El narrador de El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes, Aleksy, crece detestando a la suya. No es precisamente una madre ejemplar. Él habría elegido a cualquier otra, por terrible que fuera. Preferiría, incluso, a una que lo maltratase. No soporta su fealdad, sus pechos enormes y mal colocados, su pelo de muñeca, la blancura de su piel. Le guarda tanto resentimiento que le gusta verla sufrir. Hasta la mataría, si pudiera.

Aquella mañana en que la odiaba más que nunca, mi madre cumplió treinta y nueve años. Era bajita y gorda, tonta y fea. Era la madre más inútil que haya existido jamás. […]. La habría matado con medio pensamiento.

El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes

Aleksy aún recuerda el último verano que pasó con su madre. Han transcurrido muchos años desde entonces, pero, cuando su psiquiatra le recomienda revivir esa época como posible remedio al bloqueo artístico que está sufriendo como pintor, Aleksy no tarda en sumergirse en su memoria y vuelve a verse sacudido por las emociones que lo asediaron cuando llegaron a aquel pueblecito vacacional francés: el rencor, la tristeza, la rabia. ¿Cómo superar la desaparición de su hermana? ¿Cómo perdonar a la madre que lo rechazó? ¿Cómo enfrentarse a la enfermedad que la está consumiendo? Este es el relato de un verano de reconciliación, de tres meses en los que madre e hijo por fin bajan las armas, espoleados por la llegada de lo inevitable y por la necesidad de hacer las paces entre sí y consigo mismos.
Sinopsis: Impedimenta.

 

Esta es la primera novela de Tatiana Ţîbuleac (Chisináu, Moldavia, 1978). Fue publicada en rumano en 2016 y la editorial Impedimenta la ha editado en español recientemente, con la traducción de Marian Ochoa de Eribe. Ţîbuleac se dio a conocer como periodista en 1995 en el periódico Flux y más tarde comenzó a trabajar en la televisión. Su primer trabajo literario es un libro de relatos titulado Fábulas modernas, del año 2004. Al igual que esta obra, su segunda novela, Jardín de vidrio, del 2018, todavía no ha sido publicada en español. Con El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes, Ţîbuleac ganó el Premio de la Unión de los Escritores Moldavos y el Observator Cultural y se ha convertido en una de las voces más interesantes de la literatura europea actual.

Abrazar a la madre

El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes habla sobre el perdón. Cuando Aleksy es un niño, su familia sufre una pérdida irreversible: muere su hermana pequeña, Mika, y desde entonces nada vuelve a ser lo mismo. Su padre, que ya era alcohólico, bebe todavía más y abandona a su familia por una mujer. Su madre deja de ser su madre: en los siete meses posteriores a la muerte de la niña, se encierra en sí misma y se olvida de que tiene un hijo vivo. Se sienta en su habitación, sosteniendo los guantes de Mika, desde que se levanta hasta que se acuesta. Ni siquiera come. Deja de vivir. Eso para Aleksy supone un trauma que lo marca de por vida, puesto que desarrolla problemas psicológicos. Para él su madre es un monstruo. El único resquicio de belleza que encuentra en ella son sus ojos verdes.

Yo la habría tirado a la chatarra y habría empezado por el pelo. Solo una cosa desentonaba en toda esta historia: los ojos. Mi madre tenía unos ojos verdes tan bonitos que parecía un despropósito malgastarlos en un rostro fermentado como el suyo.

Odia a su madre por haberlo abandonado, y su relación es hostil hasta que ella le cuenta que está enferma y que morirá después del verano. La enfermedad lo cambia todo: de repente, su madre quiere ser su madre, quiere vivir un último verano feliz al lado de su hijo, al que no supo ni pudo querer. El perdón se convierte en lo único que puede sanarlos a ambos. Aleksy deja a un lado el rencor y decide abrazar a su madre, cuidarla, acompañarla hasta el último de sus días, amarla intensamente. Se van a un pueblecito francés, donde ella quiere morir, a pasar un primer y último verano como madre e hijo. En esos tres meses, los ojos verdes de su madre brillan más que nunca.

Una unión entre la vida y el arte

Aleksy comienza a pintar como terapia. Al principio es solo un método para desintoxicarse de todo el odio que lleva dentro, pero se acaba convirtiendo en su profesión: sus cuadros lo llevan a ser un pintor famoso. Su psiquiatra, ante el bloqueo artístico que sufre, le recomienda escribir sobre aquel verano. El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes es el fruto de esa escritura. Mientras que sus cuadros estaban cargados de rabia, su escritura está llena de comprensión. Hay también mucha crudeza y una sinceridad dolorosa, pero lo que prima es el amor. La palabra es lo que hace ese verano inmortal, al igual que a su madre. La vida y el arte quedan entrelazados para siempre.

Una sola vez se detuvieron los ojos de mi madre ante el cuadro. Lo contemplaron y penetrantemente, brillando por un instante con más intensidad que de costumbre, luego siguieron flotando sin que me quedara claro si le había gustado o no. «Mamá… —le dije suavemente, para no asustarla—, eres tú, tú, el submarino con ojos de esmeralda».

Aleksy decide amar para no matar a su madre, para que perdure en su memoria con cariño, a pesar de todo. El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes se clava en el corazón. Nos hace reflexionar sobre lo efímero, sobre la importancia de la memoria y los recuerdos, sobre cómo vivimos nuestra vida y cómo nos gustaría vivirla. Es una novela emotiva y dolorosa, escrita con gran gusto, que conecta con nuestra parte más humana.

 

Título: El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes
Autora: Tatiana Ţîbuleac
Traductora: Marian Ochoa de Eribe
Editorial: Impedimenta
Fecha de publicación: marzo de 2019
Páginas: 256
Precio: 20,50 €

ISBN: 978-84-17553-03-6

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