El cambio climático es ya una realidad perceptible en España y en muchas partes del mundo. Según la ONG World Wildlife Fund (WWF), “el cambio climático está provocado principalmente por un incremento de la concentración de los Gases de Efecto Invernadero (GEI) en la atmósfera, hecho que ocasiona que un mayor porcentaje de los rayos del sol queden “atrapados” en la misma, produciendo así una subida de temperatura a escala global (calentamiento global)”.

Fábricas, aviones, barcos, chimeneas, coches y otros vehículos emiten continuamente desde todas partes del planeta cantidades ingentes de estos gases a la atmósfera. Entre los principales GEI se encuentran el vapor de agua, el metano, el óxido de nitrógeno, el ozono y, cómo no, el famoso dióxido de carbono. Parte de estos gases son producidos por la propia naturaleza, pero la inmensa mayoría son generados por actividades humanas y los medios tecnológicos empleados para realizarlas, especialmente desde la Revolución Industrial hasta la actualidad.

A la contaminación atmosférica producida por los seres humanos, sus medios y actividades, la cual es la principal causante del cambio climático, hay que añadir la contaminación marina y terrestre derivada del vertido de residuos tóxicos y nocivos para el medio ambiente y los seres que lo habitan: animales, plantas y nosotros mismos.

Es evidente que la extinción de especies, la polución o las enfermedades humanas derivadas de la misma ya no son los únicos problemas a los que se enfrenta la Tierra como consecuencia de los procesos que la llevan hacia el cambio climático que estamos viviendo. El aumento de la temperatura es un problema grave cuya solución va más allá de los sistemas domésticos de climatización y que, sin duda, amenaza la futura existencia de la biosfera -y todos los que estamos en ella- tal y como la conocemos. En los últimos 40 años se han contabilizado hasta 57 olas de calor en España, de las cuales el 7% tuvieron lugar tan solo el año pasado. Hace poco más de una semana, mismamente, se registró en el municipio cordobés de Montoro la friolera (aunque suene irónico) de 47,3 ºC. Y este mismo mes (y a unos cuantos kilómetros de aquí), se desprendió de la Antártida un iceberg de 1 billón de toneladas y una superficie similar a la de Cantabria. Estos son solamente dos ejemplos de las miles de anomalías climáticas que se producen en el planeta debido al cambio climático.

Así pues, la realidad pone de relieve las dos consecuencias más notorias por el momento del cambio climático: el aumento de las temperaturas y el aumento del nivel del mar (derretimiento de los polos). Por esta soberana razón fue necesario establecer un pacto internacional como el Acuerdo de París (2016) para frenar el cambio climático y paliar sus consecuencias o, como dice el propio acuerdo, “reforzar la respuesta mundial a la amenaza del cambio climático, en el contexto del desarrollo sostenible y de los esfuerzos por erradicar la pobreza“. Se requiere para ello la colaboración activa de todos los países del mundo y en especial de aquellos que más contaminan y más peso tienen en la política y la economía globales. Un claro ejemplo es el caso de los Estados Unidos, que, sin embargo, han abandonado el Acuerdo el pasado 1 de junio por orden de su presidente Donald Trump.

En Código Público no tenemos (todavía) el poder de los Estados de frenar el cambio climático pero sí podemos contribuir individualmente con pequeños gestos y actitudes a deteriorar lo menos posible el medio ambiente. Por eso hemos querido que nos cuentes cómo ves el problema y qué haces para combatirlo. ¿Dentro vídeo?  😉

Entrevistas: Aitor Galisteo / Edición: Adrián Alarcón / Texto: Juanma Couto

About The Author

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.