Los secretos ocultos en la mente de los artistas son siempre de uso público, es el precio del genio. Toda su producción está en estrecha consonancia con lo que sueña, lo que vive, lo que siente o a qué le teme. El espectador bien podría ser un buen amigo o el mayor desconocido, que ambos gozarían casi de una misma familiaridad y cercanía, pues, han visto tomar cuerpo al mismísimo subconsciente del artista a través de su obra. Es esta la principal cualidad del arte, la de materializar esos pensamientos, que, irónicamente se inmortalizan en la pintura, la poesía o la música. No hay escapatoria, y eso, es algo que Alfred Leopold Isidor Kubin sabía muy bien, y le atormentaría a lo largo de toda su vida.

Debo comenzar, con el fin de que todo tenga coherencia, por unos simples, y muy breves, apuntes sobre la vida y obra de este ilustrador checo de finales del siglo XIX. Kubin fue una de las personalidades más peculiares de la Alemania expresionista, toda su obra se podría reducir a la visión totalmente particular, característica y personal que él tuvo de los tiempos y circunstancias que le tocó vivir. Maltratado por su propio padre, sus dibujos fueron testimonio y fruto de todas las etapas de su vida, desde la pérdida siendo niño, de su madre, su llegada a la escuela de bellas artes de Múnich o su paso por ambas guerras mundiales.

El intruso, Alfred Kubin

Al contrario que sus contemporáneos simbolistas, que recurrían a la novela como inspiración con el fin de iluminarlas, Kubin ilustraba sus propias historias y pensamientos, a menudo terroríficos y trágicos, y los arrastraba a la realidad. No es de extrañar que, si das vida a una pesadilla, las cañas se tornen lanzas. Ni siquiera en sueños pudo llegar a escapar de sus temores, convirtiéndose en referentes a la hora de dibujar. Llegaba a confundir la realidad y el mundo onírico, afirmando en muchas ocasiones que “¡La vida es un sueño!” y a menudo pensaba que si lograba captar lo que sucedía en ellos y traerlos al mundo real, conseguiría descifrar el secreto del arte y de la vida.

Soy el organizador de lo incierto, de lo temido, de la penumbra, de lo onírico

Alfred Kubin

Para una mente como la suya, rebosante de ideas, personajes, mundos de fantasía y alguna que otra perversidad, el dibujo no fue suficiente, debió encontrar en la novela un método aún más eficaz de deshacerse de sus relatos de una manera mucho más rápida. Con ello, durante una crisis que le impedía dibujar, escribió su primera y única novela, fantástica, “La otra parte”, surrealista, siniestra y perfectamente calculada, donde el lector, casi de manera egoísta, pudiera introducirse dentro de la mente del artista Checo, quizás peligrosamente, para no salir nunca de la otra parte.

El duende, Alfred Kubin

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