¡Buenos días, lectores! En el artículo de esta semana nos sumergiremos en uno de los aspectos más interesantes y menos tratados de la sociedad griega antigua: la ξενία (xenía), el ritual de hospitalidad.

¿Qué es la xenía?

La xenía fue un concepto muy arraigado en el mundo griego, documentado desde la Época Arcaica (VIII a. C.), que hace referencia al «vínculo de hospitalidad, amistad entre huéspedes». La palabra xenía deriva del sustantivo ξένος (xénos), que significa «extranjero, huésped».

Tan importante era este vínculo de hospitalidad que en el léxico griego encontramos numerosas palabras relacionadas con la xenía. Destaca su carácter abiertamente religioso, ya que la xenía estaba sujeta a la ley divina, hasta el punto de que una de las numerosas facetas de Zeus que se veneraba era la de Ζεὺς Ξένιος (Zeus Xénios), Zeus protector de la hospitalidad, que castigaba a aquellos que quebrantasen la xenía.

Imagen relacionada

La xenía era tan importante que, incluso, estaba socialmente institucionalizada, pues, a pesar de que no hubiese un cuerpo de leyes que la regularizase, en los poemas homéricos –en los cuales la xenía es reiterada continuamente– observamos que está empapada por un carácter ritual, ya que se llevan a cabo una serie de pasos bien diferenciados y de valor simbólico, además de que se consideraba profano transgredir dicho ritual.

Lo más interesante de la xenía es el hecho de que está muy documentada en los poemas homéricos, tanto en la Ilíada como en la Odisea. Tomando ejemplos extraídos de ambas obras épicas atribuidas a Homero se pueden conocer las distintas etapas que conformaban el ritual de hospitalidad y las implicaciones que esta tenía en la sociedad.

El ritual de hospitalidad

Como bien se dijo anteriormente, la xenía era un vínculo de hospitalidad, regido además por la voluntad divina y que estaba muy presente en la vida de los griegos hasta el punto de que esto es recogido en numerosas ocasiones en las epopeyas homéricas, especialmente en la Odisea.

De hecho, los extranjeros poseían un estatuto legal, como cualquier hombre libre, el cual, si se veía atacado, despertaba la cólera de Zeus Xénios. Además mediante la hospitalidad se fue tejiendo una amplia red de vínculos de amistad entre miembros de familias de diferentes comunidades.

La llegada del xénos

La xenía comenzaba en el momento en que un xénos llegaba a un lugar y requiriese la hospitalidad de sus moradores, los cuáles recibían de inmediato al xénos, que pasaba a convertirse en su huésped. Así lo vemos en el canto I de la Odisea cuando Telémaco recibe a Atenea bajo la apariencia de Méntor, compañero de armas de Odiseo:

Hom. Od. I, 118-124. Telémaco recibe a Atenea:

τὰ φρονέων, μνηστῆρσι μεθήμενος, εἴσιδ᾽ Ἀθήνην.

βῆ δ᾽ ἰθὺς προθύροιο, νεμεσσήθη δ᾽ ἐνὶ θυμῷ

ξεῖνον δηθὰ θύρῃσιν ἐφεστάμεν: ἐγγύθι δὲ στὰς  (120)

χεῖρ᾽ ἕλε δεξιτερὴν καὶ ἐδέξατο χάλκεον ἔγχος,

καί μιν φωνήσας ἔπεα πτερόεντα προσηύδα:

«χαῖρε, ξεῖνε, παρ᾽ ἄμμι φιλήσεαι: αὐτὰρ ἔπειτα

δείπνου πασσάμενος μυθήσεαι ὅττεό σε χρή».

 

Tal pensando en mitad de esos hombre, fijóse en Atena

y salió decidido al umbral; le dolía en las entrañas

que algún huésped quedase a la puerta. Llegando a su lado,  (120)

tras tenderle la mano cogióle la lanza de bronce

y, dejándose oír, dirigióle palabras aladas:

«Forastero, salud, bien tratado serás, pero antes

de explicar a qué vienes habrás de saciar tu apetito».

 

Otro episodio en el que se observa este recibimiento, esta vez mencionando explícitamente a Zeus como patrón de los extranjeros, es el que tiene lugar en el canto IV cuando Odiseo llega al país de los feacios y se encuentra con la princesa Nausícaa, a la cual implora ayuda, y es acogido por esta:

Hom. Od. IV, 206-210: Nausícaa acoge a Odiseo a su llegada al país de los feacios:

«ἀλλ᾽ ὅδε τις δύστηνος ἀλώμενος ἐνθάδ᾽ ἱκάνει,  (206)

τὸν νῦν χρὴ κομέειν: πρὸς γὰρ Διός εἰσιν ἅπαντες

ξεῖνοί τε πτωχοί τε, δόσις δ᾽ ὀλίγη τε φίλη τε.»  (208)

 

«Pero este que llega no es más que un viajero perdido.  (206)

¡Infeliz! Acojámosle: es Zeus quién nos manda a los pobres

Y extranjeros errantes que el don más pequeño agradecen.»  (208)

Imagen relacionada

Presentaciones formales. ¿De quién dices ser? ¿Cuál es tu hogar? 

Una vez que el huésped sacia sus necesidades –normalmente se celebraba un banquete en su honor–, es preguntado por su linaje y su hogar. Esta fórmula se repite constantemente tanto en la Ilíada como en la Odisea con palabras similares. Veamos un ejemplo extraído de la Odisea cuando Telémaco realiza las preguntas pertinentes a Atenea:

Hom. Il. I, 169-172. Telémaco pregunta a Atenea por sus orígenes:

«(…) ἀλλ᾽ ἄγε μοι τόδε εἰπὲ καὶ ἀτρεκέως κατάλεξον:

τίς πόθεν εἰς ἀνδρῶν; πόθι τοι πόλις ἠδὲ τοκῆες;  (170)

ὁπποίης τ᾽ ἐπὶ νηὸς ἀφίκεο: πῶς δέ σε ναῦται

ἤγαγον εἰς Ἰθάκην; τίνες ἔμμεναι εὐχετόωντο;» (172)

 

«(…) Pero, ¡ea!, tú dime y explica esto otro. ¿Quién eres?  (169)

¿De qué gente? ¿Cuál es tu ciudad? ¿Quiénes fueron tus padres?  (170)

¿En qué barco has llegado hasta aquí?¿Cómo fue que sus hombres

te trajeron a Ítaca? ¿En dónde decíanse nacidos?»  (172)

 

El intercambio de regalos

El huésped podía ser acogido por un breve o largo período de tiempo. Una vez pasado dicho período, cuando se disponía a regresar a su patria o partir a otro lugar, era frecuente que fuese agasajado con regalos. El intercambio podía ser recíproco, aunque en los ejemplos expuestos no es así. Esta era una parte muy importante de la xenía ya que estos regalos –frecuentemente copas o cráteras– eran un indicio de la amistad que ahora unía al huésped y a la persona que le acogió.

El primer ejemplo expuesto es destacable por el hecho de que Menelao obsequia a Telémaco con una crátera que había recibido por parte de Fédimo, rey de Sidón, cuando fue huésped de este.

Hom. Od. IV, 614-619: Menelao obsequia a Telémaco con una crátera que este recibió de Fédimo:

«δώσω ὃ κάλλιστον καὶ τιμηέστατόν ἐστιν:

δώσω τοι κρητῆρα τετυγμένον: ἀργύρεος δὲ  (615)

ἔστιν ἅπας, χρυσῷ δ᾽ χείλεα κεκράανται,

ἔργον δ᾽ Ἡφαίστοιο. πόρεν δέ ἑ Φαίδιμος ἥρως,

Σιδονίων βασιλεύς, ὅθ᾽ ἑὸς δόμος ἀμφεκάλυψε

κεῖσέ με νοστήσαντα: τεῒν δ᾽ ἐθέλω τόδ᾽ ὀπάσσαι.»  (619)

 

«Te daré la más bella y más ricas de todas las joyas

que guardadas conservo en mi casa. Será una crátera

de esmerada labor: tiene el cuerpo forjado de plata  (615)

todo él y un remate de bordes de oro. Trabajo

es del ínclito Hefesto; entregómela Fédimo, el prócer,

aquel rey de Sidón que me tuvo albergado en sus casas

cuando vine de vuelta hacia acá; pero dártela quiero.» (619)

 

Otro ejemplo está extraído del canto VII cuando Alcínoo obsequia a Odiseo con una copa de oro para que este le tenga siempre presente cuando regrese a Ítaca:

Hom. Od. VII, 430-432: Alcínoo, rey de los feacios, obsequia a Odiseo antes de su marcha:

καί οἱ ἐγὼ τόδ᾽ ἄλεισον ἐμὸν περικαλλὲς ὀπάσσω,  (430)

χρύσεον, ὄφρ᾽ ἐμέθεν μεμνημένος ἤματα πάντα

σπένδῃ ἐνὶ μεγάρῳ Διί τ᾽ ἄλλοισίν τε θεοῖσιν.  (432)

 

«Por mi parte le doy esta copa de oro de brillo  (430)

sin igual que le traiga el recuerdo de mí cada día

cuando libe en sus salas a Zeus y las otras deidades.»  (432)

 

La importancia de la xenía

Ya desde el principio se ha insistido en la gran importancia que se le daba a la xenía y como esta estaba sujeta a la ley divina, ya que aquel que transgrediera el ritual de hospitalidad, sufriría la ira de Zeus Xénios. El ejemplo más esclarecedor de esto se haya en el canto IX de la Odisea cuando Odiseo y sus compañeros llegan a la isla de los Cícoples y Odiseo reclama a Polifemo su derecho a recibir hospedaje, mencionando explícitamente a Zeus Xénios y advirtiéndole de las posibles consecuencias que le pueden acarrear al cíclope si transgrede la xenía a la que está obligado a llevar a cabo:

Hom. Od. IX, 266-271: Odiseo reclama a Polifemo su derecho a recibir hospedaje, apelando a la voluntad de Zeus Xenios:

«(…) ἡμεῖς δ’ αὖτε κιχαϝόμενοι τὰ σὰ γοῦνα  (266)

ἱκόμεθ’, εἴ τι πόροις ξεινένιον ἠὲ καὶ ἄλλως

δοίης δωτίνην, ἥ τε ξείνων θέμις ἐστίν.

ἀλλ’ αἰδεῖω, φέριστε, θεούς: ἱκέται δέ τοί εἰμεν,

Ζεὺς δ’ ἐπιτιμήτωρ ἱκετάων τε ξείνωον τε,  (270)

ξείνιος, ὃς ξείνοισιν ἅμ’ αἰδοίοισιν ὀπηδεῖ

 

«(…) A tus plantas venimos ahora  (266)

esperando nos des la señal de hospedaje o nos hagas

de lo tuyo otro don según es entre huéspedes ley.

Ten respeto, señor, a los dioses. En ruego venimos;

al que en súplica llega y al huésped, amparo y venganza  (270)

presta Zeus Hospital; él conduce al honrado extranjero

 

No obstante es bien sabido que Polifemo transgrede la xenía incurriendo en una terrible hybris que terminará pagando caro cuando Odiseo le engañe, cegándolo y huyendo de la isla.

Es destacable el siguiente fragmento en que mejor se observa la gran importancia que los griegos le daban a la xenía hasta el punto de que era un vínculo de hospitalidad y amistad vitalicio y transgeneracional, es decir, se transmitía de generación en generación.

Imagen relacionada

Este carácter vitalicio y transgeneracional queda de manifiesto cuando Glauco y Diomedes, al ver que sus antepasados mantuvieron un vínculo de hospitalidad, detienen el combate y juran no cruzar las armas entre ellos, al considerarse huéspedes mutuos, para no transgredir la xenía de sus antepasados. Y para dejar constancia de que dichos vínculos de hospitalidad son renovados, se intercambian las armas como si se tratase de un regalo recíproco, propio de la xenía:

Hom. Il. VI, 212-233: Glauco y Diomedes renuevan el vínculo de hospitalidad que une a sus familias:

ὣς φάτο, γήθησεν δὲ βοὴν ἀγαθὸς Διομήδης:

ἔγχος μὲν κατέπηξεν ἐπὶ χθονὶ πουλυβοτείρῃ,

αὐτὰρ ὃ μειλιχίοισι προσηύδα ποιμένα λαῶν:

«ἦ ῥά νύ μοι ξεῖνος πατρώϊός ἐσσι παλαιός:  (215)

Οἰνεὺς γάρ ποτε δῖος ἀμύμονα Βελλεροφόντην

ξείνισ᾽ ἐνὶ μεγάροισιν ἐείκοσιν ἤματ᾽ ἐρύξας:

οἳ δὲ καὶ ἀλλήλοισι πόρον ξεινήϊα καλά:  (218)

(…) τὼ νῦν σοὶ μὲν ἐγὼ ξεῖνος φίλος Ἄργεϊ μέσσῳ

εἰμί, σὺ δ᾽ ἐν Λυκίῃ ὅτε κεν τῶν δῆμον ἵκωμαι.  (225)

ἔγχεα δ᾽ ἀλλήλων ἀλεώμεθα καὶ δι᾽ ὁμίλου:  (226)

(…) τεύχεα δ᾽ ἀλλήλοις ἐπαμείψομεν, ὄφρα καὶ οἵδε  (230)

γνῶσιν ὅτι ξεῖνοι πατρώϊοι εὐχόμεθ᾽ εἶναι

ὣς ἄρα φωνήσαντε καθ᾽ ἵππων ἀΐξαντε

χεῖράς τ᾽ ἀλλήλων λαβέτην καὶ πιστώσαντο.  (233)

 

Así habló, y Diomedes, valeroso en el grito de guerra,

se alegró y clavó la pica en el suelo, nutricio de muchos,

y dijo con lisonjeras palabras al pastor de huestes:

«¡Luego eres antiguo huésped de la familia de mi padre!  (215)

Pues una vez Eneo [1], de casta de Zeus, al intachable Belerofonte

hospedó y retuvo en su palacio durante veinte días.

Se obsequiaron con bellos presentes mutuos de hospitalidad: (218)

(…) Por eso ahora yo soy huésped tuyo en pleno Argos,  (224)

y tú lo eres mío en Licia para cuando vaya al país de los tuyos.  (225)

Evitemos nuestras picas aquí y a través de la multitud. (226)

(…) Troquemos nuestras armas, que también estos se enteren  (230)

de que nos jactamos de ser huéspedes por nuestros padres

Tras pronunciar estas palabras, ambos saltaron del carro,

Se cogieron mutuamente las manos y sellaron su compromiso.  (233)

 

[1] Padre de Tideo, por lo tanto, abuelo de Diomedes.

 

About The Author

4 comentarios en «El ritual de hospitalidad griego»

  1. Excelente artículo! Soy estudiante de Profesorado en Letras y me resultó muy esclarecedora la información brindada. Gracias.

  2. Pingback: Filoxenía - Zenda
  3. Los rituales de hospitalidad, observados rigurosamente por ambas partes, el huésped y quién lo aloja, resolverían muchos, casi todos, los problemas que se generan en el presente, por la ocupación, por la inmigración y por los reclamos de territorio. La gente disputa entre si sin observar ninguna regla, y por eso los conflictos. Las reglas son el punto neural de la civilización. Una civilización es una sociedad compleja que se rige por reglas conscientemente aceptadas.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.