A través de este relato, se cuenta una vivencia que compartirán muchas personas LGTB. En especial si usan aplicaciones para ligar.

El año pasado cumplí la mayoría de edad y aun así no fui capaz. No sé, hubo demasiado a lo que acostumbrarse. La uni y las nuevas amistades habían copado mi tiempo. Sí, he sido muy feliz durante el décimo octavo año de mi vida. Sin embargo, noto que falta algo. Tengo una tarea pendiente para este siguiente año.

Me gustan las mujeres, hace mucho que lo sé, llevaba un tiempo creyéndolo por lo menos. Esa maldita homofobia interiorizada de la que hablan tantos psicólogos. He dicho basta, mañana no sólo cumplo 19, sino que abro una nueva etapa fuera del armario. Yo, Palmira, vuelvo a nacer con 19 años.

La verdad es que salir del armario es una experiencia que cambia nuestra vida. Nos reconecta con nuestro entorno con una fuerza inimaginable. Algo así como mostrar una cara oculta al mundo.

Aquí empezaba la verdadera odisea; ligar. Es tremendamente complicado encontrar a otra mujer lesbiana cerca. Por tanto, acudir a locales de ambiente se convierte casi en un deber en un deber si estás buscando algo.  Sí, Madrid tiene locales muy chulos como Cuenca Club o Fulanita de Tal, llenos de lesbianas/bisexuales pasándolo bien. Fui y son como te lo cuentan pero yo tengo 2 pies izquierdos y soy arrítmica. Es imposible no sentir la sensación de la que hablan Monterrosa en el tema 1992: “Salgo a bailar/no tengo más remedio que gustar” “Salgo a gustar/no tengo más remedio que bailar” . Claro eso hacía que mis posibilidades de gustar fuesen las mismas que tengo de encontrar un meteorito en la puerta de mi casa.

Perdida en esta vorágine, intenté que me alcanzarán las flechas de cupido navegando en Internet. Además, ligar online en esta época está al alcance de cualquiera, no es de bicho raro únicamente.

Sin embargo, la forma en la que usamos Internet es distinta según nuestra orientación sexual. Si eres hetero las utilizas por timidez, por falta de tiempo o simplemente por ampliar tu radio de acción. Las personas LGTB necesitamos visibilidad, especialmente en lugares cerrados. Eso deberían conocerlo desde las aplicaciones, las necesidades son claramente muy distintas. De esto me he ido dando cuenta con el tiempo.

Sin dudarlo y con cierto desconocimiento, me descargué y me di de alta en cualquier portal que me acercara a la mujer de mi vida. Cupido sólo impactó en perfiles falsos y parejas atrapadas en la monotonía con ganas de jugar. Recuerdo haber zanjado una conversación remarcando que no era prostituta.

Un día, mis plegarias parecieron ser escuchadas tras encontrar en Tinder un perfil realmente interesante. Era una preciosidad, decía ser artista gráfica y usaba un nickname que alimentaba el misterio; Blackcat. Hablando y hablando, surgió la posibilidad de quedar. Blackcat sugirió un sitio realmente alejado, a altas horas de la noche. Yo desconocía que me asomaba al peligro a gran velocidad.

Llegué al punto en cuestión, no venía nadie y el tiempo pasaba. Casi una hora después de mi llegada apareció la persona que se escondía tras Blackcat. En lugar de aquella chica con el pelo teñido y tatuajes apareció un hombre que conducía una furgoneta. Se bajó del vehículo, vino hacía a mí.

Me asusté mucho al ver que cada vez se ponía más y más violento, iba hacía mí profiriendo insultos. Me dio que tenía que cambiar, que mi gusto por las mujeres ofendía a Dios. Mientras esto pasaba forcejeamos ya que quería subirme a la fuerza a la furgoneta.

En ese momento apareció un chico que se convirtió en mi ángel de la guarda, me sacó del posible final de mi vida.

Sin embargo, allí no acabó todo, Blackcat comenzó a acosarme, a realizarme chantaje con el contenido de nuestras conversaciones. No quedó otra más que desaparecer del mundo online.

Yo, desde mi desconexión no deseada, seguía observando lo que hacía la gente en relación a las apps, especialmente mi entorno más cercano.Mis amigos gays y bisexuales contaban con cierta seguridad online en relación  al ligoteo.Parecía que sus plegarias habían sido escuchadas con la aparición de Grindr. Con sus situaciones buenas y malas, parecía facilitar las cosas entre hombres gays/bisexuales. Muchas veces los oía comentar aquello de la plumofobia o la gordofobia, dos cosas a mejorar desde dentro del colectivo.

Fácil de usar, con la misma intensidad de interacciones que cualquier app de mensajería. Como anécdota, un día tomando algo con colegas, mi amigo Ariel se excusó diciendo que había quedado por Grindr. A mí aquello me devolvió de golpe a la experiencia con Blackcat, pensando en lo sencillo que era todo para ellos. Sin la intervención de gente enmascarada con malas intenciones. Mientras tanto, Carlos, me golpeó en un hombro. Me dijo que inventara yo una, que era hora de pasar a la acción. Incluso Nietzsche habló del nihilismo activo en sus trabajos. Acepté el desafío sin dudarlo.

Como un primer paso para volver a la vida conectada, me descargué otra vez las apps. En un año no habían cambiado nada. Es más no duraron ni diez minutos en mi teléfono.

Más tarde, emprendí mi ruta por locales de ambiente, buscando chicas que quisiesen contarme su experiencia en las apps. El plan consistía en acercarse a la barra, pedir cualquier cosa y preguntar. Nadie parecía sorprendido con mi actitud, en esos sitios se ha visto ya de todo. Fue sorprendente ver que no era la única, los hombres fantaseando con lesbianas eran una constante en las apps. Otras se decantaron por querer sentir que ese espacio era suyo, pudiendo elegir el sentido que tomaba este. Finalmente, una chica pareció dar en el clavo con lo que realmente necesitaba crear; algo completamente nuevo, que se dejara de replicar lo ya existente. Las chicas de Fulanita de tal tienen muy buenas ideas. ¡Qué bote Fulanita!

Al día siguiente ya estaba trabajando en mi proyecto, acercar mujeres a las que les gustan las mujeres. Sin hombres explotando una fantasía ni demás intrusos.  Con todo esto, conté con apoyos que hicieron realidad mi sueño.

De todo esto, nació Ulindrapp, porque merecemos un espacio seguro. Uno que vamos creando nosotras poco a poco y con un enfoque totalmente diferente.

Desde Código Público, enviamos un fuerte abrazo a Palmira, creadora de Ulindrapp por su permiso a la hora de hablar de esta etapa de su vida. Nuestro más sincero agradecimiento.

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