Estas primeras líneas son, para vosotros, lectores, una primera impresión. No nos conocemos y este es mi primer artículo para la sección de Cultura de Código Público. Después de sopesar, como es debido, cuáles debían ser mis primeras palabras en este medio, llegué a la conclusión de que ya habría tiempo para dedicar espacio a otros asuntos que no requieren tanta premura o que su importancia no es demasiado relevante en el acelerado presente que nos ocupa. Como rezaban Tip y Coll, me parece más que preciso citarles ahora, el próximo mes hablaremos del gobierno.

Antisemitismo y Antisionismo

Como decía, y para no llevarme la contraria, hablar sobre el uso político de la cultura y, para más inri, la música en Israel conlleva una continua justificación de términos que para el público no muy ducho en la cuestión de la lucha palestina puede sonar raro o peligroso.

Hay aún cierta confusión entre lo antisemita, a saber: aquella persona que muestra aversión u odio a otra en base a unos prejuicios religiosos, culturales, étnicos o raciales. Y lo antisionista, es decir: la oposición al proyecto político que asume un Estado Nación judío, definido en términos bíblicos como Tierra de Israel, dentro del territorio de Palestina. Esta confusión no es baladí, el Estado de Israel ya ha tratado en numerosas ocasiones de confundir los términos e, incluso, equipararlos legalmente.

Así, en 2017, el gobierno de Netanyahu propuso en el Parlamento Europeo una resolución en la que se recoge una nueva definición de antisemitismo[1]. Aquí se incluían las críticas al Estado de Israel como una conducta antisemita. De este modo, cualquier objeción ante las políticas de apartheid[2], cualquier denuncia ante los crímenes de lesa humanidad[3] o cualquier señalamiento ante la violación sistemática de los Derechos Humanos dentro de sus fronteras[4] sería interpretado como antisemitismo.

Pero ¿qué tiene que ver aquí la cultura? No nos es desconocido que la cultura tiene un peso ideológico considerable en cada época, tampoco que la política no se haya valido de ella para beneficiarse. Más aún hoy, donde el sujeto, tú y yo somos el objeto de una gran maquinaria capitalista. Si bien es cierto -pido perdón por el tecnicismo que se avecina- que la cultura, como decía Horkheimer, pese a estar destinada a la satisfacción del gusto, también desvela una dimensión mercantil en su valor de cambio, es decir: unos pocos especialistas producen (la gente de OT), otros no especialistas consumen (el público que va a sus conciertos). De este modo la ideología se enmascara y a menudo se instala en lugares imprevisibles.

Hacer una crítica pública ante la situación de conflicto en Palestina es hacer un comentario antisemita según Israel

Es aquí donde Israel hace un uso de la cultura puramente ideológico. Lo que la cantante israelí Ben-Sheetrit dijo sobre esto es realmente esclarecedor: we are seeing culture as a hasbara tool of the first rank, and I do not differentiate between hasbara and culture[5] (nosotros vemos la cultura como una herramienta fundamental de la “hasbara”, no distingo entre la hasbara y la cultura).

La hasbara es un término utilizado por el Estado de Israel para para describir sus esfuerzos por explicar las políticas del gobierno israelí y fomentar la imagen de Israel en el mundo. Lo que se conoce, comúnmente, como propaganda ideológica.

Sus proyectos culturales por todo el mundo (jornadas gastronómicas, ciclos de cine, conciertos, exposiciones, encuentros, publicaciones…) no son más que una campaña de marketing  para lavarse la cara ante los más de 200 menores palestinos encarcelados sin juicio o los más de medio centenar de asesinatos en Gaza en mayo de 2018, sólo por poner un ejemplo.

La forma en la que Israel oculta el mecanismo ideológico en la cultura hace patente una lectura pueril, en el mejor de los casos, o desnortada para los más audaces. Hacer una crítica pública ante la situación de conflicto en Palestina es hacer un comentario antisemita según el juego retórico que propone Israel.

Pinkwashing y Purplewashing

Pero nada más lejos de la realidad. Este comportamiento ha sido denunciado en numerosas ocasiones, no sólo en el hecho musical, sino también con movimientos sociales por los derechos LGTB. Así pues, que Tel-Aviv haya sido la capital del Orgullo en 2018 sólo responde a criterios ideológicos, a saber una estrategia intencionada para ocultar las continuas violaciones de los derechos humanos tras una imagen de modernidad, materializada por la vida gay israelí. De este modo, Tel-Aviv se convierte en la única ciudad del territorio israelí en ser abiertamente gayfriendly mientras que el resto de asentamientos y poblaciones no se muestran tan tolerantes con el colectivo LGTB. Cabe resaltar que en Israel no está permitido el matrimonio entre personas del mismo sexo.

Esto ha venido a denominarse como pinkwashing, a saber: el conjunto de estrategias políticas y de marketing dirigidas a la promoción de instituciones, personas, empresas o países, entre otros, apelando a su condición de simpatizante LGTB con el objetivo de ser percibidos como progresistas o tolerantes y enmascarar prácticas dudosas que puedan dar mala imagen o ir en contra de sus intereses políticos.

 

Debemos asimilar que Netta no es solamente la mujer empoderada que nos muestran

Un mecanismo parecido al pinkwashing, hay quien lo ha llamado purplewashing por usar la lucha feminista en un sentido político contrario a la reivindicación de los derechos y libertades de las mujeres, pudo verse en la actuación de Netta, representante de Israel en el pasado festival de Eurovisión. Teniendo en cuenta que Eurovisión es el certamen musical más visto en el mundo podemos llegar a entender como la intención política supera el mensaje de unión entre países que propone la organización.

¿Qué quiso mostrar Israel con Netta?  Aquí se advierten varias vías no excluyentes entre sí: una en la que Israel se desmarca de los países vecinos que lo circundan. Algo así como “nosotros no somos como los demás, nosotros somos Europa”. Otra en la que el uso de las reivindicaciones feministas es una máscara para ocultar la realidad en el territorio Palestino ocupado por fuerzas israelíes. De nuevo el juego retórico que propone Israel fuerza el debate: si no me votas a) eres machista y b) eres antisemita.

Debemos asimilar que Netta no es solamente la mujer empoderada que nos muestran, sino un engranaje más en la cadena de producción capitalista. Es decir, cuando los movimientos sociales, que se definen como un tipo de acción colectiva orientada hacia el cambio, encabezada de manera no jerárquica por un actor social, ocupan una parte importante del interés general, el sistema absorbe su fuerza de cambio y la convierte en mercancía.

Podemos, entonces, hablar de purplewashing cuando grandes corporaciones como Inditex lanzan al mercado camisetas con lemas feministas, mientras la fuerza de trabajo la realizan mujeres en situación de semiesclacvitud o cuando Israel, el día que participa su representante en Eurovisión, decide atacar la franja de Gaza.

Eurovisión y la política

Negar, pues, el trasfondo político en Eurovisión es negar en sí mismo el festival. Los conflictos entre países de la Unión y afines a ella han salpicado constantemente la celebración del certamen anual. En 2017 Rusia no participó en Eurovisión por el conflicto en Crimea,  o en 2012 Armenia no asistió por las malas relaciones con Azerbaiyán, sede en aquel momento del festival.

Es en este sentido en el que la cultura no es solamente el  conjunto de saberes, creencias y pautas de conducta de un grupo social, incluyendo los medios materiales que usan sus miembros para comunicarse entre sí y resolver necesidades de todo tipo, sino un medio por el cual los intereses políticos de los países, en este caso Israel, se materializan.

No hace falta recordar que en Sudáfrica el boicot deportivo fue un importante estímulo para señalar las políticas de apartheid que el gobierno de Hendrik Verwoerd llevó a cabo en la década de los 60 y que se prolongó hasta bien entrados los años 80. El boicot se muestra como una herramienta legitima para denunciar comportamientos de moralidad dudosa por parte de estados, corporaciones, personas o cualesquiera otros. Desligar la intención política de Eurovisión es desligarla de su propio ser.

Madonna, sionista confesa y defensora del régimen israelí, ha decidido actuar en el marco del festival de Eurovisión y esto no es un hecho aislado, sino que responde a razones políticas. La cultura desborda los límites de su propia definición y se convierte en un arma ideológica. Y es, precisamente, el boicot cultural a Israel un medio por el cual despolitizar la cultura, desligar el uso político que el estado de Israel hace de ella para lavar sus crímenes.

Cualquier reivindicación en OT-2019 quedada desacreditada cuando dices que la edición de Eurovisión en Tel-Aviv “sólo puede traer cosas buenas”

El principal argumento que se esgrime contra el boicot cultural a Israel es que la cultura no sabe de fronteras ni de política, pero la cultura es un elemento fundamentalmente político en nuestro mundo. De hecho, ese es el argumento que Miki, el representante de España en el festival, ha dado para zafarse de la responsabilidad que supone participar en un país que viola sistemáticamente los Derechos Humanos. La excusa de que “Eurovisión es un festival en el que se va a cantar y mezclar culturas” se desmonta fácilmente cuando se descubre que Palestina no puede participar en Eurovisión o que, simplemente, se niega la nación Palestina.

Queda completamente desacreditada, o al menos sembrada de dudas muy oscuras, cualquier reivindicación social que haya tenido lugar en OT-2019 – véase la disputa por cambiar “mariconez” por “estupidez”, o el lenguaje inclusivo que el propio Miki ha promovido durante todo el programa- si, cuando se tiene la oportunidad de defender a población que está siendo asesinada argumentas que la edición de Eurovisión en Tel-Aviv “sólo puede traer cosas buenas”.

Sea como fuere, el título de la canción ganadora para representar a España en Eurovisión viene que ni pintado. Tenemos una venda que nos impide ver más allá del hecho musical, de traspasar la frontera de la primera lectura. Si superamos esta dificultad, si nos quitamos la venda de los ojos veremos cómo la cultura es utilizada para el beneficio, en este caso, de un país que no cumple con la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

[1] Resolución del Parlamento Europeo, de 1 de junio de 2017, sobre la lucha contra el antisemitismo

[2] Historias de apartheid. Resistencia palestina – eldiario.es

[3] Israel cometió crímenes de guerra en Gaza, según Amnistía Internacional – El País

[4] Palestina (estado de) – Amnistía Internacional

[5] About Face -Haaretz

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