Como todos sabemos, acaba de finalizar el Mundial de atletismo en Doha. Este es uno de los mayores acontecimientos deportivos del año, que congrega a cientos de atletas durante diez días compitiendo para llevarse a sus respectivos países el mayor número de medallas posibles. Sin embargo, en este Mundial están apareciendo protagonistas que no deberían aparecer en condiciones normales. Principalmente, el asfixiante clima de la capital catarí que en muchas ocasiones no permite que las pruebas transcurran de forma correcta.

Ya se han visto situaciones en las que los atletas han tenido que recurrir a arrojarse hielo o agua sobre el cuerpo para poder terminar sus correspondientes pruebas, carreras en horarios nocturnos para evitar así el abrasador sol o golpes de calor protagonizados por los corredores. Añadiendo a esto la insólita imagen que dejan las despobladas y silenciosas gradas del Estadio Internacional Jalifa. Lo desesperante de este problema es que dentro de tres años y medio vamos a vivir situaciones similares con el mundial de fútbol, también en Catar. Un cúmulo de circunstancias  que llevan al espectador y a los propios deportistas a preguntase si de verdad es necesario hacer competiciones de tan alto nivel en un país como este.

Partiendo del punto en el que desconozco qué tipos de intereses económicos hacen que este mundial de atletismo o el Mundial de fútbol de 2022 transcurran en un país con unas condiciones climáticas desfavorables para la práctica deportiva, puedo afirmar que los hay. Si no se haría inexplicable que este país sea el anfitrión de dichos eventos. Además, la elección de Catar como sede del Mundial de 2022 no ha estado exenta de polémica. La candidatura de Catar venció a la de EE. UU por unos pocos votos y se investiga si pudo haber un presunto soborno para decantar la balanza hacia el país asiático.

Dejando de lado este hecho, varias oenegés como Fundación por la Democracia Internacional afirman que el mundo entero debe saber que el próximo mundial estará manchado de sangre debido a las más de 2.000 muertes de trabajadores en las obras para la Copa del Mundo. El emirato ha tratado de tapar con miles de millones de euros su sistema que vulnera los derechos humanos. Según un informe de amnistía fiscal en Catar las mujeres están discriminadas por el simple hecho de serlo, los obreros del mundial trabajan en unas situaciones lamentables con jornadas interminables y sin descanso alguno, los sindicatos y los partidos políticos están prohibidos, la pena de muerte permanece en vigor, la libertad de expresión brilla por su ausencia y muchos consideran a este país una de las bases del terrorismo internacional teniendo a sus países vecinos en una situación de tal desconfianza que no permiten vuelos sobre sus territorios con destino a Catar.

Realmente no se refleja una imagen positiva de este país como para asignarle la candidatura de ninguna competición mundial. Falta por añadir al plato la poca tradición deportiva que hay en el emirato. Esta situación se ve reflejada en la construcción a contracorriente de los ocho estadios para el mundial de fútbol (que han tenido que ser construidos de cero), así como todas las infraestructuras de transporte que hagan posible un buen transcurso del mundial. El hecho de que en un país situado en el Golfo Pérsico no se haga mucho deporte tiene una explicación aplastante: el clima. En los meses de primavera y verano es imposible realizar cualquier actividad deportiva al aire libre porque las condiciones allí existentes te lo impiden: temperaturas entre los 35º y los 45º con más de un 80% de humedad y un aire desértico cegador.

¿Y qué consecuencias tienen estos factores climáticos? Pues que, por ejemplo, el Mundial del 2022 se traslade a noviembre y diciembre alterando el resto de las competiciones europeas y mundiales, que no son pocas. Las grandes competiciones anuales como la Champions tendrán que aplazar cuatro de sus jornadas, teniendo que hacer malabares posteriormente para cuadrar los partidos en un calendario ya de por sí apretadísimo.

Una vez más en el deporte vence el dinero al buen hacer, y tanto este mundial de atletismo como el próximo de fútbol en Catar reflejan esta realidad. No sabemos si podrán cubrir con millones todo el vacío que dejará que nos lleven el deporte a un país tan subdesarrollado en cuanto a derechos humanos básicos. Todo por la poca empatía y la avaricia de unos pocos que han conseguido y conseguirán lucrarse de toda esta inaudita situación que nos ha tocado vivir a los que de verdad preferimos el espectáculo al beneficio de los de siempre.

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