Luis Antonio Palacios Pilacés es escritor, investigador y divulgador. Licenciado en Historia Contemporánea y en Trabajo Social por la Universidad de Zaragoza. En los últimos años ha estado trabajando en la recuperación de la memoria histórica, sobre todo de las comarcas aragonesas de la Violada y el Bajo Gállego. Es coautor de los volúmenes Entre raíces (2003) o de De hombres y sueños (2006). Con el programa Amarga Memoria publicó el libro La nación del olvido en 2011 sobre cómo vivieron los aragoneses exiliados su “estancia” en el norte de África cuando terminó la Guerra Civil y también ha elaborado un mapa de las Fosas de la Comunidad Aragonesa. En los últimos años ha colaborado asimismo con diversas publicaciones y reportajes audiovisuales. En definitiva, todo un entusiasta y conocedor de los entresijos de la URSS y la División Azul.

¿Cuál diría que es su misión como investigador y divulgador de sus propias investigaciones en la actualidad?

Pues ni más ni menos que la del resto de quienes están indagando en nuestro pasado cercano, que por fortuna son muchos y muchas por toda la geografía nacional: que la historia de esos acontecimientos y de quienes los protagonizaron no se pierda en el olvido. Somos un país muy ingrato para con sus propios hijos, y es necesario que el esfuerzo de muchos se aúne a fin de que los impresionantes acontecimientos ocurridos en España y a los españoles entre 1931 y finales de los años cuarenta no sean olvidados de forma irreversible.

¿En qué momento de tu carrera te decidiste a investigar sobre los aragoneses en URSS y los recovecos de la División Azul?

Pues este trabajo es un buen ejemplo de cómo una cosa conduce a otra, y esa otra a otra distinta y mucho más extensa… Verás, la primera idea pasaba por hacer un trabajo bastante modesto sobre Eloísa Salueña, su marido y sus hijos, una familia de Fuendetodos que se exilió a la Unión Soviética. De ahí pasé a plantearme un posible trabajo sobre todos los aragoneses -unas decenas- que formaron parte del exilio español en la URSS.

De ahí a plantearme algo mucho más ambicioso que agrupase a todos los aragoneses que lucharon en la URSS durante la Segunda Guerra Mundial solo mediaba un paso, claro que ese paso acabó por convertir mi trabajo en un estudio incomparablemente más amplio que el que me había planteado en un primer momento. Dicho esto, la historia de la División Azul, o más bien la historia de sus integrantes, siempre me había parecido muy interesante, al margen de que ideológicamente no compartiera en absoluto los objetivos de aquella fuerza expedicionaria.

¿Cuál diría que ha sido la experiencia más enriquecedora a nivel tanto personal como profesional de su carrera?

Bueno, todas han tenido muchos más aspectos positivos que negativos, pero resulta difícil no situar en primer plano la elaboración del Mapa de Fosas de Aragón. Aquel trabajo me llevó a recorrer más de mil localidades aragonesas -muchas de las cuales jamás hubiera visitado de no ser por esa tarea- conversando con cientos y cientos de personas, muy mayores en su gran mayoría, a las que tampoco hubiera podido llegar a conocer. Fue tan enriquecedor a nivel personal que si he de elegir un trabajo que destaque sobre el resto sin duda tendría que ser el Mapa de Fosas.

Como investigador del fenómeno del exilio ¿Qué características específicas muestran los exiliados en la URSS? ¿Con qué se encontraron al llegar y qué les fue acompañando durante su estancia en la Unión Soviética?

Sin contar a los tres mil niños españoles evacuados a la URSS y a los aviadores y marinos atrapados en ese país al término de nuestra guerra -colectivos que a priori no podían ser considerados como “exiliados”-, los alrededor de novecientos españoles que se exiliaron en la Unión Soviética destacaban ante todo por su adscripción política al Partido Comunista. Las más de las veces con una adhesión inquebrantable hacia el Partido y hacia unas autoridades soviéticas que por esos años, no se olvide, vivían inmersas en los momentos más duros de las purgas estalinistas.

Entre los exiliados en la URSS no se produjeron los debates y pugnas que caracterizaron al exilio español en otros países hasta la invasión de Checoeslovaquia en 1968, cuando se produjo una dura conmoción interna entre los más fieles a las autoridades soviéticas y los partidarios de una cierta apertura. Pero fue algo interno entre militantes comunistas, allí los militantes del Partido no se las tuvieron que ver nunca con la gente de la CNT, los socialistas o los republicanos moderados como en Francia, México o el norte de África. Luego también se puede mencionar que el exilio sufrió las consecuencias de la feroz acometida alemana contra la URSS en 1944, una guerra de características mucho más salvajes que la que se vivió en el oeste de Europa. Claro que los exiliados en la URSS al menos no tuvieron que afrontar la deportación a los campos nazis que sufrieron los exiliados residentes en Francia.

Si hablamos de la División Azul ¿Fueron muchos los aragoneses que formaban parte de la coalición?

Yo localicé a más de 1700, y a una veintena de integrantes de la Escuadrilla Azul, la unidad de aviación enviada al frente ruso. Sin duda no logré localizar a todos, pero con toda sinceridad creo que no se me pasaron demasiados por alto. Lo digo porque después he estado en bastantes pueblos y rara vez me proporcionaban algún nombre que no hubiera localizado durante la realización del libro. Los hay, claro, pero no muchos. La proporción de aragoneses que lucharon en las filas de la DEV es algo más elevada que la que le correspondería a la región en relación a su número de habitantes, que por aquel entonces era de en torno al 4 por ciento de la población total española. La proporción era aún más elevada entre los integrantes de la primera expedición, en la que supusieron alrededor de un 9 por ciento de los integrantes.

¿Cómo fue la convivencia con estas personas durante su investigación?

Muy bien, todos se sintieron bastante contentos con el hecho de poder compartir conmigo sus recuerdos en esas conversaciones. Yo creo que mi visita les alegró el día, la verdad. Pero esa es una pregunta de connotaciones bastante tristes porque casi setenta años después de aquellos hechos apenas localicé divisionarios aragoneses con vida. Fueron poco más de una docena, de los que todos o casi todos ya han muerto en la actualidad. No me atrevo a decir que no quede ninguno, pero desde luego los que puedan quedar vivos son poquísimos.

Eso es lo más lamentable del asunto, en este tema y en muchos otros de aquella época: que esos últimos testigos están muriendo en el más absoluto anonimato, sin que nadie se entere y sin que se haga un esfuerzo especial por preservar sus recuerdos, al margen, por supuesto, de la iniciativa personal de algunos investigadores como yo mismo. Menos mal que hay más gente interesada, porque si fuera por la labor del Estado ya se habría perdido todo recuerdo.

¿Sobre qué otros fenómenos ha investigado en su carrera profesional? ¿Cuál de ellos le ha impactado en mayor medida por su dureza?

Bueno, he trabajado bastante sobre el tema de la Guerra Civil y siempre resulta abrumador comprobar la increíble barbarie que se alcanzó en España durante la guerra. Y además, lo que es peor, desde los primeros días. Parece como si muchas, demasiadas personas, hubieran estado esperando una señal para dar rienda suelta a un odio atávico e incomprensible. A veces hasta produce una cierta vergüenza escuchar esas historias. Vergüenza como español, quiero decir. Y rabia, desde luego, por lo que se hizo sufrir a muchas personas que nunca pudieron recuperar sus vidas anteriores a la guerra. No solo asesinaron a los suyos, es que además destruyeron sus vidas de forma irreversible. Oyendo a esa gente te das cuenta de que sus vidas hubieran podido ser muy distintas, mucho más felices y libres a todos los efectos. Hubieran tenido unas posibilidades, en suma, que les fueron arrebatadas.

Aparte de eso he intentado trabajar en temas de ámbito regional que nunca hubieran sido investigados. Como por ejemplo la historia de los aragoneses exiliados en las colonias francesas del norte de África y últimamente -pronto verá la luz ese trabajo- sobre los aragoneses que lucharon en una compañía de ametralladoras enviada a la guerra de Ifni en 1958 o sobre la gripe española de 1918 en Aragón. Cosas de las que nunca se había hablado salvo en términos estrictamente locales, y a menudo ni eso. También me gusta la crónica negra y he publicado un par de libros sobre unos crímenes tremendos ocurridos en 1905 y en la década de los cuarenta, intentando ofrecer al lector un punto de vista “social” sobre aquellos acontecimientos. No en vano también los crímenes que se producen en un país suelen ser un reflejo de las circunstancias sociales que se dan en ese país en un momento dado, ¿no?

 

 

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