Melodías que acarician, letras intimistas, notas de color…  Con todo esto y la calidez de sus historias, el conocido grupo vigués consigue que en cada canción se desnude tu propia alma. Esto es lo que diferencia a los autores mediocres de los grandes creadores: el hacer que las canciones sean atemporales y que cada uno las pueda coger como propias.

Eladio y Los Seres Queridos es un grupo español actualmente compuesto por Eladio Santos (voz y guitarra), David Outumuro (batería), Oscar Durán «Uka»(bajo) y Marcos Vázquez (sintetizadores y piano). Apuestan por un indie-pop sincero y, desde 2005 hasta hoy, con algunas modificaciones, han conseguido mantenerse en el pico de la actividad musical nacional.

Sin haberlo querido, fueron profetas cuando sacaron Viviendo con Miedo, dentro de su álbum ‘Están Ustedes Unidos’, en 2011; un reflejo del estado en el que se vive actualmente. Pero también dejan la puerta abierta a la esperanza con El Tiempo Futuro, del mismo disco. Y eso, queridos lectores, es lo que debemos tratar de buscar, dejando atrás la incertidumbre y creciendo cada vez más fuertes sobre ella.

Mientras Eladio se entretiene durante este confinamiento con libros como ‘2666’ de Bolaño, nos hace un hueco para hablar sobre el último proyecto de Eladio y Los Seres Queridos, anécdotas del grupo, significados de canciones, y muchas cosas más. ¡No os lo perdáis!

 

 

Vuestro nuevo disco se llama “Academia”. ¿Qué significado tiene el título y qué inspiración tuvo este proyecto?

Me pasó una cosa curiosa con este disco, y es que siempre tengo el título del disco antes de grabarlo; a veces, incluso años antes. Y esta vez no me pasó. De hecho, tenía un título, pero no servía, y tenía que buscar otro con el disco prácticamente acabado. Viene de una broma interna. Cuando yo mando las canciones para que las vayan viendo, cuando llegan al ensayo pues, lo típico, preguntan por los acordes o el tono. Y yo siempre, de broma, les digo: “A ver, chavales, esto no es una academia” [risas]. Porque no me gusta que sepan los acordes, me gusta que se tengan que buscar la vida, porque así sufren más cosas diferentes. Quiero que aporten. Y luego, un día, ya apareció la canción Academia, que fue la última en aparecer. En ella, “academia” era la palabra perfecta para definir todo lo que vivimos durante esos 15 años: la furgoneta, los hostales, los locales de ensayo, los clubs, los festivales, nuestras discusiones, nuestras juergas… Todo eso era la academia.

 

Vuestras letras son filosóficas, contienen buenas historias. ¿Escribes antes la letra, la música…? ¿Cómo se complementan? 

Más o menos escribo ya tocando. A veces tengo una idea: por ejemplo, la frase del estribillo. Eso sí me pasa mucho. Tengo la frase de arranque, pero no escribo una letra y luego le pongo la música, porque acabas perdiendo musicalidad. Otras veces escribo una letra para no hacerle ni caso, para cambiarla totalmente o para que acabe significando lo contrario… En general, se podría decir que intento que vayan muy unidas la letra y la música. Y luego, procuro no perder nunca musicalidad, no querer decir cosas. Las cosas tienen que llegar solas, porque entonces sometes la música a la letra, y eso sólo lo puede hacer un genio como Dylan, o algo así. Hay gente que sabe coger una letra, utilizar un patrón, una métrica, y luego meterle una forma tradicional y que le cuadre todo cambiando sólo un par de cosas. Yo, normalmente, escribo a la vez que grabo, a lo largo de meses muchas veces. Tengo un arranque, un estribillo y una estrofa, a lo mejor el primer día, como mucho. Luego haré la segunda estrofa, pero ahí ya tardo como una semana, luego le meto un puente, etc. Pero, en general, lo que procuro es que vayan a la vez letra y música.

 

¿Por qué escogisteis Quemé una bandera por ti como primer sencillo y El Norte también como adelanto?

Empieza con Quemé una bandera por ti porque es una canción de ruptura con todo lo anterior. De hecho, conseguimos que fuera el puente entre todo lo anterior y El Norte, que es como la primera canción de la nueva era del grupo. En realidad, el grupo tenía que reinventarse. Llevamos muchos años, teníamos un método y nos podíamos acomodar un poco. Pero hacía falta ya refundar el grupo. En el videoclip, de hecho, estamos ahí en un ambiente de guerra, destruido, y hay una bandera detrás con nuestros discos que se están quemando. Era un poco también una metáfora del mundo. Hay cosas que damos por muy asentadas, y tenemos que ser valientes y refundarlas para luchar por un mundo, si no perfecto, siempre mejor. Siempre hay que intentar ir a mejor. La escena de El Norte es la de un grupo, un domingo después de haber tocado en el quinto pino, que está volviendo a casa. De alguna manera, te refundas y también vuelves al principio. 

 

 

 

Os hemos visto cerrando telediarios, presentando el disco en Madrid… ¿Cómo lo habéis vivido?

Fue muy bien, la verdad. Hay algo que diferencia un poco este disco de los dos anteriores. Hay una etapa nuestra que se inició con ‘Cantares’, que es cuando empezamos a grabar los discos en casa. Eso nos dio un montón de libertad, refrescó un montón el grupo en un momento en el que estábamos un poco perdidos. Pero este, además, cuenta con un patrocinio de un vino, que es Ponte da Boga. Sacamos paralelamente el vino, que se llama Academia también, y eso nos permitió salir un poco del low-cost en el que estábamos metidos. Lo hacíamos así para que se pudieran enviar, porque no tenían distribución oficial, ni siquiera. Era una forma de hacer las cosas súper independiente y sostenible; no perdíamos dinero, hacíamos el disco nosotros… Con este pudimos hacer un formato chulo, el disco-libro, y hacer unas presentaciones guais gracias a lo de Ponte da Boga. La presentación estuvo guay y Vega hizo un discurso súper bonito, muy emocionada… Era el comienzo de todo esto que pasó ahora. Estábamos ahí, a velas vir, un poco a ver qué pasaba, y creo que eso le daba energía a todo, claro. Éramos conscientes de que podía ser la última vez que tocásemos en mucho tiempo. Inventamos ahí un formato para ir sólo bajo y guitarra que es muy bonito, en realidad. Funciona muy bien el acústico total.

 

Qué consideráis más importante: ¿el disco o el directo?

Son cosas diferentes. Yo en los discos meto miles de capas de cosas. En este estuve meses con instrumentos medievales, orquesta, sintetizadores…  Le meto capas y capas. Nunca hay una sola guitarra, siempre hay dos, tres o cuatro; coros… de todo. Creo que son lenguajes diferentes y el directo no tiene por qué parecerse al disco para nada. Eso ya lo aprendí con los años. En directo, todo tiene mil veces más fuerza. No oyes las cosas metidas en un altavoz pequeñito, todo es grande. El directo es la materialización de las canciones. Cuando oyes a un grupo en directo, la canción renace en ese momento y a ti mismo, que la estás tocando, te sorprende. A veces cambio letras y todo. Creo que la canción es un ser vivo siempre, entonces si la fijamos pierde todo. Es importante hacerla respirar, tocarla de diferente manera si estás en un sitio pequeño que en uno grande, en un streaming como ahora o en un festival… La canción se convierte en otra cosa y significa otras cosas. Me gusta mucho grabar en casa porque estoy muy relajado, lo hago a mi ritmo, etc. Los directos siempre te ponen nervioso, estás tenso, pero luego la sensación es, sobre todo si sale bien, de mucha energía. De hecho, no tiene nada que ver cantar para gente que cantar solo en casa. Cuando canto frente a gente, aunque sean pocas personas, se realimenta todo. Son mundos diferentes, y los dos nos gustan.

 

Personalmente ¿tienes alguna canción preferida del álbum?

Mi canción favorita es siempre la que estaba componiendo, cuando lo estaba haciendo. Siempre pensaba: “Esta es la mejor”, cuando estaba haciendo una canción. Luego pasas a la siguiente y dices: “No; esta es la mejor” [risas]. Y claro, la última canción que hice fue Academia, y es la que más me intriga. Me gusta su armonía, que no sé de dónde la saqué; me salió un poco de casualidad. Todavía le hubiera dado más vueltas a la letra, y eso también me gusta. De hecho, la cambio a veces cuando la tocamos en directo. Resume todo lo que pasó, y por eso es ahora de mis favoritas. El Norte creo que es una canción muy buena. No por mí [risas], sino por la música, que es de Jorge Ojea. Esa guitarra acústica es preciosa. Soy incapaz de tocarla bien, todavía, aunque he hecho mi versión para el directo. También Quemé una bandera por ti. El disco a mí me gusta mucho, lo reconozco [risas]. No está bien decirlo, pero creo que es nuestro mejor disco, y todas las canciones están muy bien, perfectas, tal como las oía al momento.

 

¿Cómo compararías ‘Academia’ con trabajos anteriores?

Es un disco, para empezar, simplemente más largo y con más rango de cosas. Tiene muchos sonidos diferentes. Utilicé cosas que nunca había utilizado, como el saxo, instrumentos orientales… Creo que es quizá el disco más completo. Hay de todo, abarca mucho. Normalmente, cuando sacamos un disco, lo dejas de oír durante dos o tres meses. Sin embargo, este disco creo que estaba acabado en noviembre y no lo he dejado de oír nunca. Mis hijas siempre dicen que es el mejor, el que más habla de nosotros.

 

Cumplís 15 años de carrera. Con todo eso ¿cómo véis el panorama musical español?

Siempre me cuesta definirlo porque lo veo muy desde dentro. Estoy todo el día con ello: cuando no estoy tocando soy técnico de sonido, y conozco a todos los grupos. Cuando oigo Radio 3 los conozco a todos personalmente porque les he hecho sonido, he trabajado con ellos… Para mí, hay una escena, en general, muy buena. Aunque hay de todo, hay gente trabajando muy en serio. Hace años, no se valoraba tanto la profesionalidad, y ahora la gente es muy metódica, trabaja mejor, toca mejor, canta mejor, y compone mejor. Que la magia surja o no, o que haya épocas mejores o peores, ya es cosa de los astros. En general, la voluntad de la gente es mucho más profesional, con menos tonterías, menos envidias y menos batallitas. Hay mucha camaradería, a pesar de que no deja de haber en el carácter español o ibérico un cierto desprecio por la actividad cultural; un amor-odio que tiene España con la cultura. Y hay mogollón de festivales. Muchos pueblos han sustituido su orquesta por un festival de grupos, y eso es muy guay. Luego, los festivales son más familiares: hay gente con niños, un puesto de gastronomía, etc. Es algo que se está incrustando en la cultura y el patrimonio, y eso es algo muy bueno. Y aún espero y creo que llegarán grupos increíbles en los próximos 10 años. Algún ‘superpoeta’ llegará, estoy seguro.

 

¿Qué es lo más gratificante de vuestro trabajo como artistas? ¿Alguna anécdota graciosa o bonita que recordéis?

Lo mejor de esto es comunicarse con la gente a través de las canciones, y que eso tenga una respuesta a través de comentarios, de gente que te para por la calle y te dice: “Yo estaba fuera y oí El Tiempo Futuro, y me llegó al alma”. Tengo amigos que se han tatuado cosas como “Non quero perdelo” en un brazo el chico, y “Non quero perderte” la chica, o cosas así. Eso está guay. Lo más bonito es comunicarse y tocar en directo, viajar, conocer gente guay, aventuras… Nos ha pasado de todo, la verdad. Estos días me acuerdo mucho de la primera vez, hace tropecientos años, que fui a Madrid con un grupo que tenía. Yo creo que tenía 18 o 19 años, y fuimos en un coche súper viejo, un 850, se tardaba muchísimo en llegar a Madrid… Siempre me acuerdo de ese viaje porque fue durísimo, fui sin dormir toda la noche; llegamos, tocamos en un sitio horrible para 20 personas que sonaba fatal… Era el círculo de Bellas Artes de Madrid, que estaba muy bien pero íbamos sustituyendo a otro grupo. Acabamos el concierto, fuimos a Radio 3 con Jesús Ordovás, volvimos y tardamos 12 horas, llovía todo el rato y nos pasó de todo: se nos pinchó el coche, se nos estropeó el limpiaparabrisas y lo arreglamos, milagrosamente… Pasaron miles de cosas extrañas, rarísimas. Yo creía que nunca llegaríamos. Llegamos a Vigo y aún tomamos una en un bar [risas] y recuerdo que cuando cerraba los ojos seguía viendo el limpiaparabrisas moviéndose. Aquel día pensamos que nos lo merecíamos todo, pero no, aquel grupo no fue a más [risas]. Tenemos millones de anécdotas incontables. Los Seres Queridos nos hemos reído un montón y hemos tenido momentos muy intensos, muy bonitos.

 

¿Cómo véis esta situación del coronavirus: una oportunidad para cumplir proyectos o más bien descansar? ¿Qué hacéis estos días? 

La verdad es que nos pilló justo con el disco saliendo… terrible. Todo parado, porque no podemos ni ensayar. Ahora, Marcos Vázquez, que era el teclista en directo, deja de venir en directo, y él se encarga ya sólo de la parte ejecutiva. Es el que nos edita las canciones, el que las sube a Spotify, da de alta a los técnicos de sonido, el que pasa la ITV de la furgoneta, etc. Hace todo lo que nadie quiere hacer. Y entró otro chaval nuevo, Adrián Blanco, a tocar el piano, y estábamos cambiándolo todo. Por ejemplo, había una cosa que me hacía mucha ilusión y es que no íbamos a llevar ningún pregrabado en ninguna canción, no había una claqueta interna para el batería marcando el tempo, y podíamos tocar cada día de forma diferente. Estábamos ensayando, todo era nuevo, había un cierto vértigo, y de repente no hay ningún vértigo. Ahora lo que hay es: “¿Cuándo tocaremos? ¿Cuándo podremos sacarlo todo?”. Sinceramente, no soy muy capaz de hacer cosas estos días, estoy con la mente un poco parada en ese sentido. Esa incertidumbre mata un poco, pero por lo demás ningún problema. Estoy muy cómodo en mi casa, leyendo todo el rato, porque es algo que siempre me llena y me sirve para hacer luego cosas. Estoy leyendo “2666” de Bolaño que es una cosa terrible [risas], es como subir una montaña. Creo que es un libro que no podría leer en circunstancias normales. De vez en cuando hacemos una videoconferencia, pero no sabemos nada. Supongo que los conciertos de abril ya no se harán… De todas maneras, si llegamos a verano, y podemos hacer cosas, firmo. Creo que todo el mundo, ahora que llevamos unos 10 días, estamos cogiéndole el ritmo a esto de la cuarentena. Los primeros días no comía, estaba súper tenso, y ahora parece que ya empezamos a tener una rutina. A lo mejor, en unos días puedo empezar a trabajar en canciones o en algo. Por ejemplo, alguien me mandó canciones para que se las mezclara, y me cuesta muchísimo. Sigo haciendo también un programa de radio y tengo una sección, y también me cuesta. Si no implica inspiración lo puedo hacer. Pero yo creo que iré mejorando. De todas maneras, es como si este parón mental, de alguna manera, el mundo lo necesitara. Había una especie de “road to nowhere”, de camino hacia ninguna parte que teníamos que parar, y ha sido esto lo que lo ha parado. Lo bonito es que cuando volvamos a ensayar, cuando oiga al grupo otra vez sonar, va a ser maravilloso. Nunca había estado tanto tiempo sin tocar con banda, en mi vida, desde los 15 años. Este es el récord, 3 o 4 meses. Madre mía… 

 

El disco comparte nombre con la tercera edición de vinos de autor de Ponte da Boga. ¿Cómo se os ocurrió colaborar con ellos ?

Ellos nos llamaron y nos pareció muy buena idea. Para mí es mejor que fichar con una multinacional [risas]. De hecho, fichar con una multinacional hoy en día es un billete para el Titanic. Ellos nos conocían, habían hecho el disco de Vega y luego el de Budiño, habían venido a conciertos, etc. Tenían plena confianza, no habían oído el disco, y sabía que iban a hacer un buen diseño. Te apoyan a nivel promoción, hacer el formato y todo eso. No se meten en nada, es una maravilla, un verdadero mecenazgo, como el Conde de Lemos y Cervantes. Es mucho mejor que fichar con nadie, porque mantienes toda la independencia. Todo el proceso es básicamente igual que en los anteriores discos, pero con más posibilidades, pudiendo hacer un disco más largo, más bonito. 

 

¿Algún artista referente o que nos recomendéis?

A todo el grupo nos gustan mucho The Beatles, es como nuestra religión central. Luego cada uno tira más para un lado o para otro. Yo soy muy fanático de Dylan desde hace años. Para mí es un extraterrestre que bajó a la tierra. Todo lo que hace me parece mágico y creo que es el mejor autor. También soy muy fanático de varios poetas, escritores… Fernando Pessoa, por ejemplo, es una de mis obsesiones. En este disco hay muchas cosas de Pessoa. Si alguien lo conoce, va a flipar. La canción Cartas de amor es una reinterpretación de un poema de Pessoa que se llama igual, y en El estafador hay referencias a algún poema de Pessoa. Ya en discos anteriores había mucho de él.

 

¿Planes de futuro?

Espero que tengamos futuro, luego ya veremos [risas]. Hay conciertos cerrados en julio, agosto… Lo que pasa es que muchos son festivales, y no sé si se podrán hacer festivales grandes en verano. Nuestro fuerte también suele ser en otoño, que tocamos más en clubs, y espero que ya hayamos vuelto a la normalidad totalmente. Así damos un tiempo también a la gente para oír el disco. Noto que hay mucho feedback y además no hay los típicos comentarios de “¡Qué bonito!”, sino que son comentarios sobre las canciones, las letras… Lo están oyendo con bastante atención, porque hay más tiempo y pueden oírlo con calma. El directo estaba más o menos listo. Nos quedaba una fase que se llama el “gimnasio”, que es cuando quedas para ensayar y ya no cambias cosas; simplemente tocas todo dos veces [risas]. Es para crear soltura, pero después de un parón tan grande… Nunca parábamos de tocar, aunque sacáramos discos. Empezó en noviembre y esperábamos volver a tocar ahora mismo, y ahora se va a alargar. Cuando volvamos a hacer sonar una guitarra, un amplificador y una batería, eso nos va a parecer un milagro. Va a ser mágico, divino, maravilloso. Y nada, que la gente oiga el disco, seguir haciendo promoción y esas cosas, y esperar a que todo vuelva a su sitio. 

 

 

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