Osasuna volvió a brillar cuando más tuvo que hacerlo. Eran la 9 de la noche del martes 4 de abril en San Mamés, uno de esos estadios a los que los rojillos siempre llegan con ganas de más. En casa habían logrado un resultado favorable, pero tenían claro que no podían relajarse si querían un último viaje copero a Sevilla para jugar la final.

El partido comenzó con sus más y sus menos para los de Arrasate. De hecho, el Athletic fue el primero en dar un golpe sobre la mesa y, pasada la media hora de encuentro, Iñaki Williams adelantar a los locales. Los navarros sabían que iba a ser un partido largo, muy largo, pero que si mantenían ese resultado, el duelo se tendría que decidir en la prórroga.

Así transcurrió todo. Idas y venidas para ambos equipos, pero nadie conseguía anotar el tanto de la victoria. La prórroga ya tocaba a la puerta y los banquillos comenzaron a moverse. Sustituciones en ambos equipos para ver si las piernas nuevas eran capaces de poner por delante a sus respectivos equipos. No obstante, no hubo éxito alguno.

PRÓRROGA, TIEMPO DE REACCIÓN Y DE HACER LOS DEBERES

Sonó el silbato y, con ello, llegó el final de los 90 minutos reglamentarios. El resultado global reflejaba un empate a 1, por lo que la lucha por el billete a la final del torneo se decidiría en la media hora extra. Casi con la primera mitad de la prórroga transcurrida, Arrasate realizó su último cambio: Aimar Oroz se retiraba del terreno de juego y entraba en su lugar Pablo Ibáñez.

El luminoso no se movió durante los primeros 15 minutos del tiempo añadido. Ambos conjuntos intercambiaron los campos y el balón volvió a rodar. En esta ocasión, si el marcador no se movía, la plaza en la final se decidiría desde los 11 metros. Sin embargo, Pablo Ibáñez no dio lugar a ello.  Corría el minuto 116 y el joven pamplonés recibió un balón al borde del área que se encargó de colar en la portería de Agirrezabala.

Osasuna celebra el gol de la victoria / Fuente: @Osasuna

Locura rojilla, en el campo, en la grada de San Mamés y en Pamplona. Ahora sí, sonó el pitido final. 120 minutos de nervios y tensión que acabaron con el mejor final posible: un Osasuna en la final de Copa del Rey 18 años más tarde.

Celebración de jugadores y afición tras el pitido final / Fuente: @Osasuna

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