Tú nunca entenderás lo que te quiero

porque duermes en mí y estás dormido.

Yo te oculto llorando, perseguido

por una voz de penetrante acero.

Así comienza el poema ‘El amor duerme en el pecho del poeta’ de Federico García Lorca en ‘Sonetos del amor oscuro’ de 1983. Hoy se cumplen 122 años del nacimiento del poeta, dramaturgo y prosista granadino que dejó una marcada huella en la cultura española y que sigue firme y presente en la actualidad. 

El amor como tema principal en buena parte de sus obras

Amor frustrado, ansiado, prohibido, incestuoso, reducido al deseo, como objeto de la violencia sexual… El amor en infinitas perspectivas es uno de los principales temas de la obra de Federico García Lorca. El poeta granadino se movía entre la vanguardia y la tradición, con una escritura cargada de metáforas y recreaciones de imágenes visuales, con interés por las formas del arte popular. Estuvo influenciado por Menéndez Pidal y por la estilización de la lengua poética proporcionada por Juan Ramón Jimenez. Adquirió un gran conocimiento de España, del paisaje, su gente, sus costumbres, y todo ello lo plasmó en su obra. Produjo, además, originalidad dentro de las formas tradicionales. 

‘Sonetos del amor oscuro’ fue escrita durante los últimos años de su vida, pero recopilada y publicada póstumamente. Una de las principales características de estos sonetos es el adjetivo “oscuro”, que hace referencia al amor maltrecho, la pasión dolorosa no correspondida, no habla específicamente de la oscuridad de tener que esconder un amor homosexual. En el poema ‘Llagas de amor’ Lorca se dirige a un amor prohibido y plasma el sufrimiento que este le produce:

Son guirnalda de amor, cama de herido

donde sin sueño, sueño tu presencia

entre las ruinas de mi pecho hundido. 

Traslado de Lorca a Madrid

En 1919 se trasladó de Granada a la Residencia de Estudiantes de Madrid, donde conoció a los que posteriormente formarían el grupo ahora conocido como la ‘Generación del 27’. Se trataba de un grupo de intelectuales de la época, entre los que se encontraban Luis Buñuel, Salvador Dalí, Vicente Aleixandre o Rafael Alberti, entre muchos otros. También eran parte de este grupo de intelectuales y artistas diversas mujeres que durante años se han visto silenciadas, pero tuvieron un gran peso en las vanguardias artísticas y en la poética del siglo XX. Estas eran Las Sinsombrero: Maruja Mallo, Marga Gil-Röesset, María Zambrano, María Teresa León, Josefina de la Torre, Rosa Chacel, Ernestina de Champourcín y Concha Méndez. El nombre de este grupo de autores y autoras, cuyas obras han marcado la cultura del siglo XX, procede de la organización del tercer centenario de la muerte de Góngora en 1927. Este núcleo de jóvenes artistas influyó en la creación e inspiración de diversas obras entre los pertenecientes al mismo. 

De esta manera, encontramos diversas alusiones a otros componentes de la ‘Generación del 27’. En la obra ‘Oda a Salvador Dalí’, publicada en 1929 en la Revista de Occidente, Lorca plasmó los sentimientos hacia el pintor que habían fraguado en la Residencia de Estudiantes de Madrid.

¡Oh, Salvador Dalí de voz aceitunada!

Digo lo que me dicen tu persona y tus cuadros.

No alabo tu imperfecto pincel adolescente,

pero canto la firme dirección de tus flechas.

Así comienza uno de los poemas dirigidos a la amistad que compartían ambos artistas, con especial aprecio de entre los pertenecientes a su grupo de intelectuales y amigos “del 27”.

Pero ante todo canto un común pensamiento

que nos une en las horas oscuras y doradas.

No es el Arte la luz que nos ciega los ojos.

Es primero el amor, la amistad o la esgrima. 

 

Un cambio de perspectiva

Es sabido por todos que Lorca era homosexual, en una España donde esto se veía como una enfermedad, crimen y pecado. El poeta reflejó su frustración y el conflicto que suponía ser homosexual en aquel momento en buena parte de sus obras, muchas veces de manera implícita. En su viaje a Nueva York, conoció al también poeta Walt Whitman, quien le inspiró un referente distinto a la imagen de homosexual que fraguaba a su alrededor, la de “maricas”. Con el poeta Norteamericano, Lorca pudo dejar atrás esta visión negativa y machista que se destinaba a los homosexuales afeminados, para dar lugar a tiempos mejores consigo mismo. Eso mismo quiso plasmar en su ‘Oda a Walt Whitman’ de la obra ‘Poeta en Nueva York’ de 1930:

Por eso no levanto mi voz, viejo Walt Whitman,

contra el niño que escribe

nombre de niña en su almohada,

ni contra el muchacho que se viste de novia

en la oscuridad del ropero,

ni contra los solitarios de los casinos

que beben con asco el agua de la prostitución,

ni contra los hombres de mirada verde

que aman al hombre y queman sus labios en  silencio.

Pero sí contra vosotros, maricas de las ciudades,

de carne tumefacta y pensamiento inmundo.

Madres de lodo, arpías, enemigos sin sueño

del Amor que reparte coronas de alegría. 

 

Amor implícito

Pero el amor lorquiano no siempre ha aparecido en sus obras de manera tan explícita, ni siempre en recuerdo de alguien. En el poema ‘La monja gitana’ del Romancero Gitano, García Lorca habla de un amor imposible al que la protagonista de esos versos no puede acceder. Se trata de un mundo prohibido, desdoblado por la luz que entra a través de los rectángulos de la ventana.

¡Oh! Qué llanura empinada

con veinte soles arriba.

¡Qué ríos puestos de pie

vislumbra su fantasía!

Pero sigue con sus flores,

mientras que de pie, en la brisa,

la luz juega al ajedrez

alto de la celosía. 

 

Lorca fue un firme defensor de sus sentimientos, sin necesidad de esconderlos, a pesar de la sociedad en la que vivía. Con su obra trajo hasta la actualidad un alarido de amor libre, en múltiples perspectivas, formas y contextos. Con su asesinato en 1936, no solo se perdió una persona cultivada e intelectual, clave en la cultura del siglo XX, sino que se puso punto final al ruego de amor que inspiraba en sus obras. 

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