Ese verano a oscuras es un relato que atrapa. Cuando comienzas a leer, ya no puedes parar hasta el final. Mariana Enriquez te coge de la mano y no te suelta. La suya es una prosa suave, fluida, tremendamente natural, que casi te acaricia la cara, al tiempo que te perturba y te hace estremecer. Todo el texto está envuelto en una atmósfera inquietante y tétrica muy particular y con muchos matices, que se ve complementada con las ilustraciones de Helia Toledo, que enriquecen el texto hasta el punto de que terminan de concretar sus espacios y aportan nuevas lecturas que tal vez no habríamos hecho sin ellas.

A los 15 años, cuando una chica no tiene futuro toma el sol con todo el cuerpo cubierto de Coca-Cola y a la piel pegoteada se acercan las moscas. O se enamora de la muerte y se tiñe el pelo y los jeans de negro. Si puede se compra un velo y guantes de encaje.

La narradora y su amiga Virginia tienen quince años y viven su adolescencia en la Buenos Aires de 1989, cuando Argentina apenas acaba de salir de la dictadura y de la guerra de las Malvinas. Son dos chicas góticas que, en el verano en el que transcurre la narración, un verano en el que se producen cortes de luz en el país, se obsesionan con un libro de asesinos en serie que consiguen en una feria que ponen los domingos frente a la Catedral. Así, esta obsesión suya se convierte en el motor de los hechos narrados. Lo único que pueden hacer cuando es de noche y hace calor es salir a la calle a respirar un poco de aire y leer a la luz de las velas.

 

Ilustración: Helia Toledo.

Mariana Enriquez explora espacios ocultos y oscuros en sus diferentes formas. Los asesinos en serie, la dictadura, el machismo, la homofobia, el estigma social del sida. Si hay un tema que verdaderamente mueve la acción, es la violencia. La violencia de los asesinos en serie, que es una violencia aislada, puntual, en tanto que es ejercida por uno, aunque repetida en el tiempo hacia muchos, por el placer psicópata de matar, se opone a o, más bien, ayuda a comprender la violencia de la que la protagonista está hablando de verdad, que no es otra que la sistemática. Las protagonistas se recrean en una violencia irreal y extravagante, despeinada y pintada de blanco y negro como una estrella de rock o punk, puesto que es su única forma de escapar de la realidad, en la que la sangre es roja y la gente muere de verdad.

Había criminales sueltos pero mataban a sus mujeres, a su familia, por venganza, por dinero, por celos, por machistas cerdos, como decía mi madre. No mataban con método ni por puro placer ni por necesidad ni por ansiedad ni por compulsión. Cuando insinuamos que podían considerarse asesinos seriales a los dictadores, se enojaron mucho con nosotras.

La realidad que viven las protagonistas es muy distinta a la que viven los adultos, lo que no siempre significa que la de ellas sea desacertada o escapista, sino que la actitud ante determinados temas evidencia una gran diferencia generacional. Ellas, por ejemplo, muestran gran simpatía hacia Pity, el quiosquero al que un vecino «viejo y patético» desprecia «por maricón». Saben, también, a diferencia de los adultos que las rodean, y gracias al colegio, cómo se contagia el VIH y, sobre todo, cómo no, pero, por más que tratan de explicarlo, nadie las escucha. Son demasiado jóvenes para tener voz. El desconocimiento conduce al temor y al odio, y las protagonistas son conscientes de ello.

El descanso que usábamos para pasar frescas la tardecita y fumar tranquilas era el más oscuro de todos. Sin la luz de los pasillos, sin la luz del ascensor, era como estar en una tumba amplia y concurrida, porque los vecinos iban y venían […].

Ilustración: Helia Toledo.

En Ese verano a oscuras hay una carga política evidente. Mariana Enriquez trata con una naturalidad apabullante temas de lo más escabrosos. La mirada adolescente de su narradora, morbosa y no del todo inocente, puesto que comienza a tener conciencia de lo que ocurre a su alrededor, da mucho juego a la hora de contar esta pequeña historia. Si los hechos resultan de por sí interesantes, lo es todavía más el punto de vista desde el que se narran. Las ilustraciones de Helia Toledo, que juegan con tonos marrones, naranjas, negros, blancos y verdes, nos dan, por su parte, otra perspectiva diferente, externa, en la que se ven cosas que la protagonista no puede ver. Mariana Enriquez y Helia Toledo nos adentran en un mundo oscuro y triste, cerrado, asfixiante y lleno de sombras, prejuicios y violencia.

 

Título: Ese verano a oscuras. Autora: Mariana Enriquez. Ilustradora: Helia Toledo. Editorial: Páginas de Espuma. Fecha de publicación: noviembre de 2019. Páginas: 72. Precio: 17 €. ISBN: 978-84-8393-269-8. Lee las primeras páginas aquí.

 

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