El campeonato mundial de patinaje artístico sobre hielo 2018 celebrado en Milán terminó con algunas sorpresas y dejando un debate en la mesa para la International Skating Union, en especial, tras los resultados en el programa libre masculino.

La ciudad italiana acogió el último gran evento de la temporada de patinaje. Unos meses que invitan a la reflexión al máximo organismo del patinaje tras los resultados obtenidos en los hombres y que pronto llegarán al evento femenino. Se trata de la realización de los saltos conocidos como cuádruples, donde el patinador realiza cuatro rotaciones en el aire antes de aterrizar sobre el hielo de nuevo. Una figura de factura bellísima, pero, como se está demostrando, atenta contra la limpieza en el patinaje, manchándolo de caídas e interrupciones. El claro ejemplo de esto se pudo apreciar en Milán, una fiebre por un tipo de salto que debería preocupar a la ISU.

El máximo organismo que regula el patinaje premia la ejecución de las figuras en función de su dificultad. Es decir, contra más compleja es la figura, más puedes sumar. En este aspecto, entra en juego el Grado de Ejecución o GOE (como se reconoce en el reglamento). Este término hace referencia a la evaluación que realiza un juez de la figura, rondando entre el +3 y -3. En caso de que la figura reciba un 0, significa que se ha realizado correctamente, sin ningún error, pero sin ningún elemento que premiar, por tanto, se otorga un valor base.

Estas cuestiones son importantes a la hora de entender como patinajes artísticos sobre hielo centrados únicamente en lo artístico son castigados por programas cargados de figuras de mayor complejidad, tanto técnica como de dificultad.

Aunque Milán no resulta el campo idóneo para responder a estas cuestiones, ya que las caídas es un elemento frecuente de este deporte. Sin embargo, el campeonato internacional dejó imágenes curiosas, como las caídas de Alina Zagitova o Carolina Kotsner. Estas permitieron que el Black Swan de la canadiense Kaetlyn Osmond sirviera para convertirla en la nueva campeona del mundo. Pero, donde se centra el foco de atención es en el programa libre masculino.

En el programa corto ya se realizó la primera exhibición de cuádruples. El patinador estadounidense, Nathan Chen, podría ser considerado como “el rey de los cuádruples”. Ya en su programa corto dispuso de dos cuádruples. Pero no fue el único. Su compatriota, Vincent Zhou también realizó dos, de forma consecutiva. El chino Boyang Jin también realizó dos, mientras que el japonés Shoma Uno optó por uno solo. Entre los siete primeros patinadores del programa, todos ellos realizan, al menos, un cuádruple. La excepción la pone Misha Ge. El patinador uzbeco se cuela entre los diez primeros con tan solo elementos artísticos. El mismo caso es aplicable para el lituano Deniss Vasiljevs. Es decir, no es necesaria esta figura a no ser que pretendas aspirar a más.

Sin embargo, conlleva sus riesgos. Los cuádruples exigen de una gran potencia física y una excelente forma física, por lo tanto, el desgaste es mayor. De ahí que sean recompensados con mayor puntuación.

El rey de los cuádruples es el ejemplo perfecto para esta exigencia física tremenda. En su programa libre, con el que ganó el oro, disponía de un total de seis cuádruples de trece elementos. El japonés Shoma Uno optó por una cifra más humana, cuatro. El caso de Boyang Jin es el que interesa en este artículo.

El patinador chino sufrió un total de cinco caídas, un total de nueve puntos de deducción. En su programa contaba con un total de tres cuádruples, los cuales no pudo completar. Su mal programa fue castigado por las caídas y un 23º lugar. Esta creciente necesidad por esta figura plantea el debate de si deberían regularse o no.

En el apartado femenino todavía no han llegado estos saltos. Sin embargo, falta muy poco para que patinadoras rusas como Zagitova o Trusova los introduzcan. En el caso de Zagitova, se pudo ver recientemente en redes como completaba un cuádruple. El caso de Trusova va más allá. Durante la celebración del campeonato mundial junior completó un cuádruple loop y con un grado de ejecución positivo. Aunque resulta una gran noticia, no deja de ser preocupante la creciente fiebre por los cuádruples.

En mi opinión, estos meses de descanso deberían servir para sentar en la mesa a los máximos dirigentes de la organización para incluir en la normativa unos límites a toda esta locura. No voy a negar que ver un cuádruple es algo precioso o que se valore en función a su dificultad. Señalo que, premiar la dificultad por encima del arte en sí va en contra de todo aquello que este deporte defiende. Es posible que, como con otros elementos, se limite esta práctica.

No solo por el arte en sí, sino por la salud de los patinadores. Para poder aterrizar uno con éxito, muchas caídas se han sufrido. En un deporte tan exigente como este, que en edades tan tempranas se realicen estas prácticas puede llevar a futuros problemas para los patinadores, o incluso acortar su vida competitiva. Se trata de volver a premiar el arte, ese componente del nombre que parece ahora olvidado.

Un nuevo sistema podría incluir un solo cuádruple en el programa corto y de dos a tres en el libre. No es una locura si tenemos en cuenta que ya se realiza en otros aspectos competitivos, como la penalización a piruetas ya realizadas o a otros saltos ya limitados. Esto es una petición para finalizar la fiebre de los cuádruples. Volvamos a dotar del patinaje de limpieza y, si se han de caer, que sea porque la diosa Fortuna así lo desea.

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