El debut en la dirección de Bradley Cooper. La revelación de Lady Gaga en su faceta como actriz. La favorita al Oscar a la mejor película. ‘Ha nacido una estrella’ lleva apenas un mes en los cines, pero está en boca de todos. La nueva versión del clásico de Hollywood ha cumplido con las expectativas que su estreno en el Festival de Venecia había generado: ha convencido a la crítica, está triunfando en taquilla, y su presencia en la temporada de premios se da ya por segura. Por ello, antes de que la atención mediática se centre (casi en exclusiva) en sus posibilidades de Oscar, es el momento de acercarse a ella desde otra perspectiva: la comparación con sus antecesoras. Desde 1937, fecha de la película original, hasta la actualidad, las cuatro (¿o cinco?) versiones de ‘Ha nacido una estrella’ son una oportunidad de oro para ver cómo una misma historia, en función de la época y sus posibilidades técnicas, se puede contar de formas tan distintas. Con más acierto o menos (yo, desde luego, tengo favorita), verlas en orden cronológico es como entrar a una máquina del tiempo; como hacer un recorrido por la historia del cine. Pasen y vean.

1. Ha nacido una estrella (William A. Wellman, 1937)

Aunque inspirada en una película anterior (Hollywood al desnudo, de 1932), esta es la que se considera como la original e iniciadora de todos los remakes posteriores. Asienta el eje argumental que todas seguirán: actor/cantante (depende de la versión) exitoso pero infeliz y alcohólico conoce chica talentosa pero desconocida; se enamoran; él la catapulta a la fama y ella le saca de la mala vida; son felices un breve espacio de tiempo; [abro SPOILER] él recae en el alcohol, pierde su trabajo y se acaba suicidando para no entorpecer el triunfo de su amada; ella se muere de pena, está a punto de dejarlo, pero al final continúa con su carrera [cierro SPOILER].  Es, a grandes rasgos, una variación de la narrativa por excelencia de los Estados Unidos: el ideal del sueño americano. El tópico va a recorrer todas las adaptaciones, pero en esta primera versión su presencia es tan obvia como estereotipada: Esther es una ingenua joven que, gracias a los ahorros de su abuelita, puede salir de un pequeño pueblo y cumplir su sueño de ser actriz en Hollywood. No se caracteriza tanto por su tenacidad, como por ser dulce y dejar que Norman, su mecenas y posterior marido, se encargue de todo. Eso sí, a la cinta hay que juzgarla como hija de su tiempo: años 30, época de fuerte censura en Hollywood. Es normal, por tanto, que la película deje mucho que desear en su representación de la mujer o de temas como el alcoholismo.

Judy Garland en la versión de George Cukor (1954)

2. Ha nacido una estrella (George Cukor, 1954)

La primera adaptación sigue muy de cerca la línea argumental de la versión original, pero eliminando todo aquello que (me) chirriaba: Esther ya no es un ángel caído del cielo, sino una mujer más adulta e independiente. No sale de un pequeño pueblo perdido de Dakota del Norte, sino que lleva años currando como actriz y cantante en Hollywood. Tanto ella como Norman son seres humanos (y no estereotipos) complejos, con arcos dramáticos bien trabajados y que sí generan empatía en el espectador contemporáneo (a pesar de la distancia cronológica). Es decir, son personajes profundos, con los que sufrimos y nos emocionamos. Los aciertos van más allá: la narrativa, en general, es más elegante y sutil, de una planificación sumamente delicada. Y sobre todo, el componente ideológico ya no es tan rancio: la lectura de género es muy estimulante, así como la reflexión en torno al éxito y el fracaso. Es, de lejos, la mejor versión del mito de cuantas se han hecho. También la más larga, pero cada uno de sus 175 es oro para los amantes del cine de la época.

3. Ha nacido una estrella (Frank Pierson, 1976)

Sabedores de que era muy complicado mejorar la versión de George Cukor, los responsables de la tercera adaptación optaron por darle un giro a la historia: dejaron atrás Hollywood para centrarse en el mundo de la música. Aunque manteniendo el mismo esquema narrativo, esta vez el personaje masculino (tan alcohólico o más que los anteriores) es una estrella de rock en lugar de un actor; y la protagonista femenina, por tanto, una cantante. La versión destaca por estar menos centrada en la progresión hacia el éxito de ella (y correspondiente descenso a los infiernos de él), y más en la relación que se establece entre ambos. Es decir, se intenta priorizar el universo íntimo de los personajes por encima de la peripecia argumental. La idea, a priori, podría haber funcionado, de no ser porque la química entre Barbra Streisand y Kris Kristofferson está lejos de traspasar la pantalla. Ella lo da todo en su personaje, sí; pero él resulta de lo más antipático y no genera ninguna empatía. Es, por ello, la más cuestionable de las cuatro versiones: arriesgada en su intento por renovar lo que ya era un clásico, pero fallida en la ejecución de lo que se proponía.

Bradley Cooper y Lady Gaga en la versión de este 2018

4. Ha nacido una estrella (Bradley Cooper, 2018)

Han tenido que pasar más de 40 años para que alguien se volviera a atrever con una nueva versión. El proyecto pasó por las manos de Clint Eastwood, estuvo a punto de ser protagonizado por Beyoncé, pero al final recayó en el tándem Cooper-Gaga, con el primero también en la dirección. Su adaptación es a la de 1976 lo que la de George Cukor fue a la original: muy fiel en el argumento y la ambientación (del rock se pasa a la música country, poco más), pero corrigiendo lo que no funcionaba en su predecesora. Así, apostando otra vez por un cierto intimismo, el gran acierto de esta última versión es cómo explota (ahora sí) la gran química que se genera entre sus dos protagonistas. La historia de amor brilla por encima de la reflexión en torno al éxito/fracaso porque sus dos actores están a un gran nivel, pero sobre todo porque Bradley Cooper se revela como un director muy inteligente: sin un aparato formal excesivo, sabe poner la cámara justo donde hace falta para que la película consiga emocionar. La película tiene fallos—cierta irregularidad entre un primer tramo muy ágil y una segunda parte a la que le falta ritmo—pero es una digna adaptación.

+1. Bonus track: La La Land (Damien Chazelle, 2016)

Me adelanto a las críticas: ya sé que no es una adaptación como tal, que dista mucho a nivel argumental, y que los personajes (y su relación) tienen poco que ver con los de la historia que nos ocupa. Sin embargo, es innegable que La La Land es la heredera espiritual de la versión clásica del mito. Es la que recupera (y cuestiona) el ideal del sueño americano en su relación con Hollywood, la que aborda el eterno dilema (esencial a todas las versiones de Ha nacido una estrella) entre el amor y el éxito. Es mucho más lo que las une que lo que las separa. Y además, no nos engañemos: dentro de un par de años, nadie se acordará de la película de Cooper y Gaga, pero La La Land se habrá convertido (si no lo es ya) en un clásico del cine contemporáneo. Tan importante a nuestra época como lo fue el Ha nacido una estrella de Cukor en los 50. Ambas son mis versiones favoritas de este gran mito del cine americano. Si no las habéis visto ya, no os las perdáis.

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