbloquear los cereales, la Unión europea también se plantea el problema del futuro de la agricultura. En los últimos años, el objetivo de las políticas agrícolas siempre ha sido reducir el impacto medioambiental del sector primario. Sin embargo, ante una crisis alimentaria también se presenta el problema de la productividad de los cultivos. Si queremos reducir la dependencia de otros países para evitar situaciones de crisis, debemos adoptar políticas que fomenten más productos agrícolas. Por el contrario, los objetivos actuales van en una dirección completamente distinta: aumentar el barbecho, reducir los pesticidas y los fertilizantes y favorecer la agricultura ecológica reducirían la productividad agrícola en ausencia de alternativas viables. Contar con cosechas más pobres en un momento de crisis alimentaria no es deseable, por lo que la Comisión Europea ya ha hecho excepciones para 2022 y muy probablemente hará lo mismo el año que viene.

Para que la agricultura europea sea sostenible en el futuro, productividad y medioambiente deben ir de la mano. Si bien hay que reducir el impacto de las actividades agrícolas en el cambio climático, también es necesario garantizar alimentos suficientes para toda la población mundial, que seguirá creciendo en los próximos años. Por eso es importante estudiar nuevas herramientas sostenibles e invertir en innovación. Algunos resultados ya son tangibles hoy en día, como las técnicas de agricultura de precisión – para optimizar el uso de los recursos – y las nuevas técnicas de edición genética, que mejoran las características de los cultivos sin insertar ADN extraño (como ocurre en los OMG tradicionales). Si estas técnicas se aplicaran realmente en la agricultura, sería posible obtener el máximo rendimiento de unos recursos cada vez más escasos y de unas superficies agrícolas cada vez más reducidas.

Cómo ganar la guerra del trigo

Al igual que la guerra, la hambruna ya no es un problema que podamos considerar como lejano. Las organizaciones internacionales nos advierten de que la comida podría no estar garantizada para todos – y no podemos ignorarlo. La comunidad internacional tendría que comprometerse para encontrar soluciones a la crisis alimentaria, empezando por el desbloqueo de los cereales en Ucrania. La cooperación es la clave para resolver el problema y evitar una tragedia dentro de la tragedia. Los egoísmos nacionales deben dejar el paso al diálogo, evitando medidas proteccionistas sino intensificando el comercio internacional. Además, hay que replantearse la forma de hacer agricultura, para que situaciones como la actual no se repitan en el futuro. La innovación y el progreso tecnológico pueden contribuir de forma importante a este fin, para que el respeto al medio ambiente y la seguridad alimentaria no entren en un conflicto que haría perder a todos. 

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