Las vacaciones de verano se suelen relacionar con los viajes, cerca o lejos; con el jolgorio, con el descanso o con el turismo. Sin embargo, no son muchos los que aprovechan sus días de asueto para ayudar a quienes más lo necesitan. Y menos si ello implica desplazarte a más de cuatro mil kilómetros de casa.

Santiago Pellejero, Estela Peñaranda, Celia García y Pablo Ibáñez, cuatro jóvenes fisioterapeutas españoles residentes en Francia desde hace cuatro años, son ejemplo de lo contrario. Decidieron ir contracorriente y pasar unas semanas en el África subsahariana, para prestar como voluntarios sus servicios de fisioterapia en la asociación Ada Togo.

A principios de agosto, nuestros protagonistas tomaron un avión rumbo a Lomé, capital de Togo, donde permanecerían hasta final de mes. Una experiencia que les aportó una nueva visión de su profesión y les permitió conocer un estilo de vida completamente diferente. Un viaje lleno de anécdotas que seguro, estarían encantados de repetir.

Teniendo tantas opciones para pasar las vacaciones cerca de casa, ¿Cómo os animáis a realizar este voluntariado en un sitio tan remoto?

Santiago: Queríamos aprovechar nuestras vacaciones de una forma diferente y nos sentíamos preparados para aportar en un país donde nuestra profesión, la fisioterapia está al alcance de muy poca gente porque el poder adquisitivo es muy bajo y la sanidad está reservada solo para la gente con dinero.

Celia: Buscábamos una experiencia personal enriquecedora y de ayuda a personas más desfavorecidas. En nuestro caso, esto era posible gracias a nuestra profesión de ámbito sanitario, la cual es una herramienta bastante útil, pero de momento no lo suficientemente utilizada, en numerosas patologías que se dan con frecuencia en Togo.

¿Por qué Togo?

Santiago: Nos decantamos por Togo porque cuentan con una escuela de fisioterapia en la que entran unos 20 fisioterapeutas al curso, y es uno de los pocos países de África del oeste en los que se pueden cursar esos estudios.

Estela: Elegimos Togo porque queríamos un país en el continente africano, ya que nos llamaba la atención. Además, hay varios países en los que se habla francés, y como llevamos cuatro años en Francia iba a ser más fácil para nosotros. En Togo el francés es el idioma oficial, ya que fue colonia francesa entre 1916 y 1960. Aunque luego allí hay muchas otras lenguas, toda la gente que ha cursado estudios habla francés.

Pablo: Más que el país, priorizamos que el proyecto de una asociación u ONG que nos interesara, nos pareciera útil y, además, nos aportara un aprendizaje que en nuestro día a día no encontraríamos. Después de contactar a varias asociaciones, Ada Togo nos permitió desarrollar un proyecto de reducación en un centro médico-social que tendría una continuidad con un fisioterapeuta local tras nuestra partida.

En cuanto al país, tras la elección de la asociación, nos informamos por internet de que Togo era país tranquilo sociopolíticamente, sin guerras incipientes, lo que facilitó nuestra elección final. Otro punto importante en la búsqueda del país de destino era que éste fuera francófono, ya que es el idioma, junto al español, utilizamos en el día a día.

Seguramente, no sean muy conocidas este tipo de iniciativas, ¿Cómo encontrasteis esta asociación, que os permitía desempeñar vuestra profesión y a la vez ayudar?

Estela: Encontramos la asociación Ada Togo a través de Internet, y vimos que tenía un proyecto para el 2018 que se llamaba «Rééducation pour tous» (Rehabilitación para todos), y por eso escogimos la asociación.

¿Cuál era vuestra misión en la asociación?

Estela: Por una parte llevamos bastante material que nos dieron nuestros pacientes, nuestra familia y nuestros amigos: ropa, mucho material de enfermería, algún juguete para los niños y material de fisioterapia. Este último lo utilizamos para nuestro servicio; fueron pesos, balones, elásticos y vendaje. Luego ahí fuimos a comprar más material con dinero que nos había donado. Cuando fuimos a comprarlo, nos encontramos que todo eran tiendas con productos de segunda mano que venían de Europa en barco.

Para poder adquirirlo había que negociar, y al principio, como anécdota, no nos dejaban salir del coche, porque si veían blancos iban a subir el precio. Entonces fueron el director de la asociación y otro fisioterapeuta que trabajaba ahí quienes se encargaron de conseguir un mejor precio. Entre el material que compramos cogimos varias muletas, andadores, espejos y una bici estática. Más adelante se compró una bolsa de frío y se construyeron unas espalderas.

El objetivo era crear este servicio y más adelante dejar un puesto de trabajo para Josué, que es el fisio que se ha quedado allí ahora. Al principio también tuvimos que hacer sensibilización en el barrio, para informar a la gente de que este servicio estaba abierto todo el mes. Explicábamos un poco quien se podía beneficiar de él, puesto que mucha gente no conocía la fisioterapia y nos encontrábamos que cuando venía consulta nos contaban sus problemas de salud que nada tenían que ver con nuestra profesión, si no que estaban más relacionados con un médico, un oculista o un dentista.

Santiago: Dentro de nuestra misión en Ada Togo también hicimos unas jornadas de formación para los profesionales sanitarios del centro. Les mostramos un poco como es nuestro trabajo de fisioterapia en la pediatría, por ejemplo, y en esa charla les presentamos el desarrollo motor normal de los niños para ayudarles a detectar posibles problemas o anomalías en el desarrollo.

También otro día hicimos una charla de fisioterapia en la que les explicamos los diferentes cambios que le suceden a la mujer durante el embarazo, las diferentes posibilidades para dar a luz, posturas para el parto y les recomendamos ejercicios para que las mujeres estén preparadas. Otros días organizamos talleres para los pacientes: de gimnasia o ejercicios de espalda donde les enseñábamos a estar en forma y guardar una buena postura. Otro día también fuimos con un equipo de fútbol y les mostramos ejercicios para la prevención de lesiones.

Los voluntarios en la asociación

¿La asociación se dedicaba exclusivamente a la fisioterapia o también prestaba servicios de otras áreas?

Estela: La asociación está dirigida por togoleses y hay varios voluntarios que van durante el año, de cualquier profesión. En función de la profesión se adaptan las acciones y las campañas que van a hacer. Trabajar mucho en los pueblos, y por ejemplo si hay voluntarios que trabajan en el ámbito de la salud, llevan a cabo campañas de sensibilización sobre las ETS, hacen curas, controlan la tensión arterial, la glucosa, el pulso cardiaco u organizan jornadas de prevención general.

En otras ocasiones se hace apoyo escolar con los niños y se hacen diferentes talleres de juegos. Ellos cuentan con un centro, que es donde trabajábamos, en el que hay una maternidad, por lo tanto hay una matrona. También cuenta con un servicio básico de enfermería, hay un médico y un laboratorio.

La ventaja de este centro para la gente es que ofrecen varios servicios a un precio reducido, la mayoría de las veces a la mitad de lo que te va costar en un centro normal del Estado, porque en Togo la asistencia sanitaria no es gratuita para nadie, y mucha gente no se la puede permitir. En el centro también disponen de una farmacia, y si alguien lo necesita, se puede quedar la noche en observación.

¿Que patologías solían presentar los pacientes que acudían al centro?

Santiago: Lo que más nos llamó la atención de todos los pacientes que vimos es que había muchos bebés, porque como no hay control durante el embarazo, pues todos los bebés van a nacer, no es como los como los países europeos occidentales. También tuvimos mucha patología de ACV en gente muy joven y muchos que venían después de accidentes de moto. Otra cosa que nos llamó la atención fueron niños con parálisis en la pierna derivado de la inyección que les ponen cuando sufren la malaria. Se supone que les pinchan mal, en el nervio, y les provoca esas consecuencias.

¿Cómo era una jornada de trabajo en la asociación?

Santiago: Por las mañanas hacíamos tratamientos de fisioterapia, y nuestro horario era aproximadamente de ocho a doce y media. Una curiosidad es qué la cita era sin horario. Intentamos hacer una agenda, decir a la gente cuándo tenían que venir, pero no se respetaba ni el día ni la hora, la gente venía un poco cuando quería porque ahí… pues tienen ese ritmo de vida.

Por las tardes desarrollábamos los talleres con los pacientes y la formación con los profesionales sanitarios del centro, y también teníamos tiempo libre que utilizábamos para visitar la ciudad, los mercados y algún día fuimos a comer algún restaurante de fuera. Otros días jugamos con los niños del barrio a juegos con el balón y el pañuelo, juegos para que estuvieran divirtiéndose un rato.

Santiago Pellejero atiende a un jugador local

En su estancia en Togo, nuestros protagonistas, además de trabajar, pudieron descubrir una cultura completamente diferente. Una sociedad distinta, con sus roles y sus peculiaridades, pero de eso hablaremos en el próximo capítulo…

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