Antena 3 ha estrenado con éxito de audiencias la última temporada de La Voz, uno de los talent show más exitosos de los ultimos tiempos. Nuevos coaches, nuevos plató y nuevo formato eran los tres alicientes con los que la cadena naranja intentó vender la renovación del conocido programa. Más allá de la satisfacción de las expectativas de los clientes, lo cierto es que ha sido el estreno más potente del año en términos de audiencias.

De esta forma, en el panorama televisivo español tenemos los siguientes talent shows: La Voz, La Voz Kids, la Voz Senior, Operación Triunfo, Tu Cara Me Suena, Factor X y Got Talent. Todo ello sin contar con los cancelados Tu Cara No Me Suena o el formato Idol y sin sumar los tres tipos de Masterchef, Fama o Bailando Con Las Estrellas. Es decir, tenemos siete formatos similares para una población de 40 millones. Casi los mismos que la televisión estadounidense para una población de 325,7 millones de personas.

La consecuencia directa de esto es la falta de nuevos carismáticos concursantes pues los talent show posteriores se llena de concursantes que ya han sido rechazados previamente, alguno de ellos más de una vez. Además, la frustración de estos nuevos concursantes no disminuye pues, lejos del éxito prometido, lo único que encuentran es indiferencia por parte del gran público. La Voz ha tenido cinco ediciones, os invito a que digáis más de dos ganadores. Posiblemente, solo te acuerdes de Antonio José. Aquí lo recordamos por esto.

Todo ello es una muestra más de la falta de imaginación en la televisión en abierto. El entretenimiento se estructura en torno a tres pilares: programas de telerrealidad, programas de talento y debates. Como ejemplo, la estrategia de Telecinco para hacer frente a La Voz: se han inventado un GH Duo repleto de personajes que ya han estado previamente en los diferentes programas que inundan la parrilla de la cadena amiga.

Por último, frente a esa falta de innovación, tenemos el caso de Aragón TV que tuvo osadía de televisar en pleno prime time las cuatro horas que dura el trayecto entre Zaragoza y Canfranc. Indudablemente, es un formato arriesgado, no apto para televisiones comerciales. Pero sirvió para sentar precedente. Una televisión más innovadora es posible. Una televisión que no apueste por formulas ya vistas y que apueste por nuevos formatos. Dado que el dinero es miedoso y que los anunciantes huyen de probativas, ese papel de innovación ha de ser asumido por las televisiones públicas.

 

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