¿Se imaginan el fútbol sin penaltis injustos?, ¿sin goles en fuera de juego o con la mano?, ¿sin piscinazos y simulaciones teatrales que acaban en expulsión? Éste es el objetivo de la FIFA al implementar el VAR (video assistant referee). Probándose por primera vez en una gran competición en el pasado Mundial de clubes de 2016, se pretende utilizar ya en el próximo Mundial de Rusia de 2018. El fútbol abrazaría así la tecnología en el arbitraje, siguiendo el modelo de tantos y tantos otros deportes, como el tenis, el hockey hierba o el baloncesto.

El aterrizaje del videoarbitraje, sin embargo, no ha estado exento de polémica, y todos los estamentos futbolísticos han mostrado, cuanto menos, ciertas reservas. La puesta de largo en el Mundial de clubes fue una decepción. Y es que el VAR fue protagonista de ese torneo, pero no precisamente por su eficacia, sino por la incertidumbre y la lentitud que causó.

Pero no todo son experimentos fallidos. El pasado 28 de marzo, el amistoso disputado entre Francia y España puso de manifiesto el avance que puede suponer el VAR, al posibilitar que el colegiado Felix Zwayer corrigiera un gol que había concedido a los galos en fuera de juego y diera validez a otro tanto de Deulofeu que en primera instancia había anulado incorrectamente, también por fuera de juego.

Se enfrentan así las dos caras de la misma moneda. Ni siendo detractor ni defensor a ciegas del VAR, considero que el fútbol debe subirse al carro de la tecnología para dar a este deporte la justicia de la que tantas veces se resiente. Ahora bien, no se pueden admitir los parones ni las dudas, pues de lo contrario, se rebasaría el límite ineludible de la desnaturalización del fútbol. Ésta es, para mí, la cuestión clave del debate. Sí al VAR, pero con matices.

La FIFA, consciente de ello, ha tasado las situaciones en que los árbitros pueden hacer uso del VAR. En concreto, entra en juego solamente en 4 posibles escenarios: goles, penaltis, expulsiones y situaciones de confusión de jugadores. Estos son, sin duda, los lances más importantes y polémicos del juego. Analicemos entonces hasta qué punto la revisión de estas jugadas contribuye o no a una desnaturalización del juego.

En la revisión de los goles, el balón está parado, lo que permite superar una de las grandes piedras de toque de este sistema: la ralentización del juego. Diferentes son las otras 3 situaciones, puesto que la intervención del VAR supone, en general, un parón del encuentro. El segundo impedimento es la incertidumbre en la toma de decisiones. Y es que un fuera de juego o un gol fantasma no dejan lugar a dudas. Sin embargo, el criterio del árbitro entra en juego al decidir sobre la voluntariedad de una mano o la existencia o no de una agresión. En estos casos en que no existe una solución unívoca, estamos más cerca de una discusión futbolera en un bar –esta vez con “b” –, en un plató de televisión o una emisora de radio. Sirva como ejemplo la presunta agresión de Jara a Werner en la reciente final de la Copa Confederaciones, acción dudosa que el árbitro castigó tan solo con tarjeta amarilla, tras recurrir al rearbitraje y detener el partido durante más de un minuto. De nuevo, parón e incertidumbre.

Con todo, sus virtudes pueden pesar más que sus defectos, toda vez que otras alternativas como los árbitros de área han demostrado ser totalmente inoperantes. De hecho, actualmente parece que son más las voces que apoyan el VAR. Recientemente, el propio Maradona lo ha defendido, aun admitiendo que en tal caso no habría valido su mítico gol de la mano de Dios en el Mundial de Méjico 86. Y es que el VAR podría haber cambiado la historia del fútbol. Pensemos en el gol fantasma que dio a Inglaterra su único Mundial de 1966, el famoso “Rafa no me jodas” de La Romareda o el centro de Joaquín ante Corea, en el que toda España vio que ese balón no había salido.

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