Bien entrado el mes de agosto llega el momento. Mientras unos están aprovechando las vacaciones o celebrando las fiestas de pueblos amigos, otros se preparan para comenzar la pretemporada de la manera más profesional posible.
LLega el día señalado, a las 20:00pm para aprovechar las últimas horas de luz, pero sin sufrir el calor intenso de las tardes de verano, que tampoco hay que forzar. El vestuario sigue igual que como lo dejaste. Vuelves a dejar la mochila en el mismo sitio de siempre, para marcar territorio. Poco a poco van llegando los compañeros, los veteranos y los nuevos fichajes por los cuales te interesas un poco, como que no quiere la cosa, para saber si te tocan de competencia directa o puedes seguir tranquilo. Todo son risas y buen rollo hasta que el calentamiento se te hace pesado. Es entonces cuando se empiezan a escuchar comentarios del tipo ‘’ya verás cuando toque correr de verdad’’ o ‘’joder, si es que no he hecho nada productivo en todo el verano’’. Las risas se convierten en sudor y el buen rollo en agotamiento ¡y acabamos de empezar!
Fin del primer entreno, el primer susto ya pasó y te das cuenta que no era para tanto, o si. Ya en la ducha vuelve a reinar el buen ambiente y siempre hay alguno que se hace notar ¿oye, habrá que ir pensando en hacer cena?, pregunta a la que siempre responde uno de los nuevos, con lo que automáticamente consigue ganarse el cariño del equipo.
Van pasando las semanas y el grupo que llegó como ‘‘una banda’’ se va convirtiendo poco a poco en un verdadero equipo de fútbol. Todo el mundo va sabiendo su rol, va creciendo la compenetración entre compañeros y se va iniciando el debate sobre los objetivos a alcanzar.
¡Comienza la liga! Primer partido, primera convocatoria y primeros 3 puntos en juego. La temporada es muy larga, pero eso da igual. Si ganas eres bueno y si pierdes, paciencia. Toda la semana esperando el pitido del árbitro para arrancar el nuevo año y a los 15 minutos no puedes más, algo falla. Quizás no deberías haber salido la noche anterior, pero bueno, última vez que te pasa. Final de la primera jornada y primera victoria. El club, que misteriosamente ya se lo esperaba, tiene preparada una buena merienda. Cervezas, torreznos y tortillas de patata para parar un tren ¡Comed, que os lo habéis ganado!
Así, van pasando las jornadas y las emociones aparecen en cada momento por el que pasa el equipo. Se viven alegrías, tristezas, rabia, ilusiones, pereza, pero todas ellas se controlan pensando en lo más importante, en los compañeros y en todas aquellas personas que cuidan del grupo día a día.
El fútbol de aficionados está presente en todos los lugares del mundo. Desde grandes ciudades hasta pequeños barrios o pueblos escondidos. Las personas que conviven en este mundo son muy diferentes. Desde viejos deportistas hasta jóvenes inexpertos. Inmigrantes nuevos en la zona y lugareños que saben la importancia de defender bien el escudo. Unos con metas deportivas y otros con objetivos meramente lúdicos. Sea cual sea el tipo de individuo todos tienen algo en común, poder disfrutar jugando al balón el tiempo que haga falta.
Si hace frío, térmica y a jugar. Con lluvia, el barro motiva. Si nieva, limpiar el campo viene bien para hacer equipo. Ninguna obligación y miles de motivos para preparar la bolsa con toda la ilusión del mundo. Hoy es domingo, hoy toca jugar.
Los buenos momentos que genera la convivencia dentro de un vestuario. Buscar la sintonía perfecta en un grupo de 22 jugadores, sabiendo que cada uno es diferente al de al lado. Trabajar de la manera más profesional posible cuando lo profesional es lo que menos caracteriza a tu categoría. Celebrar el gol de la victoria como si fuese el mejor momento de tu vida, sin saber que quizás lo sea. Esa esencia del deporte humilde solo se siente, solo se huele si has podido tener la suerte de poder vivirla.