Domingo por la tarde en Moscú. Y una banda de jugadores locales con escaso talento pero mucho oficio dejan apeada del Mundial 2018 a la selección española. Un final cruel además, en la tanda de penaltis. Un fiasco, otro más en otra gran cita internacional. Chasco doble incluso porque este año España parecía ser una de las grandes favoritas a levantar el cetro del fútbol mundial. Y no lo decían los españoles por la calle, ni siquiera españoles tan poco objetivos como el bueno de Camacho. Lo decían las casas de apuestas que, sin duda, sí son imparciales y no se dejan llevar por los colores. Y sin embargo, hoy me atrevo a titular este artículo como la “Crónica de una muerte anunciada”.

¿Es ventajista poner este titular? Ya lo creo que no. No está bien ser vanidoso, pero oigan, para una vez que acierto un pronóstico… Les invito a recordar mis críticas del mes de enero en Código Público a la euforia, a mi juicio desmedida, que había levantado este combinado nacional. Por supuesto, no es un mal equipo. Al contrario, se trata de la selección mejor dotada técnicamente, con diferencia. A pesar de no contar con una gran estrella como pueden ser Messi, Cristiano o Neymar, yo como entrenador probablemente escogería esta plantilla para tenerla a mis órdenes. Ahora bien, no se puede negar que esta selección heredera del tiki-taka que marcó época, vive una crisis de identidad desde el desastre del Mundial de Brasil 2014. Y probablemente, el rol de máxima favorita vino dado más por la ausencia de un claro dominador como por ejemplo el Brasil de 2002, que por la propia excelencia de España.

Hoy en España hay 46 millones de seleccionadores analizando las causas de este fracaso y visualizando el futuro próximo del combinado nacional. Y yo, como uno más de esos 46 millones, traigo mi diagnóstico y mis perspectivas para lo que viene.

Antecedentes: las causas del desastre

Podemos comenzar cronológicamente por la fase de clasificación para el Mundial. Se pasó por encima de Italia, sí. Pero démosle el valor que merece vencer a una Italia en horas bajas que a la postre, no fue capaz de superar en la repesca a una rocosa Suecia. Sin embargo, lo que más quiero destacar es que frente a los equipos débiles del grupo (Albania, Israel, Macedonia y Liechtenstein) España se adelantó pronto en el marcador en casi todos los partidos. Abrir la lata facilita mucho las cosas y eso permitió que no viéramos la colección de pases horizontales sin profundidad que nos ha apeado de Rusia y que se ha vivido en tantas clasificaciones frente a equipos de medio pelo. Cualquier selección bien plantada puede ponerte en un apuro si no te pones por delante relativamente pronto.

Ya clasificados, en los primeros amistosos hubo una exaltación del juego de la selección, especialmente tras el del 27 de marzo ante Argentina. Obviamente un 6-1 a la albiceleste es un resultado histórico, escandaloso incluso. Pero, ¿dónde está ahora Argentina? A duras penas pasó la fase de grupos, hicieron las maletas en octavos ante Francia y viven entre críticas feroces una crisis enorme. Ese día, además, ni siquiera participó Messi.

Fue en los últimos amistosos antes del Mundial cuando se vio el verdadero problema de España. En junio frente a Suiza y Túnez volvió a aparecer la gran amenaza: esos partidos de 80% de posesión estéril y soporífera. Dada su superioridad táctica, el peor enemigo de la selección es ella misma. Cuando aparece el conformismo y el ritmo lento de pases sin profundidad que apenas inquietan al rival. El típico «mamoneo» con balón. Desde luego, sin tirar a puerta no se ganan los partidos. Por si fuera poco, entró en escena un desagradable invitado que apenas había comparecido meses atrás: la fragilidad defensiva cuestionaba a toda la zaga y se comenzó a vislumbrar también en De Gea.

Con estas grandes dudas ya palpables, llegó la destitución de Lopetegui. Sin entrar en el reparto de culpas entre Florentino, Lopetegui y Rubiales, es obvio que cambiar de seleccionador a dos días de comenzar el Mundial es un factor desestabilizador tremendo. Estos acontecimientos agitaron mucho al equipo, a los medios y a la federación. Pero sobre todo, en lo que se refiere al fútbol, tras un ciclo de dos años, Julen seguramente tenía un plan B y C para partidos broncos que requirieran un cambio de planteamiento. Es obvio que Hierro, que se comió un marrón de categoría, no ha sido capaz de agitar el equipo para buscar soluciones.

Crisis de identidad

Todos estos problemas tienen su origen en una crisis de identidad. Parece pecado cuestionar el modelo de juego de España, ese tiki-taka que enamoró a todo el mundo en el ciclo dorado 2008-2012. Igual que parecía pecado tocar el juego del Barça de Guardiola. Pero un estilo de juego debe casar bien con sus jugadores y, ¿es éste el modelo que encaja con los jugadores la actual lista de España? Tengo mis dudas…

En el ciclo 2008-2012 buena parte de la selección estaba impregnada del estilo Barça. De hecho, tenían una numerosísima presencia en la plantilla. Sin embargo, ahora los jugadores llamados a marcar la diferencia no encajan con ese modelo de juego. Por ejemplo, Asensio y Lucas Vázquez destacan con el Real Madrid cuando hay muchos espacios. Y tampoco Simeone es precisamente el máximo exponente del fútbol de toque, pero exprime las cualidades de jugadores como Koke, Saúl y Costa en un fútbol más físico y directo.

Cambio de rumbo

En mi opinión, es el momento de darle una vuelta a este estilo. No hay que tener la pelota 80 minutos para ganar partidos. Las características de nuestros jugadores necesitan más verticalidad y menos posesión. Y es que precisamente los jugadores que mejor comulgan con esta filosofía de juego pertenecen a generaciones anteriores y han estado a un nivel muy bajo en Rusia: hablo de Busquets, Silva e incluso Iniesta. Algunos de esos nombres además irán desvaneciéndose en el nuevo horizonte del próximo ciclo Qatar 2022. Tampoco olvidemos que ya no están los Xavi, Xabi Alonso o Cesc…

Obviamente ahora todo el mundo critica que Hierro no sentara a De Gea, la mala actuación defensiva de Piqué, la decisión de mantener a un Carvajal mermado físicamente tras su lesión, o la falta de ideas de los mencionados Busquets, Silva e Iniesta. Pero creo que lo que está detrás de todas estas cuestiones es el debate sobre el cambio de rumbo de la selección en el contexto de un relevo generacional imparable. Todos temblamos con la fragilidad atrás ante Portugal, nos frotamos los ojos de incredulidad contra Marruecos e Irán y nos aburrimos exageradamente frente a Rusia en unos octavos de final. Aunque los medios hablen de un fin de ciclo, no nos engañemos, el ciclo terminó en Brasil 2014. Pagado el peaje de una Eurocopa y otro Mundial en blanco, ya sí es momento de dar un giro de timón y levantar una renovada selección española de fútbol ajustada a las nuevas virtudes de sus jugadores. Que nadie dude de que mimbres hay, y muy buenos.

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