Atrás quedan las mañanas de motociclismo en TVE, de automovilismo en Telecinco o del mítico Estadio 2 que llenaba la parrilla de La 2 de todo tipo de deporte durante el fin de semana. El pilar de la televisión de pago en España ha sido el deporte. Del partido de los domingos de Canal + y el pago por visión de Audiovisual Sport, se ha evolucionado a los canales especializados que actualmente pueden contratarse en las principales operadoras de televisión.

Los acuerdos entre los organizadores de los eventos deportivos y las plataformas de televisión de pago, en un principio, benefician a ambas partes. Éstas últimas, al no depender exclusivamente de los ingresos por publicidad, pueden ofrecer una cantidad de dinero mayor por los derechos que retornarán en forma de nuevos abonados y los organizadores pueden vender los derechos de televisión por un precio mayor.

Ahora bien, para que esto funcione, tiene que existir una demanda de personas dispuestas a pagar por ver esas retransmisiones. En España, solo el futbol tiene ese poder de atracción y de una manera muy limitada, pues persiste la cultura de ver el partido en el bar dado que una parte del futbol son las polémicas y las rivalidades. ¿Qué mejor lugar para sacar al cuñao que todos llevamos dentro en un bar viendo el fútbol?

Sin embargo, solo el fútbol tiene una masa social tan amplia para originar este fenómeno. En las demás disciplinas deportivas, la venta de los derechos de emisión a estos operadores ha sido un arma de doble filo. Efectivamente, han aumentado los ingresos derivados por la venta de derechos, pero lo han condenado socialmente. Los ejemplos más claros son el balonmano y el baloncesto. Desde que la Liga Endesa y la liga ASOBAL se emiten en exclusiva en Movistar no solo han perdido audiencia esas competiciones, sino que se han convertido en irrelevantes socialmente. Solo sus seguidores más acérrimos las siguen. Mismo fenómeno ha sucedido en el mundo de motor. Mientras que la carrera de Moto GP del Gran Premio de Aragón de 2011 congregó a 2.908.000 personas, el de 2017 solo a 338.000, viéndose superado incluso por el partido que enfrentó a la Real Sociedad con el Valencia.

El efecto de esta pérdida de audiencia es evidente: los ingresos de patrocinio de los distintos equipos o de la propia organización caen sustancialmente, o incluso desaparecen. De ahí que, por ejemplo, los nuevos dirigentes de la Fórmula 1, deporte que había apostado fuertemente por las retransmisiones de pago hasta ahora (Sky en Italia y Gran Bretaña, Canal + en Francia, Movistar en España) se esté barajando la posibilidad de volver a las retransmisiones en abiertos. Es curioso que Sky y Movistar, compañías con fuertes intereses publicitarios en el ciclismo, no hayan apostado por la retransmisión exclusiva del ciclismo en sus paquetes de canales deportivos.

Una solución es combinar ambos tipos de retransmisión: las abiertas, dirigidas a un público generalista que simplemente quiere ver y disfrutar de la disciplina deportiva y las de pago, dirigidas a un público especializado, curtido en el tema, que además le interesa conocer los entresijos de la misma. Además, existen efectos sinérgicos entre las mismas en la medida que una persona puede aficionarse a un deporte gracias a las retransmisiones en abierto y, en un afán de especializarse en el mismo deporte, decida contratar las plataformas de retransmisión de pago. Por último, tal y como está ocurriendo en el fútbol femenino, las retransmisiones en abierto son la mejor manera para dar a conocer un deporte.

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