El viaje de Helga comenzó hace ya mucho tiempo, más de 50 años, un recorrido que le condujo, con más o menos desvíos, a la capital cacereña, que, hoy, se siente afortunada y agradecida, con seguridad, de acoger una de las colecciones más importantes de arte contemporáneo internacional de Europa. Un repertorio de piezas que nos llegan de 26 países diferentes a través de la obra de más de 100 artistas de la más diversa procedencia, tanto geográfica como estilística.

Sin embargo, ya nos contaba José María Viñuela, patrono de la Fundación Helga de Alvear, conservador de la Colección y comisario general de los actos inaugurales, además de extremeño, de Ibahernando, que para esta nueva ampliación, únicamente se ha contado con un 5% del total de obras que conforman la colección de Helga de Alvear, “apenas” 150 obras, lo que nos da una idea general de la inmensa dimensión que adquiere el inventario, contando con más de 3000 obras en su totalidad.

“Yo me enamoro de todas. Nunca compro un artista, sino una obra”, así nos contestaba Helga cuando le preguntábamos por su obra preferida, una respuesta un tanto irónica, considerando que entre las piezas expuestas nos encontramos con pinturas de Picasso o de Kandinsky que de no estar firmadas jamás hubiéramos reparado en ellas. Obras de calidad cuestionable que más parecen un dibujo desechado y recogido clandestinamente en pos de rascar algunos euros, que un aporte realmente significativo, tan solo como reclamo al espectador. “Sí, sí, tenemos un Picasso, y un Dalí también…”, imagino en una conversación idílica que terminaría en una desilusión tremenda. No me confunda el lector, no quisiera desmentir, ni mucho menos dudar de la palabra de Helga, pero son controversias que siempre resultan divertidas.

Más allá de esta anécdota, continúo destacando la conexión y la simbología con la que se plantean muchas de las obras a las que se dan cabida en esta nueva ampliación. La importancia de la figura goyesca, presente mediante una primerísima colección de grabados a la que se le dedica una única sala, un Goya que, pese a los cientos de años separan los distintos periodos, tuvo siempre un papel muy especial para el desarrollo del arte contemporáneo, como ejemplo de evolución e innovación.

Hay obras magníficas, que sin duda aportan una visión necesaria, novedosa y única. Obras que ocupan salas enteras y donde el espectador puede pasear con total libertad a través de ellas, como es el caso de Power Tools, de Thomas Hirschhorn, que ahora se expone por segunda vez. Obras que permiten interactuar y que nos regalan esa conexión necesaria y que se creía perdida entre el espectador y el arte contemporáneo. Hay fotografía conceptual, proyecciones. Piezas únicas que invitan a la reflexión.

Power Tools | Catálogos | Fundación Helga de Alvear

Power Tools, Thomas Hirschhorn. © De las reproducciones autorizadas, VEGAP, Cáceres, 2021

Es necesario destacar la enorme relevancia del nuevo edificio, aunque no tardará en percatarse de ello aquel que desee visitar la colección. No es más que un envoltorio, una “Funda”, así se refiere Helga, pero estamos hablando del edificio que comprende la nueva ampliación de la fundación, una arquitectura producto de la asociación de Arquitectos Emilio Tuñón, galardonada en numerosas ocasiones y ahora nominado al premio Mies Van der Rohe. No en vano podríamos decir que se trata de un edificio único, con una finalidad exclusiva, subordinada en muchas ocasiones a la colocación y la integración de las nuevas piezas, que en ocasiones llegan a las dimensiones de 396 cm x 457 cm x 681 cm y que ocupan enormes salas, como ocurre con la icónica lámpara Descending Light del autor Ai Weiwei, que nos da la bienvenida desde la calle Pizarro, iluminando la estancia con más de 60 mil cristales rojos.

Imagen de la obra

Descending Light, Ai Weiwei. © de las reproducciones autorizadas, el autor, 2021

En palabras de Emilio Tuñón se trata de una “caja mágica cuadrada”, que establece vínculos con el pasado histórico de la ciudad, así como a otras arquitecturas de la ciudad, pertenecientes a la misma firma, como es el caso del edificio Atrio. Una arquitectura silenciosa, pura y que, imperiosa, se alza para proteger las obras. Toda la estructura se complementa con una zona ajardinada donde hay espacio para albergar varias obras más.

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Emilio Tuñón Arquitectos. © Joaquín Cortés

Helga nos contaba que estaba “loca perdida”, quizás no tanto como nosotros, que estamos deseando volver de nuevo a sumergirnos dentro de un espacio mágico, amplio y luminoso, que te invita a quedarte por una larga temporada, quizás perdida entre el laberinto museístico que comprenden las cuatro plantas que forman la nueva ampliación. Yo, afortunada, he podido conocer, en un paseo reservado a la prensa el pasado día 24, algunos de estos rincones magníficos y reconozco que, quizás, me hubiera gustado pasar la noche bajo las Faux Rocks de Katharina Grosse, para que me despertase el sol entrando por los apabullantes ventanales de la estructura.

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Faux Rocks, Katharina Grosse. © Katharina Grosse and VG Bild-Kunst Bonn, 2021 / Photo: Joaquín Cortés 

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