Es domingo por la tarde y la jornada te ofrece dos partidos: Leganés-Girona y Sporting de Gijón-Real Zaragoza. Durante décadas el primer emparejamiento sonaba a Segunda División y el segundo tenía un claro sabor a Primera. Nada más lejos de la realidad, las tornas han cambiado. Y es que en los últimos años nuestro fútbol está experimentado una clara transformación: la Primera División está recibiendo a clubes hasta ahora inéditos en la máxima categoría. Mientras, otros equipos con un gran peso histórico navegan sin rumbo en Segunda o incluso Segunda B. Vivimos La Liga al revés.

Así, tres de los últimos equipos ascendidos a Primera cada día están más asentados en la máxima categoría española. Hablo del Eibar, el Leganés y el Girona. Todos ellos se estrenaron en Primera División tras sus recientes ascensos –hace cuatro, dos y una temporada respectivamente– y a día de hoy ocupan posiciones altas de la clasificación: la octava (Eibar), la décima (Girona) y la undécima (Leganés). Además, los pepineros vienen de dar la gran sorpresa de la temporada al eliminar a su todopoderoso vecino, el Real Madrid, en cuartos de final de la Copa del Rey. Todos ellos se han convertido en equipos revelación de las últimas temporadas y parecen haber aterrizado en Primera para quedarse. Se han ganado su sitio en la élite del fútbol español y en el corazón de más de un aficionado.

Pero esta transformación no se limita a los tres casos mencionados. Si hacemos una radiografía desde arriba (Primera) y desde abajo (Segunda) lo comprobaremos. Basta con atender a la clasificación histórica de puntos en Primera División para comprobar este fenómeno. Mientras clubes con bajo puntaje en la clasificación histórica militan con solvencia en Primera División –Getafe (25º), Alavés (30º), Levante (31º), Eibar (43º), Leganés (53º), Girona (59º)–, otros que ocupan puestos privilegiados en ese ranking continúan condenados a la división de plata –Real Zaragoza (9º), Valladolid (13º), Sporting de Gijón (15º), Osasuna (16º), Oviedo (17º), Granada (22º), Rayo Vallecano (23º)–, o incluso desterrados del fútbol profesional, en Segunda B –Racing de Santander (14º), Mallorca (18º), Elche (24º), Hércules (27º), Murcia (29º)–. Para mayor detalle, elaboramos una tabla donde se indica el puesto que ocupan en la mencionada clasificación histórica todos los equipos que militan en la temporada 2017/2018 en Primera y Segunda División.

Pero, ¿qué ha cambiado?, ¿qué ha motivado este drástico giro del orden establecido en el fútbol español? Desde mi punto de vista, el escenario cambió con la entrada de la nueva directiva de la Liga de Fútbol Profesional. Pongámonos en contexto: el fútbol español se encontraba endeudado como nunca en su historia, las cifras de apalancamiento no paraban de crecer y la insolvencia estaba al orden del día. Si los 42 clubes del fútbol profesional hubieran sido empresas al uso, un alto porcentaje de ellos habría estado abocado a la desaparición. De hecho, muchos de ellos acabaron llegando al siempre traumático concurso de acreedores como única vía para evitar su liquidación. En este punto, la Liga, a mi juicio con buen criterio, empezó a establecer unos controles para asegurar la viabilidad y la salud financiera de los clubes, en coherencia con la puesta en marcha del fair play financiero impuesto a nivel europeo por la UEFA.

En mi opinión, la medida más importante fue el establecimiento del límite a la masa salarial en función del nivel de deuda del club. Según esto, aunque hay numerosos matices, cada temporada se confecciona un presupuesto para plantilla que resulta de la diferencia entre el dinero que pongas y lo que debes. Los clubes empezaron a abrocharse el cinturón, unos con mayor diligencia que otros, y redujeron deuda a la par que vieron disminuido su gasto en plantilla. Mientras estos clubes estaban en Primera División, pudieron afrontar estos controles financieros con cierta solvencia, puesto que los ingresos derivados de los derechos televisivos así lo permitían. Pintaban bastos sin embargo en caso de un descenso a Segunda, pues los ingresos de esta naturaleza se reducen sensiblemente –y este es el concepto que mayor peso tiene en la partida de ingresos de los clubes de fútbol–. A cambio, la Liga estableció la conocida como «ayuda al descenso», que no es sino una importante inyección de liquidez para ayudar a retornar a Primera División, además de poder seguir haciendo frente a salarios fijados en Primera, jugando en Segunda.

Con estas reglas del juego, muchos clubes recién descendidos lograron retornar a la máxima categoría en la primera temporada tras el descenso (Villarreal, Deportivo de La Coruña, Betis, Levante, Getafe…), algunos de ellos en situaciones financieras realmente críticas. El ascenso es un remedio balsámico, pues además del plano deportivo, es la mejor medicina para el saneamiento de las cuentas, por la vía de los ingresos televisivos. En la cara opuesta de la moneda, otros clubes no consiguieron el ascenso a la primera y continúan en la amarga travesía de la Segunda División tras varias temporadas sin lograr el objetivo (Real Zaragoza, Valladolid, Almería, Rayo…). Otros aun han sufrido consecuencias más traumáticas, descendiendo a Segunda B (Racing de Santander, Mallorca, Elche…).

Este escenario tan convulso ha tenido como consecuencia una igualdad máxima en la Segunda División. La clasificación se comprime, no hay favoritos, y la brecha salarial entre clubes clásicos de Primera y otros incluso recién ascendidos de Segunda B son más estrechas que nunca, de manera que del primero al último compiten en igualdad de condiciones. En este contexto, equipos que vienen haciendo las cosas bien, deportiva y financieramente, están aprovechando para alcanzar cotas inalcanzables hasta entonces en su historia. Son los casos de los mencionados Eibar, Leganés y Girona. ¿Se sumará este año el Huesca a la fiesta del ascenso?

Años atrás era muy frecuente que los clubes descendidos volvieran a Primera en la primera o segunda temporada. Un músculo financiero potente permitía confeccionar equipos de “primera” que te llevaban al ascenso con casi total seguridad. Pero vivimos otros tiempos. Muy a mi pesar, como zaragocista que soy, ya no se sube con el escudo, la masa social o la tradición histórica.

¿Estoy de acuerdo con los controles financieros implantados? Sí. Pero con matices. Y aquí es donde me permito incluir mi alegato. Si un club que viene reduciendo las deudas heredadas de negligentes directivas anteriores ejemplarmente año tras año, solamente encuentra trabas para ampliar su límite salarial, se le está condenando a la Segunda División. Las aportaciones de los accionistas caen en saco roto mientras no se ascienda a Primera y se recupere la partida de ingresos por derechos televisivos. Asistimos a la «pescadilla que se muerde la cola», pues la mayor parte de lo invertido se destina a reducir deuda y no a aumentar masa salarial, con lo que la plantilla es menos competitiva, las posibilidades de ascender se reducen y los ingresos futuros no pueden aumentar mientras se perpetúe la situación en Segunda.

La solución puede pasar por atacar la partida de gastos, relajando la normativa a través de la renegociación los plazos de devolución de la deuda, a efectos de la confección del límite salarial; o bien por la parte de los ingresos, a través de un reparto de los derechos televisivos más justo. Y es que si bien en los últimos años se está abogando por un reparto más equitativo del pastel –y estoy a favor de ello–, en mi opinión está siendo excesivo, pues los clubes con mayor masa social de Segunda están sufriendo un abuso tremendo: a modo de ejemplo, el Real Zaragoza encabezó las audiencias con 9,72 millones de telespectadores, mientras que el farolillo rojo, el Numancia, apenas alcanzó los 400.000. Los maños recibieron 7,6 millones en este concepto frente a los 5,6 millones de los sorianos, es decir, un 35,71% más de ingresos ante un diferencial del 2330% en la audiencia. Y digo que es abusivo porque en el quid pro quo LFP-Clubes, sale mucho más beneficiada la Liga que estos clubes que tiran del share televisivo y dan mucha visibilidad a la categoría de plata cada fin de semana, a cambio de un marginal de ingresos proporcionalmente mucho menor. Para un estudio más minucioso del reparto televisivo, añadimos los datos oficiales aportados por la Liga para la temporada 2016/2017.

Sin duda, la ortodoxia financiera indica que para los nuevos dirigentes sería mucho más rentable dejar morir al club endeudado, dejando desatendidos los intereses de numerosos acreedores legítimos y fundar un nuevo club. Siguiendo con el ejemplo zaragocista, con el dinero inyectado durante estos años, empezando de cero desde el fútbol regional, el conjunto maño estaría ya con toda seguridad de vuelta en Primera División. ¿Es lo que quiere el aficionado? Yo desde luego que no. Y tampoco debería hacerlo la Liga, aunque su asfixiante normativa en ocasiones parece conducir a ello.

En definitiva, esta nueva situación conduce a una Segunda División más igualada y con oportunidades para todos. Crece la competitividad. Eso sí, a costa de hurgar en la herida de clubes que pasan por su peor momento. ¿Dejamos que clubes históricos se perpetúen en Segunda o incluso desaparezcan del mapa en Segunda B? Lo que está claro es que es un debate complicado y la Liga deberá buscar el equilibrio entre los intereses de unos y otros.

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