Desde su dedicatoria, Cambiar de idea (Caballo de Troya, 2019) es toda una declaración de intenciones. Aixa de la Cruz (Bilbao, 1988) escribe: «Por mí y por todas mis compañeras», ya que reflexiona sobre el feminismo. Pese a su juventud, la autora ahonda en su experiencia, dando cuenta de los recuerdos que considera más significativos para desarrollar los temas centrales de su obra. Así, rompe con un canon en el que los que escriben sobre sí mismos son solo los señores de considerable edad que pretenden construir una imagen personal de excelencia. De la Cruz no se pone como ejemplo, sino más bien al contrario. Muestra un camino plagado de equivocaciones y rectificaciones que la han llevado a ser lo que es. En Cambiar de idea se mezclan géneros como las memorias, la novela o el ensayo. El resultado es una autoficción en la que hablar de lo propio (de lo privado) supone, a su vez, hablar de lo ajeno (de lo público) y viceversa.

Insisto en que las barreras entre la crónica, las memorias, la autoficción y la ficción son inexistentes porque escribir es recordar y recordar es siempre un acto imaginativo. Escribimos para dejar constancia de quiénes éramos hace un instante, cuando nos sentamos frente al procesador de textos, y como no tenemos prisas, fabulamos.

La autora anteriormente había publicado las novelas De música ligera (451 Editores, 2009) y La línea del frente (Salto de Página, 2017), el libro de relatos Modelos animales (Salto de Página, 2015) y una obra sobre feminismo titulada Diccionario en guerra (La Caja Books, 2018). Cambiar de idea es su quinto libro, que se ha convertido en uno de los títulos más exitosos del año del sello Caballo de Troya. En apenas unos meses ha llegado a su sexta edición.

Cuando la violencia se reduce a un tema de tesis doctoral

Cambiar de idea comienza con el accidente de tráfico de una amiga de la narradora. Cuando Aixa escucha el audio de WhatsApp de Zuriñe, lejos de hacer lo que se espera de ella, es decir, responder de inmediato, deja que pasen varios días. De la Cruz muestra los efectos de la depresión sobre la protagonista de su novela: es incapaz de sentir lo que se supone que debería sentir. La culpa es una constante en su vida. Se fuerza a llorar porque así al menos parece que está llorando. Solo piensa en qué pensarán los demás de ella por demostrar tan pocos sentimientos. El dolor es palpable en las páginas de la novela.

Me quedo muy quieta esperando una respuesta emocional que no llega y sé que esto ya me ha pasado antes, en esta misma ciudad, cuando vivía con mi exnovio en un ático de Malasaña.

Aixa se da cuenta de que solo es capaz de mirar las fotos del accidente con una frialdad que lleva tiempo entrenando. Esa manera de mirar, analítica en lugar de emocional, es lo único que podía protegerla de la continua exposición a diferentes manifestaciones de la violencia, puesto que su tesis doctoral trataba sobre las representaciones culturales del terrorismo. A pesar de que Aixa trata de mirar las heridas de Zuriñe con otros ojos, no es capaz de hacerlo.

Sobre la necesidad de cambiar de idea

Si esta novela destaca por algo, es por su manera de hablar sobre feminismo. La protagonista se centra en narrar sus errores para contar cómo posteriormente cambia de parecer, cómo se deconstruye y aprende a ser feminista. Deja constancia de muchas conductas o actos machistas que ella misma cometió: cuenta cómo de pequeña rechazaba lo femenino, cómo creció juntándose solo con chicos, cómo adoptó una actitud masculina. Como Virginie Despentes, Aixa sabía que lo femenino estaba condenado a ser lo aburrido, «todo lo que no deja huella». No quiere romper los roles de género, sino estar en el bando privilegiado, el de los hombres, porque Despentes también le enseñó que las cosas divertidas que estaban prohibidas para ella se consideraban masculinas.

Crecí rodeada de hombres porque las mujeres me daban miedo y no les perdí el miedo hasta que empecé a follármelas. Durante años intenté enmendar la historia así, seduciendo a las que me escaneaban de arriba abajo como si midieran al enemigo, porque el sexo permite que el poder cambie de bando y porque se me daba muy bien.

En la reconciliación de Aixa con su género, su sexualidad es de vital importancia. De ver a las demás mujeres como el enemigo, pasa a verlas como sus amantes. No obstante, es cierto que adopta un rol bastante masculino en sus encuentros. Cuando vuelve a mantener relaciones con hombres, cree que su atracción por las mujeres era solo una fase, porque no comprende todavía su bisexualidad. Lo que sí comprende es que el sexo es político.

De lo individual a lo colectivo

Cambiar de idea es una novela que, si bien resulta atractiva desde su comienzo, coge fuerza conforme avanza. Alcanza su mayor intensidad en el último capítulo, que titula la obra. Con un estilo sencillo, que transmite la crudeza de los temas que aborda, De la Cruz narra algunos episodios de su memoria, dando espacio también a la fabulación, desde un tono confesional. La indagación en el yo se mueve hacia lo colectivo, puesto que la autora es consciente de que su experiencia personal se enmarca en un contexto. Cambiar de idea establece una conversación con la sociedad en la que ha sido engendrada, por lo que la hibridación de géneros y la mezcla entre ficción y no ficción resulta muy interesante. Así, De la Cruz da pie a temas actuales que nos conciernen a todos, como el caso de La Manada o el movimiento #MeToo.

 

Título: Cambiar de idea
Autora: Aixa de la Cruz
Editorial: Caballo de Troya
Fecha de publicación: marzo de 2019
Páginas: 160
Precio: 14,90 €

ISBN: 9788417417055

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