Decía Maria Teresa León en sus Memorias de la Melancolía que “vivir no es tan importante como recordar”. Ella, que vivió la España de la guerra y la decadencia, pero también la de la esperanza y la ilusión, fue capaz de comprender el verdadero valor del recuerdo.

Memorias de la Melancolía, nos presenta un recorrido complejo a lo largo de la vida de su autora, que para muchos, entre los que no hace tanto yo misma me incluía, representa una total incógnita. Su figura, su obra y su esfuerzo, como el de tantas otras mujeres brillantes, ha quedado en el olvido. Son pocos los que recuerdan hoy a Maria Teresa León y, sin embargo, su marido, Rafael Alberti, con el que compartió no sólo vida, sino también trabajo, ha pasado a la historia como uno de los poetas más importantes de la literatura española. 

Teniendo esto en cuenta, creo importante aportar un poco de contexto que sirva  al lector de este artículo como brevísima introducción a la figura de María Teresa León y, especialmente, a su papel durante el transcurso de la guerra civil. Una época que marcaría de manera clara el resto de su vida y, por lo tanto, estas, sus memorias. 

Palabras en lugar de balas

Entre 1936 y 1939, uno de los periodos más sangrientos de nuestra historia reciente, fueron muchos los que, de la mano de la cultura, mantuvieron los últimos resquicios de humanidad que, poco a poco, parecían apagarse en España. Entre estos se encontraba la propia María Teresa que, como tantos otros luchó con palabras en lugar de balas. 

El teatro se convirtió en una herramienta fundamental de propaganda para aquellos que defendían la república, pero también en un apoyo para los que luchaban en el frente. A lo largo de la guerra, y por iniciativa de la autora que nos ocupa, se llevaron a cabo sendas representaciones en las condiciones más desfavorables, a través de lo que se llamó Guerillas del Teatro, que consiguieron aportar una tímida luz frente a la oscuridad de la guerra.

María Teresa participó de manera activa en la defensa cultural de España. Fundadora de El Mono Azul, miembro de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, vicepresidenta del Consejo Central del Teatro y colaboradora fundamental en la evacuación de las obras del Museo del Prado, son solo algunos ejemplos, pues sus aportaciones y su labor han tenido, para la cultura de nuestro país, un valor incalculable. 

Al finalizar la guerra, la derrota del bando republicano obligó a Maria Teresa a abandonar España y a refugiarse primero en Francia y, más tarde, en Argentina, donde vivió durante más de 20 años. En su vida en el exilio, los recuerdos fueron su gran acompañante. 

Una vida de recuerdos 

Si algo destaca en Memorias de la Melancolía es la habilidad y sutileza con la que su autora es capaz de reflejar el poder del recuerdo. De cómo este nos crea y nos transforma y de cómo, a través de sus propios recuerdos, es capaz de acercarnos, no solo a su propia historia, sino también a la nuestra. La historia de una España manchada de sangre, que aún no hemos conseguido borrar del todo. 

No sé si se dan cuenta los que quedaron por allá, o nacieron después, de quiénes somos los desterrados de España. Nosotros somos ellos, los que ellos serán cuando se restablezca la verdad de la libertad. Nosotros somos la aurora que están esperando.

Fueron los recuerdos de tiempos mejores los que impulsaron a luchar hasta el final, cuando la guerra ya estaba perdida y solo quedaba la fe por una ayuda, que nunca llegaría. También los que darían fuerzas a los exiliados de la España de posguerra, entre los que se encontraba María Teresa. Ellos, que nunca se olvidaron de su tierra, se vieron obligados a crear otros recuerdos alejados de todo aquello que en algún momento habían sentido como propio.

Ellos y nosotros, que vivimos de su herencia y su lucha, debemos recordar, incluso cuando olvidar parezca más sencillo. Somos todo aquello que vino antes; pero también lo que se fue y lo que aún nos queda. Recordar es existir y si alguien ha sido capaz de comprenderlo, esa ha sido María Teresa León. 

Yo siento que me hice del roce de tanta gente: de la monjita, de la amiga de buen gusto, del tío abuelo casi emparedado, del chico de los pájaros, del beso, de la caricia, del insulto, de amigo que nos insinuó, del que nos empujó, del que nos advirtió, del que callado apretó los dientes y sentimos aún la mordedura…

De entre todos los recuerdos que guardamos: personas, ideas, lugares; son estos últimos los que de alguna manera recogen a los demás, dándoles cobijo y espacio para crecer e instalarse en nosotros. Lugares y espacios a los que nos aferramos con todas nuestras fuerzas porque, como ella dijo: “sin querer nos traemos dentro todas las casas donde vivimos”. Maria Teresa pasó una gran parte de su vida recordando, protegiendo sus recuerdos con la esperanza de poder abrazarlos de nuevo algún día.

Pocos años después de terminar Memorias de laMelancolía, María Teresa comenzó a olvidar los recuerdos que con tanto cariño había guardado. Ella, que deseaba con todas sus fuerzas recuperar la tierra que la guerra le había arrancado de las manos, volvió a España perdida en sí misma y con la memoria nublada por un alzheimer que poco a poco terminó por apagarla. 

Maria Teresa León llegó a mi, o más bien yo llegué a ella, de manera inesperada. Desde entonces, su nombre y su figura me atraparon en un abrazo que se extiende hasta hoy, que escribo este artículo a modo de humilde homenaje. Ella es ahora parte de mi, su recuerdo es parte de mi, sus ideas se mezclan con las mías y su decisión y fortaleza me inspirararán en el futuro.

María Teresa León y Alberti vuelven a España (1977)

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Un comentario en «María Teresa León y los recuerdos que nos crean»

  1. No leí nunca nada de María Teresa León, si de su marido ,este artículo me suscitó interés en conocer su biografía y me cautivó su vida llena de aventuras y vivencias ,que existencia más rica y apasionante , me encantó su libertad para dejarlo todo y vivir tantas experiencias en una época tan extremadamente dura

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