Cuenta la leyenda que el caballero San Jorge salvó a la princesa de Sicilia y a toda su población del temible dragón que acechaba la ciudad. Del rosal que le creció al monstruo en la herida provocada por el caballero, ha llegado a nuestros días la tradición de entregar una rosa, junto con la de regalar un libro, cada 23 de abril a las personas que más queremos. 

Este año, a diferencia de los anteriores, las calles de ninguna ciudad se llenarán de puestos de libros y rosas con las que obsequiar a los seres queridos. Ya no se verán los rincones de las localidades coloreados de rojo, ni de nuevos títulos en los que adentrarse. Las firmas de libros se habían convertido en un clásico de las distintas paradas y, muchas librerías, ofrecen un servicio similar incluso en confinamiento. Sin embargo, el hecho de no tener la posibilidad de entregar personalmente el título que has pensado para esa persona especial hace que se pierda, en cierto modo, la magia que contiene este día. 

Un San Jorge diferente

Por esa razón, este año con más motivos que nunca, aprovechando que es una jornada para dedicar a los libros, la cultura, las rosas y el amor, puede ser un buen momento para retomar las cartas de puño y letra. En ellas cabe la posibilidad de hablar de lo que cada uno desee, incluso de enviárselas a quién le apetezca (sin necesidad de tener que ser su pareja), pero de lo que no cabe duda es de que se trata de una declaración muy personal. Desde los apodos o expresiones habituales con las que nos referimos a esa persona y que podemos incluir en el escrito, hasta la propia caligrafía hacen de estos textos una joya para el recuerdo. 

El formato de las cartas, junto con el del sobre que la recoge, ha cambiado conforme pasaban los años, incluso los siglos. Lo mismo ha sucedido con el material sobre el que se han escrito, la tinta utilizada, hasta la forma de enviarlas. Desde los textos escritos en papiro o pergamino y las plumas con las que se redactaban, hasta el papel y boli con los que sería habitual escribirlas en la actualidad. En definitiva: se trata de una forma de comunicación que hoy es, en buena medida, sustituida por los nuevos medios de la era digital. Porque, en nuestros días, si pensamos en cartas, lo más similar que nos vendrá a la mente será un correo electrónico o un mensaje de WhatsApp. 

Las cartas manuscritas: el detalle más personal

No obstante, si algo ha permanecido durante todos estos siglos de escritura personalizada es el significado que transportan. Una carta contiene un texto íntimo, sentimientos que vienen a la memoria a la hora de poner papel y boli sobre la mesa, recuerdos de viejos momentos y emociones, incluso de forma implícita. Se trata de un momento en el que se muestra preocupación por el destinatario, más allá del mensaje. Después ya solo queda cerrar el sobre, escribir la dirección y esperar tres días hasta que sea recibida. 

Estos días de confinamiento se habla mucho de los bonitos gestos con los que nos dirigimos a nuestros seres más queridos. Se pone en valor todo eso que no dijimos y los pequeños detalles que, en realidad, eran los más importantes. Precisamente por ese motivo, ¿por qué no dedicar un tiempo a escribir a esa persona especial? En tiempos de confinamiento, el afecto también puede ir más allá de las pantallas. 

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