Procedente del mundo de la hípica y, en concreto, de una carrera de caballos organizada por el XII Conde de Derby en el siglo XVIII, la palabra «derby» pasaría a utilizarse para denominar a enfrentamientos entre equipos de localidades cercanas, especialmente en el fútbol. En España, acuñamos al castellano este término para referirnos a un “encuentro, por lo común futbolístico, entre equipos cuyos seguidores mantienen constante rivalidad, casi siempre por motivos regionales o localistas”. Definiciones de la RAE y etimología aparte, a la postre un derbi significa una dosis extra de emoción y competitividad. Uno de esos ingredientes especiales. La salsa del fútbol.

Pues bien, da la casualidad de que el calendario futbolístico de la temporada 2017-2018 nos ha traído numerosos derbis en los últimos compases del campeonato. Si un derbi cualquier día del año, por el mero hecho de serlo, ya es un partido de alto voltaje, ese picante añadido se multiplica en la recta final de la lucha por objetivos. Demos un repaso a algunos de esos días marcados en rojo en el calendario.

En el tramo final de temporada el Real Madrid-Atlético de Madrid del 8 de abril dio el pistoletazo de salida a la sucesión de derbis en Primera División. A pesar de ser un partido con gran cartel, el partido de este año no sirve tan bien a la causa de este artículo. Y es que aunque un derbi madrileño inevitablemente tiene mucho morbo, el de hace un mes no fue tan destacado. Con las posiciones de ambos bastante bien definidas en el torneo doméstico, los dos monstruos de la capital tenían las cabezas puestas en sus respectivos compromisos europeos. Finalmente, 1-1 y la sangre no llegó al río.

Mucha carga emocional tuvo el derbi aragonés que ese mismo fin de semana enfrentó al Real Zaragoza y la Sociedad Deportiva Huesca en La Romareda. Con los dos equipos luchando por el ascenso, los blanquillos se llevaron el gato al agua. Pero aparte del resultado, lo más destacado fue el ambientazo vivido en la capital. Y es que el derbi aragonés más transcendente de la historia estuvo a la altura. Una jornada festiva con recepción de los autobuses de ambos equipos casi dos horas antes del partido con cánticos, bengalas y pasión. Y, a pesar de lo determinante del choque, una sana convivencia entre aficiones rivales, tanto en los aledaños del estadio como dentro del mismo. La fiesta del fútbol aragonés. Y es que en ningún caso la tensión propia de los derbis debería conducir a incidentes violentos. Que tomen nota muchos otros derbis.

En diferente situación llegaron Real Sociedad y Athletic de Bilbao al derbi vasco del 28 de abril. En una temporada decepcionante para ambos, vagando por la media tabla sin rumbo fijo hace meses, los txuri urdin se llevaron una última gran alegría al vencer con solvencia al eterno rival. Y es que las penas se llevan mejor si, al menos, das una última estocada al vecino. El partido estuvo marcado además por la hostilidad de la afición donostiarra hacia Íñigo Martínez, buque insignia hasta diciembre de la zaga de la Real Sociedad, que cambió en el mercado de invierno al equipo de su vida por la camiseta rojiblanca del Athletic. Eso sí, originalidad no faltó. Hasta diseñaron billetes con la cara de Íñigo. Todos estos ingredientes fueron suficientes para que saltaran chispas en un encuentro probablemente intranscendente para la clasificación final.

Más delicado fue el derbi gallego del pasado sábado. El empate del Deportivo de la Coruña en Leganés hace unas semanas prácticamente abocaba a Segunda División a los deportivistas. A la salida del choque, el entrenador Clarence Seedorf trató de calmar los ánimos de sus hinchas. Dentro de esta conversación, me llamó especialmente la atención que algunos aficionados daban por hecho el descenso –aunque todavía no era matemático–, pero imploraban a Seedorf una victoria en Balaídos contra el Celta. Muestra evidente del peso emocional que tiene un derbi más allá de los tres puntos: aficionados abatidos por la crónica de la muerte anunciada de su equipo pedían una última alegría tras una temporada para olvidar.

Y los coruñeses salieron con una sonrisa de Balaídos. Mal comenzó la tarde para ellos, con cánticos burlescos de todo tipo de la afición celtiña para hurgar en la herida de un Dépor ya descendido. Y aun empeoraría más con el 1-0 del Celta y el claro dominio local. Pero ya en el descuento, a la heroica, Lucas Pérez –uno de los baluartes del Dépor– puso con rabia el 1-1 definitivo en el marcador. Un gol que aprovecharía además para recordar a la afición de Vigo el mejor palmarés de su equipo. Difícil encontrar para Lucas una mejor forma de descargar la frustración acumulada en esta temporada. Y difícil poner un mejor final en lo anímico para la afición coruñesa.

El mismo sábado se vivió un derbi valenciano entre Villarreal y Valencia. Un derbi con menos tradición histórica y un partido mucho más importante en esta ocasión para los locales. Terminó 1-0 para los castellonenses y casi se puede decir que todos salieron contentos. Y es que, a pesar de la derrota, el Valencia tenía confirmada su plaza para la Champions, mientras que con los 3 puntos, el Villarreal prácticamente aseguró la clasificación para la Europa League.

Aunque desde su origen la palabra derbi se utiliza para denominar encuentros con alta rivalidad entre equipos de la misma ciudad o cercanos, no podemos pasar sin mencionar el clásico de la Liga entre Barça y Real Madrid de este domingo. Se hablaba de un clásico “intranscendente”, “descafeinado”… Nada más lejos de la realidad. Aunque poco había en juego en la clasificación, pudimos ver el inconfundible ambiente de este tipo de partidos. Emoción, tensión, tanganas, polémica y además, muchos goles. Esos ingredientes especiales de los que hablábamos. Un clásico, un partidazo.

El broche final a esta serie de derbis lo pone el Betis – Sevilla que tendrá lugar el próximo día 12 de mayo en el Benito Villamarín. A mi juicio, se trata del derbi más pasional de nuestro país. Esta sensación probablemente se debe a la propia idiosincrasia de una ciudad dividida al 50% entre béticos y sevillistas. El particular humor andaluz sumado a la división equilibrada de la masa social de la ciudad hace que los piques sean continuos tras cada alegría o decepción del rival. Sevilla y Betis van de la mano y cada lunes media ciudad amanece con una sonrisa mientras la otra mitad trata de pasar desapercibida para huir de la guasa que le va a tocar soportar. En tono de humor, hasta en la Feria de Abril se puede percibir esa división: ¡las casetas tienen las lonas de color rojiblanco o verdiblanco!

La tensión de este derbi es todavía mayor si cabe teniendo en cuenta la situación de ambos clubes. Tras una década de éxitos del Sevilla que ha coincidido con un periodo del Betis en la sombra, los béticos llegan a esta cita con su puesto asegurado en la Europa League, mientras que los de Nervión –eliminados de la Champions y derrotados en la final de Copa– están en una situación límite al jugarse la clasificación europea. Un partido que puede marcar un punto de inflexión en la lucha de poder entre ambos equipos. Tiembla la hegemonía rojiblanca, más morbo imposible.

Vivimos época de derbis. Esos partidos especiales, emocionantes, de rivalidad sin igual, con el sentimiento a flor de piel y que valen mucho más que tres puntos. Hay derbis para conseguir títulos, derbis para evitar consecuencias traumáticas, derbis a principio o final de temporada, derbis históricos para guardar en la hemeroteca, derbis con muchas faltas y poco fútbol, derbis determinantes o derbis que pueden parecer intranscendentes. Pero todos ellos, derbis al fin y al cabo. ¡Que vivan los derbis!

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