Cuerpos malditos (Temas de Hoy, 2019) es la segunda novela de Lucía Baskaran (Zarauz, Guipúzcoa, 1988). En 2016 publicó Partir (Expediciones Polares), que fue finalista del Premio Herralde en 2015, y hace un mes volvió a las librerías con una historia en la que el protagonista es el cuerpo femenino. Con solo veintisiete años y sin haber llegado a casarse, Alicia se convierte en la viuda de Martín, que muere atropellado por un coche. Una viuda, eso sí, sin casa propia y sin derecho a herencia. Ahora Martín es uno más de los fantasmas del pasado. Alicia se dirige a su prometido para contarle esta historia, la historia de su dolor y de su muerte en vida, la historia de su cuerpo, la historia de su deseo. La narradora bucea en su propia memoria, en su relación con Martín —que duró una década—, con su mejor amiga, Ane, con las chicas guais del instituto, con los chicos, con Otto, con su suegra, con su padre, con Cristina.

[…] antes pertenecía al mundo de los vivos, antes todo era ligero, antes éramos dos cuerpos y ahora tengo uno que ya ni siquiera es mío. Porque tú no eres el único que ha muerto, Martín.

Con una prosa natural, directa y aguda, que hurga en los lugares más incómodos, Baskaran reflexiona sobre cuestiones que están a la orden del día, como las relaciones de pareja, los celos, la culpa, la sexualidad, la orientación sexual, los lazos familiares, las amistades, las enfermedades mentales, los prejuicios o el machismo.

La violencia

«Con amor o con odio, pero siempre con violencia». Esta es la cita de Cesare Pavese que antecede el comienzo de Cuerpos malditos. Lo que al principio parece la narración de un amor con final trágico, se revela poco a poco como la narración de la violencia. Esta, en sus diferentes variantes, es el tema central de la novela. El amor se confunde con una voracidad peligrosa que conduce hacia la destrucción.

¿No consiste en eso el amor? En la fusión, en devorar al otro, comérselo, ingerirlo, tenerlo dentro, ser algo que va más allá del propio cuerpo. Desaparecer.

La novela habla sobre la violencia que ejerce el patriarcado contra las mujeres, entre otras. Están presentes manifestaciones del machismo como el acoso callejero o la cosificación de la mujer. El cuerpo de la protagonista pasa a ser para ella un objeto ajeno, del que parece no tener posesión, pero que reivindica como propio. Cuerpos malditos muestra cómo la sociedad nos enseña a odiar nuestros cuerpos y sus imperfecciones o, más bien, lo que nos dicen que lo son. Cuando está en el instituto, Alicia aprende de sus compañeras que las estrías —palabra que no conocía hasta el momento— son asquerosas, tan asquerosas que es necesario hacerlas desaparecer cuanto antes. Una de ellas trae la solución: una crema antiestrías que le compró su madre. Lo que para Alicia era algo bello de su cuerpo —eso a lo que Martín llamaba «olas»—, se convierte en algo monstruoso. Cuando Alicia aprende la palabra «estrías», aprende también la vergüenza.

Yo no tenía olas. Mi cuerpo no era el mar, sino algo asqueroso.

Pero la violencia patriarcal no es la única en Cuerpos malditos. La protagonista tiene pensamientos intrusivos violentos en los que se imagina acuchillando, golpeando, etc., a quien despierta su ira y, en ocasiones, carga contra sí misma.

El deseo

En Cuerpos malditos, al lado de la violencia, está el deseo, que está influido por la mirada del otro. Baskaran muestra a la perfección cómo el deseo no es solo un impulso primario, sino que se aprende, se construye. Muestra cómo está condicionado por la mirada del otro, cómo en las relaciones sexuales está implícita una jerarquía. Alicia se da cuenta de que el sexo nunca es solo sexo, de que está manchado de poder, y el poder afecta, asimismo, a asuntos como la virginidad, los celos o la orientación sexual.

Ahora sé que el sexo nunca es solo sexo, que en el sexo siempre se mezclan fantasmas, egos, afectos, vulnerabilidades, vacíos, temores.

La violencia converge con el deseo en esta novela; en ocasiones, los límites entre ambos no están definidos, pues el deseo es violento. Alicia quiere ser un objeto, quiere que le digan guapa, zorra, preciosa, vaya piernas, ¿quieres compañía? Quiere que le silben por la calle porque eso es lo que le han enseñado que tiene que querer. Porque en realidad su cuerpo no es suyo, sino de todo el mundo: todos tienen acceso a él. Y es que lo privado no deja de ser público: en la intimidad, Alicia —todas nosotras— recrea lo aprendido. Cuando tiene sexo, imita a las actrices porno que forman parte de su educación; cada postura, cada gesto está milimétricamente calculado para parecer sexy al tiempo que angelical.

Aquello que otros llaman «lo privado», el sexo, también es público.

El cuerpo de Alicia —el de todas las mujeres— se ve atravesado, maltratado, acuchillado, maldito por numerosas conductas aprendidas, conductas enraizadas en lo más profundo de una sociedad que nos maltrata y que nos obliga a detestarnos. Lucía Baskaran, desde la sencillez, y con una historia que podría ser la de cualquiera de nosotras, señala todo esto con dedo acusador en Cuerpos malditos.

 

Título: Cuerpos malditos
Autora: Lucía Baskaran
Editorial: Temas de Hoy
Fecha de publicación: abril de 2019
Páginas: 224
Precio: 17,90 €

ISBN: 978-84-9998-742-2

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