Roberto Saviano contaba en su famoso libro “Gomorra” que los capos de la Camorra napolitana tuvieron más de un quebradero de cabeza con matones jóvenes que, inspirados por las películas de gánsteres, agarraban las pistolas de lado para parecer intimidantes. Así, la figura del gánster en la cultura pop ha sido extremadamente influyente, hasta el punto de que capos como Pablo Escobar o Miguel Ángel Félix Gallardo empezaron a apodarse “el Padrino” después de que apareciera la novela de Mario Puzo y su homónima película. Es en el cine donde las mejores obras sobre mafiosos se han gestado, haciendo que sean (junto con los piratas) las figuras del crimen mejor representadas en el imaginario colectivo.

Si algo ha hecho que estas películas tengan una calidad técnica y de guion tan soberbia es la dificultad de partida que supone hacer una buena representación de un criminal protagonista sin caer en el blanqueamiento o en un documental de crímenes. Es necesario dar al protagonista una personalidad con la que el espectador pueda empatizar, y al mismo tiempo, que sus acciones sean reprobables moralmente. La complejidad de tal operación nos ha dejado con grandes retratos como Michael Corleone en El Padrino, Tony Montana en Scarface (que se note que me gusta Al Pacino) o Henry Hill en Goodfellas. Por tanto, el presente artículo busca desmembrar como se escribe a un buen mafioso, que como veremos, dice más de la realidad que de la ficción.

  1. Un comienzo duro. Nadie nace queriendo ser criminal. Ni siquiera el joven Henry Hill en Goodfellas estaba predestinado a unirse a la mafia más que por influencia de la sociedad en que le tocó vivir. Es precisamente en aquellos lugares donde no existe la autoridad, no hay oportunidades reales de prosperar legítimamente o el criminal es mejor valorado que el ciudadano honrado, que los jóvenes son motivados a lanzarse al mundo criminal. Como cuenta Narcos México, Miguel Ángel Félix Gallardo, el “Jefe de jefes” de los cárteles mexicanos, comenzó como policía en una corrupta Sinaloa. La frustración por no poder aspirar a una buena vida siguiendo una ley que es imposible hacer cumplir lleva a algunos a caer del lado contrario. Si hay un tema recurrente en las películas de mafiosos es el del “American Dream” frustrado. Estados Unidos ha recogido en sus principales urbes grandes olas de inmigración de otros países que, contrariamente a la leyenda popular, nunca eran bien recibidos y aceptados desde el comienzo. En El Padrino II se exploran los prejuicios y dificultades a los que se enfrentaba la empobrecida comunidad italoamericana: el joven Vito Corleone pierde su trabajo por culpa del extorsionador que amenaza al barrio, teniendo que entrar en el crimen para alimentar a su familia. En un sistema que te obliga a competir sin ayuda, aquellos que empiezan en lo más bajo lo tienen casi imposible para ascender legítimamente. Así, el que se dedica al crimen organizado al menos tiene una garantía de enriquecimiento asegurado.
  2. De dinero y de bondad, siempre la mitad. En el capitalismo, el que tiene el dinero tiene el poder. De ahí deriva la búsqueda constante por acaparar la máxima cantidad y hacer todos nuestros sueños realidad. En estos filmes se muestran las extravagancias que adquieren los hampones como medida del poder que son capaces de acaparar. Si tienes tantos pesos como Pablo Escobar no sólo puedes hacer un zoológico privado e introducir hipopótamos en Colombia, sino que puedes invertir ese dinero en los más desfavorecidos y ganarte su simpatía. Así, tal y como se cuenta en Narcos, el propio Escobar llega a ser tan popular que se consigue un asiento en el Parlamento colombiano. El poder económico lleva inevitablemente al poder político. Como se dice en El Padrino: “si Don Corleone tiene a todos los jueces y políticos en su mano, debe dejarnos sacar agua del pozo. Claro que podrá sacar tajada, al fin y al cabo, no somos comunistas”. Pero en la competición por amansar cada vez más dinero, los gánsteres se embarcan en operaciones cada vez más arriesgadas, poniendo encima suyo más presión si cabe. En la serie Fariña, el faenero Sito Miñanco introduce la cocaína en Galicia, desafiando a los capos locales que sólo toleraban el contrabando de tabaco. Siguiendo la teoría de Frank H. Knight, el empresario es aquel que corre el riesgo de su actividad económica, cayendo en la incertidumbre de obtener un beneficio mucho mayor o perder gran parte en el intento. Bajo esta óptica el mafioso sería el empresario modelo, buscando siempre el máximo beneficio a costa de poner en riesgo su vida y todo a su alrededor.
  3. Mezclar la familia y los negocios. Cuando uno se dedica al crimen es imposible ocultarlo. Una vida de lujos y riesgos acaba repercutiendo en las relaciones humanas. No es fácil mantener una familia o un grupo de amigos cuando tu ocupación es un riesgo constante para ti y los que te rodean. De esa forma los negocios acaban entrando en la esfera de lo íntimo. En Goodfellas (Uno de los nuestros en España) Karen descubre a raíz de casarse con Henrry Hill como ha cambiado su vida, la relación con su familia y como su nuevo grupo de amigas son todas esposas de mafiosos que hablan de vendettas y asesinatos como si fueran chismorreos. En las grandes películas de gánsteres se explora la evolución de los personajes a través de las reacciones de sus familias, que irremediablemente se acaban viendo afectados psicológicamente por los negocios del padre de familia, cuando no son víctimas directas de la violencia que les rodea. Por otra parte, los únicos amigos suelen ser los socios del negocio, y esa relación dura hasta que haya intereses contrapuestos que acaben ahogando la amistad a tiros. Pocas escenas en la historia del cine han conseguido reflejarlo como una puerta que se cierra tanto en El Padrino como en su secuela, el reflejo de un hombre que cada vez más ambicioso se cierra ante los demás.
  4. El descenso al infierno. Finalmente, todo esto suele concluir en una especie de “camino del héroe” de Joseph Campbell a la inversa. El mafioso acaba perdiendo su rumbo, ahogándose en sus ansias de poder y de respeto, y caminando cada vez más cerca de la la locura. En estas películas llenas de violencia no perdemos oportunidad de ver a los capos cometiendo atrocidades ante nuestros ojos, haciendo que cualquier empatía que sintiéramos por ellos se vaya desvaneciendo. Scarface (El precio del poder en España) es la obra que mejor ha conseguido mostrar esta autodestrucción inevitable del protagonista. Estas películas y series, pese a mostrar a los criminales como figuras poderosas, deben mostrar siempre también una caída en desgracia, el precio a pagar por desafiar a la ley.

De esta forma, el cine de gánsteres, por muchas mentes criminales que pueda inspirar, está concebido antes como una taza moralizante a favor de la legalidad que como una alegoría del delito. Este debate siempre se retoma de vez en cuando (vimos la última polémica con el estreno del Joker), el de cómo la representación del mal nos influye moralmente.

En mi caso particular está clara mi posición. Creo que ha quedado claro que siento una especial pasión por estos filmes, y es irónico que alguien que se dedique a estudiar leyes se entretenga tanto viendo personas quebrantándolas. Pero es que al final estas historias nos explican qué motiva a las personas a desafiar las leyes, las justificaciones que buscan para hacer lo que saben que es incorrecto y las consecuencias últimas de sus actos. Por lo tanto, nos recuerdan la necesidad de que sigamos unas normas para mantenernos como sociedad (sobre todo en tiempos de pandemia), y de qué forma vamos a ser más efectivos en hacer que se cumplan. Porque en todos nosotros hay un poquito de maldad y desobediencia, y no está de más que se nos recuerde de vez en cuando que portarse bien sirve para más que recibir regalos el Día de Reyes. Termino con una cita que algún avispado cinéfilo sabrá de dónde sale:

Necesitáis gente como yo, para poder señalarnos y decir “Ese es el malo”. ¿Y eso en qué os convierte? ¿En los buenos? No. Sólo sabéis esconderos y mentir. Yo siempre digo la verdad, hasta cuando miento. Dad las buenas noches al malo.

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