Podría destruirte es una serie de HBO que incomoda, te pone contra las cuerdas del espejo de una generación que se pregunta a cada momento para qué sirve tanta modernidad si continuamos con las ruinas de las mismas pesadillas de siempre. Arabella, interpretada por la creadora de la serie Michaela Coel, busca sin tregua recuperar una personalidad que le satisfaga, que le ayude a volver a ser ella, a volver a entender como relacionarse con las personas, con las redes sociales, con sus amigos. Una violación deja huella y no es fácil saber volver a sentirse uno mismo.

Nunca nos han enseñado en el colegio a mirarnos interiormente ni a escucharnos. Aunque haya niños que pasen hambre, una guerra en Siria y gente sin Smartphone no significa que lo que te pase a ti pueda ser cosa menor. Sí, en un mundo así también pueden violar a una escritora emergente que vive en un piso compartido de Londres. El recorrido emocional y el rompecabezas que Arabella tiene que transitar para descubrir que ha sido violada es profundamente doloroso y agotador. Gracias a la ayuda y el soporte de sus amigos, se arma de fuerza para iniciar el trámite de denuncia y en este aspecto es destacable el papel de soporte de los amigos, siempre soporte. En situaciones así muchas veces lo mejor que se puede aportar es la presencia y la escucha.

Quitarse un preservativo sin aprobación mutua es abuso y obligar a alguien a hacer algo, por mucho que hayas tenido anteriormente consentimiento, también lo es

Partiendo de este comienzo, la serie tira de un conjunto de hilos que no dejan indiferente a nadie. El consentimiento es claramente una de las principales materias que la serie aborda siempre con sutileza, sensatez y sin la pretensión de convertirse en un panfleto moralizador. Así, los abusos de poder se convierten en acciones difíciles de digerir que, a la vez, son fruto de una desigualdad establecida que se camufla constantemente en nuestras acciones. El abuso tiene muchas máscaras, porque al igual que la mentira, muchas veces los justificamos sin tener en cuenta sus consecuencias. Por ejemplo, tal y como aparece en la serie, quitarse un preservativo sin aprobación mutua es abuso y obligar a alguien a hacer algo, por mucho que hayas tenido anteriormente consentimiento, también lo es.

Además, otro de los frentes que Arabella y sus amigos deben de superar son los problemas a los que una mujer negra tiene que afrontar en todo este proceso. Aunque la raza no determina a sus personajes, ya que son unas personas negras que simplemente viven sus vidas, el retrato actual es tan fiel que inevitablemente se observa la diferencia de privilegios. Asimismo, ahora también se debe reivindicar la verdadera lucha por la igualdad y no el simple postureo del cuadrado negro de Instagram o la utilización de personas negras como reclamos de marketing.

En una radiografía de la Generación Millennial no podía faltar la intrusión de las redes sociales en las relaciones interpersonales y como estas pueden llegar a determinar la propia personalidad. Arabella llega a olvidarse de si misma y de su entorno porque su única referencia es la Arabella que sale en la red. Construye su personalidad basándose en sus seguidores y en sus directos y stories de Instagram. Del mismo modo que le pasa a su amigo Kwame (Paapa Essiedu), que el universo de las efímeras relaciones sexuales de Grindr le descubre hasta que punto ha sido capaz de dejar de lado su implicación emocional en sus relaciones. Se da cuenta de que nunca ha sido así, que no es su verdadera personalidad.

La deshumanización no les ha hecho acabar de perder la empatía y mantienen su amistad como mayor máxima

Ante todo esto, destaca el fuerte vínculo que los tres protagonistas tienen ante los problemas que atraviesan y donde su amistad es el único salvavidas que Arabella tiene cuando peor lo pasa. Por tanto, aunque esta generación del algoritmo centra sus expectativas en el mundo virtual también se muestra que la deshumanización no les ha hecho acabar de perder la empatía y mantienen su amistad como mayor máxima.

Dejando de lado la trama, cabe mencionar la originalidad de la estructura narrativa con constantes cambios temporales que hacen que los capítulos de media hora sean apasionantes. Igualmente, el reciente estrenado final tampoco deja al espectador indiferente y está a la altura de lo que Coel nos ofrece a lo largo de los otros 11 capítulos: una sincera y atrevida travesía a través de una realidad que, aunque cueste, hay que afrontarla y denunciarla.

 

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