Cinéfilos Anónimos

En plena pandemia, muchos llevamos tiempo sin ir al cine; ya sea por la falta de estrenos, las dificultades que plantea o el miedo. Hola, me llamo Lucía y llevo 161 días sin ir al cine. “Hola, Lucía,” –os toca contestar, al unísono, a vosotros– ¿estás bien?”. Que si estoy […]

GOYA 2020: A lomos de gigantes

La 34º edición de los premios Goya fue correcta: los presentadores estuvieron en su sitio y los galardonados fueron los que tenían que ser. Sin embargo, conforme avanzan las entregas los mejores gags, discursos y escenas siempre son protagonizados por los mismos: leyendas de nivel que nos dejan sin aliento […]

Una comida en Arzak

En su menú de degustación, se transparenta la irrenunciable querencia de la firma por comunicar una realidad común y conocida, porque la de Arzak,a pesar de cargarse del ritmo de la alta cocina, es una poesía de la experiencia: el comensal la entiende y, por tanto, tiene donde reconocerse.

Malaherba, de Jabois: lo puro y lo doloroso

A lo largo de este itinerario de mensajes implícitos y de distintas emociones en disputa, el lector asiste a lo mejor del libro: la peculiar historia entre Elvis y Tamburino. Iluminado por la ternura de estos dos personajes, que desarmarían hasta al más duro de los vaqueros, florece un amor infantil sin aditivos ni circunloquios que desnuda lo que puede haber de artificial o de impostado en una relación adulta hasta descubrir la amistad y el cariño más puros y absolutos.

La Tía Pilarín: costumbrismo familiar al servicio de la tierra

Para su diseño solo tuvo que mirar a su alrededor, aunque apenas hizo falta; lo que determinaría la naturaleza de la Tía Pilarín llevaba mucho tiempo exigiendo salir. Se lo sabía de memoria: “En el fondo no tuve que pensar de forma detenida su personalidad; surgió sola, porque siempre he convivido con esas mujeres que representan la pureza, la verdad, y es algo que ya forma parte de mí”.

Machado: Andaluz de sangre, soriano de vida

Su día a día en Baeza tenía mucho que envidiar al de Soria, donde sufrió las tres heridas abiertas por Miguel Hernández -la del amor, la de la muerte, la de la vida- y donde Machado se topó sin pretenderlo con esa unión, esa identidad, que todos anhelamos, entre nuestro paisaje interno y el externo.