El retorno

En los últimos meses he visto más series que en los últimos cinco años. Y eso que solo han sido dos (una temporada para cada una). A raíz del boom que la ficción televisiva inició a mediados de la década pasada, mi yo consumidor de relatos catódicos se abrumó, en parte por la excesiva producción que saturaba la programación, y en gran medida por un enfoque creciente, en aquella época, en el cine. Aspectos personales aparte, este lustro pasado he podido ver con cuentagotas, algunas de las mejores series que ha dado el medio en su historia. Es el caso de la grandiosa Twin Peaks. The return, al que ya dediqué unas palabras en Código Público hace unos meses. Con aquellos 18 episodios podría tener suficiente televisión para años, pero ha habido más.

Más tarde pude disfrutar de una rara avis llamada The leftovers, producida por HBO, que para quien firma estas líneas supone una de las mejores fusiones de drama y fantasía que el arte narrativo reciente haya podido pergeñar. Pocas veces se ha contado de manera tan sugerente, precisa y entretenida aquello que conocemos como «la vida después de la muerte (de alguien)». Para contraponer, temática y formalmente, aquella experiencia me enfrenté a la francesa Les revenants, interesantísima, estilizada e inquietante historia sobre el regreso de los muertos y su impacto en una sociedad que ha avanzado sin los que perecieron.

No fue hasta el estreno de la adaptación-continuación de Watchmen (también de HBO) que retomé mi interés en la televisión. Entre finales del año pasado y principios del presente pude disfrutar de la genial reformulación de Lindelof de la obra maestra del cómic. Y llegamos, en una tremenda elipsis, hasta hace dos semanas, cuando, por casualidad, descubro Servant, serie creada e impulsada por el cineasta M. Night Shyamalan. El hindo-estadounidense sigue en racha después de recuperar la forma fílmica con su resurrección de una ¿saga? que nadie intuía ni vio venir con las secuelas de El protegido, Múltiple y Glass.

servant

El retoño

En este caso, Servant es una serie de terror e intriga, disponible en Apple TV+ (quien ya se ha subido al carro de las producciones en streaming de las grandes corporaciones). A decir verdad, de no haber descubierto sin querer la existencia de esta ficción, dudo bastante que la hubiese empezado a ver voluntariamente. Pero, bendita sorpresa, qué más dará. A continuación pasaré a dar cuenta de algunos de los aspectos más interesantes de estos diez episodios, que aúnan las mejores virtudes del cine-Shyamalan con las potencialidades del medio televisivo.

En primer lugar, lo que más llama la atención es la duración de los capítulos. Si eliminamos el previously on, los créditos iniciales y los finales, lo que resto son unos comprimidos 30 minutos.  Este metraje no se ajusta ni a los 40 minutos-1 hora típicos del “drama” ni a los 20-25 de la comedia. Así, parece que Servant, a caballo entre la intriga y el horror, busca un hueco particular, desmarcarse de sus congéneres, a través de la compactación narrativa. Flexibilidad, todo sea dicho, posible gracias a la libertad de emisión y producción de los servicios bajo demanda.

A efectos narrativos también encontramos grandes aciertos. Servant narra el día a día de una pareja de clase alta de Filadelfia que perdió a su bebé en un trágico accidente, evento omitido hasta el final del relato. Para suplir el dolor, Sean y Dorothy compran un muñeco hiperrealista. La clave reside en que la madre está traumatizada y cree que su hijo sigue vivo, que el muñeco es Jericho. Con la llegada de una criada, Leanne, que se encargará entre otras cosas, de cuidar a Jericho, comienzan a ocurrir cosas extrañas: la principal, que el muñeco cobra vida. Además, Sean, padre de la criatura, es objeto de una supuesta maldición que rápidamente carga sobre los hombros de la extraña Leanne.

El relato despliega un interesante oposición entre lo viejo y lo nuevo, el materialismo y el espiritismo, la riqueza y la pobreza (tanto económica como moral), lo crudo y lo cocido. A través de las profesiones de los padres (él, chef de alta cocina, ella falsa y exagerada estrella reportera de informativos) se vehicula esa dialéctica entre los personajes. El decorado y la dirección artística y de vestuarios también cargan de significado el enfrentamiento entre la sierva Leanne y sus amos.

La lujosa casa de los Turner, los electrodomésticos de alta tecnología, la ropa cara, contrastan con la humilde y anacrónica habitación de Leanne, con muebles y decoración viejos, sus largos camisones clásicos (también, que no utilice teléfono móvil). También es muy sugerente que el currículum que Leanne envía a los Turner para ofrecerse como interina es el único, de un buen número de ofertas, escrito a mano. Esta parodia de los tópicos burgueses se complementa con la presencia del hermano esnob de Dorothy, principal cómplice de Sean en su investigación sobre el pasado de Leanne.

A medida que avanzan los episodios el espectador irá obteniendo información (poca, eso sí) acerca de la sirvienta, con la aparición de terroríficos parientes que quieren llevársela de la casa Turner. Mi intención no es desvelar un misterio que, solo diré, no se agota en esta temporada. Aunque da la impresión de que el desarrollo de la trama transitará territorios conocidos, lo que más entusiasma es la forma en que lo hace. Pero antes de terminar me gustaría destacar algunas otras decisiones estéticas y narrativas que me han llamado la atención.

Una de ellas tiene que ver con las evidentes y bien llevadas resonancias bíblicas de la serie. Desde el nombre del niño, Jericho, que como las trompetas que derrumbaron las murallas de aquella ciudad, anuncia la incipiente victoria de fuerzas desconocidas que han entrado en el adinerado bastión de los Turner. Esta idea se refuerza con los rezos nocturnos de Leanne y sus misteriosas anotaciones de los nombres de sus jefes y los familiares y amigos de estos al margen de páginas de las sagradas escrituras.

No obstante, Leanne tan pronto resulta aterradora como encantadora. El hincapié que la puesta en escena hace de los rostros en primer plano nos permite desvelar las múltiples caras que conforman las apariencias de personajes en la superficie perfectos, pero con muchas fallas internas. Por otra parte, la unidad espacial (apenas salimos del domicilio de los Turner) acentúa la angustia y el secreto que puede esconderse en cualquier habitación, en cualquier esquina. Todo esto, cubierto por un notable manejo del ritmo, de la disposición espacial de las figuras y los objetos, del montaje y de la construcción del punto de vista, hacen de Servant una buena noticia para el terror psicológico televisivo. Como esos programas que aparecen constantemente en la televisión del salón del hogar, que se graban solos y nadie ve, Servant propone nuevas formas de entretenimiento, en busca de que alguien las vea.

Quién me lo iba a decir, pero, estoy deseando que llegue la próxima temporada.

About The Author

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.