Llegó el verano y con ello las olas de calor, la temporada baja de política, los refritos televisivos y, lo más importante, las vacaciones. Los más afortunados tendrán dos meses de vacaciones después de haber lidiado estos últimos diez meses con niños y/o adolescentes. Los menos afortunados verán pasar los días de verano desde su puesto de trabajo y, si tienen un poco de suerte, podrán disfrutar de unos días sueltos. Llegados a este punto del trabajo mi pregunta es la siguiente: ¿qué hacer con esos días libres?

En los últimos tiempos, especialmente tras el boom de Instagram, se tiende a viajar para presumir más que para disfrutar del lugar. Las vacaciones se han convertido en una gincana en la que cuánta más fotos me haga del lugar exótico y más cosas vea a lo largo del día mejor. El resultado es que nuestros viajes se han convertido en un foco intenso de estrés: tenemos que estar a tal hora para coger el autobús que nos llegará a tal sitio pero no podemos estar tanto rato porque perderemos la vuelta y no podremos ver lo otro. En otras palabras, frente al estrés vacaciones, hoy defendemos otro tipo de ocio turístico: el viaje de playa.

El turismo de sol y playa lleva consolidado en España desde hace más de sesenta años. La historia ya la sabemos: los tecnócratas de los últimos gobiernos franquistas observaron como el clima mediterráneo de las costas españolas eran una ventaja competitiva frente a otros lugares. Además, la pobreza comparativa con los principales vecinos europeos permitían ofrecer una amalgama de servicios a todos los turistas a un precio bajo. El resultado ya lo sabemos: pueblos costeros desarrollaron miles de apartamentos y cientos de servicios para los turistas. Los españoles también nos apuntamos a la fiesta y muchos adquirieron una segunda residencia en municipios como Lloret del Mar, Salou, Cambrils, Cullera o Benidorm. En caso de que no dispongas de un apartamento, no te preocupes, la oferta de hoteles es tan amplía que con un poco de antelación puedes encontrar alojamiento.

¿En qué consiste el turismo de playa descrito hasta ahora? Muy sencillo: en no hacer absolutamente nada. Levantarse e interiorizar que la única preocupación que tienes por delante es pillar buen sitio en la playa. Combinar los ratos de estar flotando en el mar con el estar tumbado en la playa. Olvidarte del reloj y del móvil. Es decir, hacer todo lo contrario a lo que marca la rutina diaria en la que acabamos trastornados ante la conjunción del estrés, el rendimiento y los plazos. Ahora bien, para que esto funcione, tienes que evitar el gran error que podemos cometer en este tipo de viaje: convertirlo en la rutina. Si llegas a ese punto en el que ir a la playa te aburre, piensas qué podrías hacer otra cosa, cancela tu reserva, vuelve cuánto antes a tu trabajo (si puedes) y conserva esos días no gastados en no hacer nada en otra ocasión.

Por ello, desde Código Público, el primer plan de verano que proponemos es ir a la playa y esforzarte por coger un buen sitio para no hacer nada. También te proponemos que lo combines con comida ligera, una buena lectura, unos buenos mojitos y, de vez en cuando, el buen cancaneo en las múltiples discotecas localizadas en las costas de nuestro país. ¿Por qué todavía no has comprado los billetes para ir a la playa?

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