Localizar al enemigo

El creciente desarrollo de resistencias a antibióticos es, desde hace tiempo, una amenaza para nuestra salud. Hace tan solo un par de siglos morir antes de cumplir el primer año de vida no era poco común. Las enfermedades infecciosas tenían a la humanidad en jaque. Era común que las epidemias, y alguna pandemia como la de la gripe española, mermaran la población cada cierto tiempo.

Entonces, los localizamos. Descubrimos cómo ver al enemigo invisible y cómo presentarle batalla. El estudio de la microbiología a lo largo de la historia ha venido asociado de forma inherente al descubrimiento de fármacos que pudiesen hacer frente a los agentes infecciosos.

 

La penicilina como ejemplo

La penicilina es, quizás, uno de los ejemplos más recurrentes. Un antibiótico de amplio espectro fácil de obtener y que, en su momento, supuso poder hacer frente, incluso, a la bacteria causante de la tuberculosis (Mycobacterium tuberculosis). El abuso de la penicilina, tras conseguirse un método para su desarrollo en masa, provocó la aparición de resistencias. Es decir, el antibiótico dejó de ser útil para acabar con los microorganismos infecciosos que antes sucumbían al tratamiento. Los responsables de las epidemias y pandemias que provocaron estragos en la población mundial nos tomaban ventaja.

 

Algunos conceptos clave

Para entender cómo funcionan las resistencias a antibióticos lo primero a tener en cuenta es el propio concepto de antibiótico. Volviendo a la penicilina, ésta no es más que el producto de que un hongo (género Penicillium) utiliza para hacer frente a otros microorganismos. Los antibióticos son producidos en su mayoría por los mismos microorganismos. Esta es la forma que tienen que luchar entre ellos por un recurso o espacio.

Cuando el microorganismo competidor es similar (algunas estructuras son bastante comunes) no solo necesita saber producir (y emitir) esas sustancias dañinas sino que además, necesita saber inactivarlas o eliminarlas para sí mismo. Esto nos lleva a que de casi todos los microorganismos productores de antibióticos contienen genes de resistencia pero, además, a que cualquier microorganismo tiene la capacidad de presentar resistencia.

 

Mecanismos de resistencia

La resistencia o, mejor dicho, los genes responsables de la resistencia, pueden encontrarse en el cromosoma de la bacteria o, en su mayoría, en el plásmido R (de resistencia). Un plásmido es una estructura de material genético que se sitúa al margen del resto de información de la célula. Podemos imaginarlo como si el cromosoma principal fuese una enorme enciclopedia que contiene todo lo que el microorganismo necesita saber para su pervivencia. Entonces el plásmido R sería un pequeño manual de supervivencia para cuando los antibióticos entran en juego.

Que la información genética sobre las resistencias resida en ese pequeño manual hace más fácil su transmisión. No es lo mismo hacer una copia de una sección de la enciclopedia que del pequeño manual. Así la transmisión de esta información no ocurre solo de madres a hijas tras la división celular sino que se transmite principalmente por transferencia horizontal. Como si nuestro microorganismo fuese repartiendo copias de parte del manual de resistencia entre sus semejantes.

¿De dónde vienen las resistencias?

Las resistencias a antibióticos existían antes de que empezáramos a usarlos de forma generalizada. Tanto es así que en el permafrost se han podido encontrar bacterias con genes de resistencia a múltiples antibióticos como la penicilina o la vancomicina, en microorganismos congelados hace 30.000 años.

No producimos resistencias. Las resistencias son mecanismos naturales, pero sí que tenemos algo que ver en el aumento de éstas. Un uso excesivo de los antibióticos acelera su aparición. Esto es así porque los antibióticos seleccionan a los microorganismos resistentes. Solo estos permanecen con vida y con capacidad de reproducirse o ir por ahí repartiendo copias del manual.

 

¿Alimentos con antibióticos?

En agricultura y en ganadería se han usado con frecuencia antibióticos. Antes de nada es necesario aclarar que, si un alimento ha llegado a nuestros supermercados, es porque no contiene cantidades reseñables de antibióticos.

El problema del abuso de antibióticos en la industria alimentaria tiene una mayor relación con el desarrollo de resistencias que con las contaminaciones. Los antibióticos se emplean como complementos en la alimentación de los animales, como promotores del crecimiento y como profilácticos (para prevenir enfermedades). Esto es tanto así que el 50% de los antibióticos que producimos son aplicados a animales de granja. Un estudio en china encontró hasta 149 genes de resistencia a antibióticos en el estiércol de las granjas. Además. este estiércol contenía restos de antibióticos, aumentando el potencial de genes de resistencia aún fuera del hospedador (animal o persona).

 

Lo que suponen las resistencias.

Con cada vez mayor frecuencia, nos vemos obligados a modificar los tratamientos frente a enfermedades infecciosas. Un ejemplo es el de Neisseria gonorrhoeae, agente causante de la gonorrea (ETS), que desde la segunda mitad del siglo XX ha desarrollado resistencia primero a la penicilina, luego a la ciprofloxacina y, más tarde, a un betalactámico (similar a penicilina). Actualmente, el tratamiento se actualiza casi cada año.

En la práctica clínica, los antibióticos se prescriben por encima de las necesidades de los pacientes. Se calcula que solo un 20% de los casos necesitan prescripción, pero se prescriben en el 80%. Tenemos que añadir a esto que hasta el 50% de los tratamientos prescritos no se llevan a cabo de forma correcta en dosis y/o duración. Abandonar el tratamiento cuando uno se encuentra mejor puede suponer el desarrollo de resistencias a enfermedades como la tuberculosis.

Un problema creciente

Tener que dejar de usar antibióticos porque los fallos en su aplicación han promovido la aparición de resistencias nos lleva a perder capacidad de afrontar las enfermedades infecciosas. Un fármaco antimicrobiano nuevo requiere de investigación y estudio, lo que en ningún caso es algo rápido.

En España ya mueren 8 veces más personas por microorganismos resistentes que por accidentes de tráfico. La aparición de resistencias a antibióticos ha sido calificada por la OMS como una de las mayores amenazas para la salud, la seguridad alimentaria y el desarrollo. Provoca más ingresos hospitalarios y de más duración, aumentando así los costos sanitarios, pero lo realmente preocupante es la posibilidad de volver a un escenario en el que las enfermedades infecciosas campen a sus anchas. Esta vez no porque no sepamos quienes las provocan o qué armas pueden acabar con ellas sino porque habremos inutilizado nuestro arsenal a base de despistes y abusos.

 

Imágen: Neisseria Gonorrhoeae. CDC / James Archer

About The Author

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.