De la refundación de 1989 a Feijóo

No son pocos los dirigentes que en los últimos días se han referido al X Congreso, que sirvió para oficializar la estructura jerárquica que mantenía el partido desde verano de 1989 con Aznar a la cabeza, como el congreso de la refundación. El cual, sin embargo, se había producido meses antes; cuando las siglas de Alianza Popular se transformaron en las del Partido Popular. El verdadero congreso de la refundación fue un proceso pilotado por Manuel Fraga, que volvió de forma interina a la presidencia del partido, y Marcelino Orejas, tras la salida de Hernández Mancha. El objetivo prioritario de aquel cónclave celebrado en febrero de 1989 fue homologar el partido a las fuerzas europeas democristianas, dejando atrás la etiqueta de conservador.

En agosto de 1989, Felipe González disolvió de forma adelantada las Cortes y el Partido Popular tuvo que poner en marcha su maquinaria electoral antes de lo previsto. Manuel Fraga propuso a José María Aznar como candidato. Desde la rueda de prensa en la que se hizo oficial le cedió, a efectos prácticos, todo el poder orgánico. Fraga siguió como presidente hasta el 1 de abril de 1990, cuando, tras una reforma en los estatutos, se le reconoció toda su labor nombrándolo presidente de honor.

La llegada

En ese X Congreso, Aznar fue formalmente elegido presidente del Partido Popular. Tras haber dejado la presidencia de Castilla y León, ser candidato a las elecciones generales de 1989 y ejercer como líder de la oposición desde el Congreso de los Diputados. Para entonces ya se había producido la aplicación pragmática del giro ideológico que se había iniciado en febrero de 1989; y el Congreso Nacional sirvió para adecuar los estatutos y la ponencia política al proyecto que había encabezado Aznar en los últimos comicios.

La designación de Feijóo, prácticamente por aclamación popular, y con el beneplácito de todas las baronías, ha llegado tras la mayor crisis interna que recuerda el principal partido de la oposición. La entronización de Feijóo se ha producido en las mismas fechas y el mismo espacio, en el que hace treinta y dos años Aznar fue elegido presidente del partido.

Un congreso extraordinario

El congreso que acaba de concluir no ha tenido como finalidad marcar un nuevo rumbo ideológico, ni dotar al partido de una nueva estructura. Ha sido una mera formalidad ante la implosión del partido, que concluyó con la dimisión del secretario general y el paso atrás de Pablo Casado. Una situación que requería ser solucionada con la elección de un nuevo líder con la máxima brevedad posible.

Este no ha sido ni debía ser el congreso de Feijóo. Al tratarse de un congreso extraordinario no ha contado ni con una ponencia política, ni con una reforma de los estatutos. Lo verdaderamente importe si la intención es iniciar una nueva etapa, pero para ese momento aún habrá que esperar.

El futuro del partido

Más allá de los ritmos internos del partido, y de cómo Feijóo se desenvuelva en el cargo, la decisión dependerá en parte de Pedro Sánchez. El presidente del Gobierno es el único con capacidad de apretar el botón electoral. El anuncio de adelantar las elecciones en agosto de 1989 impidió que Aznar celebrase su congreso antes de su primera cita electoral nacional. No obstante, Sánchez ha reiterado en numerosas ocasiones su compromiso de agotar la legislatura. Durante el segundo semestre de 2023, España ostentará la presidencia del Consejo Europeo. De él dependerá que Feijóo concurra o no a las próximas elecciones con un partido y un proyecto hecho a su medida.

El Partido Popular llegó a su X Congreso en un estado de plena felicidad tras lograr el escaño que se disputaba en Melilla. Sucedió en la repetición electoral que tuvo que producirse a causa de las irregularidades encontradas en los comicios generales de 1989. En esta ocasión, el partido llega tras la victoria amarga que se produjo en Castilla y León; y en estado de shock después de hacerse públicos los presuntos espionajes a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, desde Génova 13.

Retos iniciales

El primer problema al que tuvo que hacer frente José María Aznar, al ocupar la presidencia del Partido Popular, fue afrontar las elecciones andaluzas tras la explosión del caso Naseiro. Un auténtico drama para la entonces recién elegida dirección nacional, que llevó a su presidente a prescindir de uno de sus más estrechos colaboradores, Arturo Moreno. Moreno era vicesecretario general y responsable de la acción electoral, por tanto, la persona que mejor conocía la vida interna de la organización. Un valor especialmente al alza durante la configuración de unas listas electorales.

Si nada cambia, Andalucía volverá a ser la primera cita electoral en la que un presidente del Partido Popular mida sus fuerzas. Previstas para finales de año, serán la prueba inicial del tándem Galicia-Andalucía, que todo apunta que fijará el rumbo de este nuevo período que arrancaba este fin de semana Alberto Núñez Feijóo desde Sevilla.

 

Informa Lucía Gutiérrez para CÓDIGO PÚBLICO

 

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