¿París, Roma, Londres o Berlín? Los jóvenes europeos estamos más que programados. Si bien es cierto que las ofertas frecuentemente están relacionadas con esos destinos, hay otras ciudades (no tan lejanas) que tienen mucho que ofrecernos. Moscú es una de ellas. La capital rusa, por su localización, es un mix de todo lo bueno de Europa y de Asia: esto la hace única. Paseando por sus grandes y limpias avenidas puedes encontrarte tanto con rascacielos modernos (la llamada Moscow City) como con catedrales ortodoxas datadas de hace más de cinco siglos.

De una punta a la otra
Somos la generación low cost y los vuelos no son la excepción entre todas esas cosas que queremos que nos salgan baratas. Navegamos por internet con actitud de black friday y nos sabemos todos los trucos para encontrar los mejores precios. Un billete de ida y vuelta a Moscú, reservando con dos meses de antelación, suele rondar los 150 euros. Nada mal, si piensas que estás viajando de una punta de Europa a la otra. Lo bueno es que, como vivimos en el pequeño continente, el trayecto solo dura cuatro horas y media, así que te dará tiempo a leer una revista, echarte una buena siesta y poco más; cuando te despiertes estarás aterrizando en el país más grande del planeta Tierra. Eso sí, antes de comprar los pasajes, asegúrate de si requerirás de visado para cruzar el control de frontera (los españoles tienen obligación de tramitarlo).

Un sitio para esconderse del frío
En el centro de Moscú encontrarás lujosos y majestuosos hoteles, como el Metropol Moscow, en cada esquina. Sin embargo, si eres de los que prefieren invertir el 90% del presupuesto en disfrutar de la comida moscovita o de las atracciones turísticas, existen hoteles, hostales y apartamentos acogedores por precios mucho más económicos: Matreshka Hotelpor ejemplo, tiene hasta servicio de transporte directo al aeropuerto, está a diez minutos a pie de la Plaza Roja (pasando por el precioso teatro Bolshoi) y la habitación está por unos 20 euros la noche. Increíble, ¿verdad? En Rusia no funcionan con euros, sino con rublos. El cambio favorece mucho al euro y, por eso, puedo asegurarte de que en Moscú todo te parecerá más barato.

Si, por otro lado, prefieres alejarte un poco del centro urbano, puedes encontrar otro tipo de alojamiento alrededor el Óblast de Moscú. Esto también te dará la oportunidad de conocer pueblos o urbanizaciones y adentrarte mucho más en el día a día de la cultura rusa.

Moverse por la ciudad
Moscú en invierno no es para cualquiera. Viajar en otoño es la mejor opción si quieres pasear por la ciudad sin agobiarte y sin morir de frío. Aun así, para ir de un lado a otro necesitarás transporte, porque las distancias allí son inmensas: un día irás caminando, pero al otro día te darás cuenta de que, bajo tierra, la ciudad tiene mucho que ofrecer también. El metro de Moscú es un tesoro para todos sus habitantes; sus estaciones son de todo menos simples. Mientras que lo especial del famoso underground londinense es su antigüedad y su estilo retro, lo peculiar del metro de Moscú es su elegancia: hacer trasbordos es un placer allí, porque todas las paradas tienen una arquitectura y una decoración que te harán pensar que estás en un museo. Vayas donde vayas, no olvides acariciar al perro de bronce en la estación de Ploschad Revolutsii para tener suerte.

Respecto al coste, dejarse llevar por las líneas subterráneas de la ciudad es un regalo. Lo ideal es comprar una tarjeta recargable – Troika – e ir comprando viajes en taquilla en función de cuánto vayas a moverte ese día. El precio por trayecto, con la troika, es de 38 rublos (0,55€ al cambio): un precio muy bajo en relación a la riqueza que hay en cada una de las estaciones.

Delicias moscovitas
En algún momento, después de tanta Plaza Roja, te entrará el hambre. En centros comerciales encontrarás McDonald’s y otros locales de comida rápida, evidentemente. Sin embargo, la gastronomía rusa es digna de ser probada e irse de la ciudad sin haber probado el borsh debería estar penado. No hay viaje sin borsh.

Una mesa típica rusa es colorida, fría y sabrosa. Los platos tradicionales son: los pelmeni (similar a unos ravioli de carne), la ensalada olivié (lo que nosotros llamamos ensaladilla rusa), seledka pod shuboy (literalmente «arenque en abrigo», se trata de una ensalada formada por capas de diferentes verduras), tostadas con mantequilla y caviar de salmón, varinike (pasta rellena de picotas o de queso), smetana (yogur que puede usarse como salsa para los varinike y los pelmeni, o para poner a la sopa) y blinis (crepes rusos). Hay muchos más platos deliciosos, pero estos son esenciales. Además, tras la comida o la cena (o ambas) lo típico es recoger la mesa rápidamente para colocar el chái pichenia (té con galletas), un momento especial – y prácticamente sagrado – para las familias rusas.

Por el centro de la ciudad también encontrarás restaurantes internacionales, por si la comida típica no te convence. La capital rusa es un mix de todo lo bueno de Europa y de Asia, y eso afecta también a la gastronomía. Muchas familias de países que antiguamente pertenecían a la Unión Soviética se quedaron en Moscú tras la división de las naciones, así que será frecuente ver restaurantes kazajos o georgianos. Por otro lado, hay buenos restaurantes de comida americana (hamburguesas); uno de ellos, Hishnik Steaks & Burgers, se encuentra en la calle Ulitsa Kuznetskiy y cuenta con una carta variada a muy bien precio (unos 10€ por persona = hamburguesa, guarnición y bebida). Así que prepara el estómago porque Moscú tiene la mesa preparada para ti.

Do svidanya!
Moscú es una ciudad excepcional. Verás que los rusos son gente seria y reservada, pero aman su país, lo cuidan y también cuidan mucho la imagen que dan a los turistas. Existen muchos falsos rumores y prejuicios hacia la gente rusa que hay que dejar atrás: como cuando dicen que los españoles son todos gritones, fiesteros y vagos. Lo cierto es que hay que vivirlo para saberlo, así que te animo a que te subas a ese avión y despegues hacia la ciudad del kvas y la polka. No te arrepentirás.

 

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