El mundo onírico siempre ha cautivado al ser humano; todos nosotros estamos condenados (afortunadamente) a sumergirnos noche tras noche en este extraño plano de la existencia en el que, completamente a salvo, podemos soltar el timón y abandonar nuestras obligaciones, pensamientos y preocupaciones para dejarnos guiar por los designios más misteriosos de nuestra mente. Sin embargo, hay quien se niega a renunciar a su libertad de acción; hay quien busca superar este determinismo propio de los sueños, que nos otorga la oportunidad de convertirnos en marionetas de nuestro subconsciente, protagonistas de las más inverosímiles aventuras. Aquellas personas que dicen experimentar sueños lúcidos convierten sus noches en sesiones de juego, al ser capaces de actuar de manera consciente durante sus horas de descanso, controlando todo lo que sucede dentro de sus ensoñaciones.

¿Qué es un sueño?

Los sueños son manifestaciones mentales que pueden incluir imágenes, sonidos y olores configurados en escenas simples o de una mayor complejidad. Estas escenas, que psicólogos como Freud han interpretado como despliegues anímicos de emociones que permanecen latentes en la vigilia, se desarrollan principalmente en la fase R.E.M (Rapid eye movement) del sueño, la última del circuito de 5 fases que configuran el descanso humano, donde las ensoñaciones son más complejas y fáciles de recordar.

Hasta la aparición del psicoanálisis y de la teoría freudiana en el siglo XX, numerosas culturas han tratado de desentrañar el significado de las imágenes oníricas al entender que estas eran imágenes que contenían mensajes divinos. Los griegos ya practicaban la oniromancia, el arte de adivinar el futuro a partir de los sueños, y, por otro lado, los aborígenes australianos comprendían el sueño como una realidad paralela la mundo objetivo en el cual se establecían las leyes y los símbolos que infieren en la vida de los hombres.

Sin embargo, la publicación de la obra La interpretación de los sueños de Sigmund Freud (1856-1939) en el año 1899 supuso un punto y aparte en la concepción humana de los sueños. Aunque no eran completamente nuevas las ideas de Freud acerca de los sueños, entendidos como alucinaciones destinadas a cumplir deseos del subconsciente, fue este autor quien popularizó su análisis dentro de la escuela del psicoanálisis que fundó a partir del año 1896.

El psiconalista Sigmund Freud. Fuente: pixabay.com

Los sueños y el surrealismo

Muy ligado a la teoría freudiana y al psicoanálisis surge el movimiento surrealista, cuyo manifiesto fundacional, promulgado por el poeta André Breton (1896-1966) en el año 1924 en París, presenta el surrealismo como una reacción al positivismo y a la racionalidad propia de la sociedad burguesa de la época. En este documento, Breton define de la siguiente manera el concepto de surrealismo: 

Automatismo psíquico puro por cuyo medio se intenta expresar verbalmente, por escrito o de cualquier otro modo, el funcionamiento real del pensamiento. Es un dictado del pensamiento, sin la intervención reguladora de la razón, ajeno a toda preocupación estética o moral.

En resumidas cuentas, el surrealismo buscaba mostrar la realidad acerca del pensamiento y de las emociones humanas sin que en ellas mediara la razón, fruto de la socialización. Los sueños, al ser según Freud manifestaciones del subconsciente humano, resultaban para los surrealistas un canal directo con la parte real del ser humano. Las ensoñaciones tuvieron una gran influencia especialmente en los dos miembros españoles del grupo, Salvador Dalí (1904-1989) y Luis Buñuel (1900-1983). El primero, reconocido como uno de los pintores más influyentes del siglo XX, basó la temática de algunos de sus cuadros en sueños recurrentes.

«El gran masturbador»- Salvador Dalí (1929)

Luis Buñuel dedica en sus libro de memorias Mi último suspiro (1982) un capítulo entero a los sueños y fantasías. El siguiente pasaje es una muestra del profundo interés por el tema que el cineasta aragonés profesaba:

Si me dijeran: te quedan veinte años de vida, ¿qué te gustaría hacer durante las veinticuatro horas de cada uno de los días que vas a vivir?, yo respondería: dadme dos horas de vida activa y veinte horas de sueños, con la condición de que luego pueda recordarlos; porque el sueño sólo existe por el recuerdo que lo acaricia.

El culmen de este arte onírico que Dalí y Buñuel gustaban de desarrollar se encuentra en el cortometraje Un chien andalou (1929), uno de los filmes más importantes de la historia del cine. Esta película, profundamente vanguardista, parte de la síntesis entre un sueño de Dalí y otro de Buñuel, y durante 12 minutos muestra escenas incoherentes y surrealistas.

Esta película nació de la confluencia de dos sueños. Dalí me invitó a pasar unos días en su casa y, al llegar a Figueras, yo le conté un sueño que había tenido poco antes, en el que una nube desflecada cortaba la luna y una cuchilla de afeitar hendía un ojo. Él, a su vez, me dijo que la noche anterior había visto en sueños una mano llena de hormigas. Y añadió: «¿Y si, partiendo de esto, hiciéramos una película?»

Luis Buñuel en Mi último suspiro (1982)

Esta primera incursión de Buñuel en el cine, que no pudo ser arriesgada, supuso un éxito para el cineasta, que con una filosofía similar (y esta vez en solitario) realizaría unos años después el largometraje La edad de oro, estrenado en el año 1930.  A día de hoy, Un perro andaluz se puede visionar de manera legal y gratuita en la página web del archivo de la filmoteca española.

Más allá de estos referentes culturales que nos resultan tan cercanos, lo cierto es que mucho se puede hablar acerca del arte y los sueños. No es de extrañar que la naturaleza errática y misteriosa de estos fenómenos haya cautivado a tantos artistas. Y tampoco es de extrañar que, de entre este grupo de apasionados por las ensoñaciones hayan surgido onironautas que aspiran a explorar y experimentar libremente dentro de sus sueños.

Onironautas y sueños lúcidos

Un sueño lúcido no es más que un sueño que somos conscientes de estar soñando. Este suceso, esta consciencia sobre el carácter irreal de los sucesos que acontecen a nuestro alrededor puede darse de manera espontánea o derivarse de una serie de ejercicios y prácticas. El gran predecesor de estas prácticas es el francés Leon D’Herveis de Saint-Denys (1822-1892) , que empleó por primera vez el término sueño lúcido en su obra de 1867 Los sueños y cómo controlarlos (en francés Rêves et les moyens de les diriger), que publicó de forma anónima después de registrar durante 13 años cada uno de sus sueños. La capacidad de controlar los sueños que D’Herveis presenta en este libro no se da necesariamente dentro de la definición clásica que expertos en el tema como Celia Green defienden. Los psicológos Paul Tholey y Utecht Kaleb. en su libro del año 2000 Schöpferisch träumen, establecieron 7 condiciones que se deben dar para que un sueño se pueda considerar como lúcido:

-Ser consciente de estar soñando.

-Poder actuar libremente.

-Poseer la misma capacidad de razonar que tenemos cuando estamos despiertos.

-Tener sensibilidad sobre los 5 sentidos.

-Tener todos nuestros recuerdos a nuestra disposición.

-Recordar perfectamente el sueño al despertarse.

-Poder interpretar el sueño dentro del propio sueño.

¿Has tenido alguna vez un sueño que se haya ajustado a alguno de estos requisitos? Si no es así, en internet existen miles de páginas, la mayoría de ellas cercanas al ocultismo y a la pseudociencia que, de manera exhaustiva proponen métodos para alcanzar este estado de lucidez en un sueño. Sin embargo, la universidad Australiana de Adelaida realizó un aproximamiento científico a la materia en el año 2017, cuando realizó un experimento en el que se empleaban distintas técnicas para tratar de implementar las posibilidades de controlar los sueños. El doctor Denholm Aspy, principal impulsor del experimento, propuso a un grupo de 169 voluntarios probar las siguientes técnicas a la hora de ir a dormir:

En la película estadounidense de Cristopher Nolan Inception (2010), un detective interpretado por Leonardo DiCaprio trata de comprobar si está despierto o dormido lanzando una peonza al suelo

1- Comprobar varias veces al día que, efectivamente, estamos despiertos: mediante esta práctica es posible crear un hábito, similar al del personaje interpretado por Leonardo DiCaprio en Origen, que nos llevara a plantearnos esta misma pregunta mientras soñamos, para a continuación tomar consciencia de nuestro estado.

2-Despertarse trase haber dormido cinco horas: después de levantarse y permanecer despierto unos minutos es necesario volver a acostarse para entrar directamente en la fase R.E.M, en la que los sueños son más vívidos.

3- Utilizar el MILD (mnemotecnic induction of lucid dreams): Repetirse a uno mismo que se va a tener un sueño lúcido la próxima vez que se duerma. Este recordatorio ayuda a condicionar la mente para que, de manera involuntaria, contribuya a experimentar el sueño que se persigue tener.

Según el estudio, aquellos voluntarios que emplearon las tres técnicas experimentaron un ratio de éxito del 17% a la hora de tener sueños lúcidos, una cifra muy superior respecto al resto de onironautas que no emplean estas estrategias.

En el año 2018, investigadores de la universidad de Wisconsin y del instituto Lucidity descubrieron que el fármaco galadamina, empleado para tratar a enfermos de alzhéimer, puede inducir al cerebro para experimentar un sueño lúcido. Durante el transcurso del experimento posterior, un 42% de los voluntarios afirmaron haber experimentado un sueño lúcido tras haber consumido 8 miligramos de esta sustancia.

Parece que la ciencia, implacable ante las leyes de la naturaleza, se está abriendo paso hasta el rincón más íntimo y exótico de nuestro ser. Quién sabe si dentro de unos años seremos capaces de convertir nuestros rituales nocturnos en estimulantes recreos, en los cuales podamos hacer realidad nuestras más salvajes fantasías. Habremos franqueado entonces una frontera más, y el ocio, como en tantas ocasiones, se habrá impuesto de nuevo sobre la crudeza y el absurdo de la vida. ¿Qué pensarían de esto Buñuel, Breton, Dalí y el resto de onirófilos que, noche tras noche, buscan escapar de la lógica y de los deseos armados únicamente de una almohada, movidos por el deseo de descubrirse a si mismo y al mundo mientras duermen?

 

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