El pasado 31 de enero, el Reino Unido dejó por fin la Unión Europea después del tiempo reglamentario de dos años, además de varias prórrogas debidas a las largas negociaciones del “divorcio”. Los británicos hicieron uso así del derecho de todo Estado miembro a dejar la Unión, tras llevar a cabo el referéndum de 2016 sobre la permanencia, lo cual les costó, entre otras cosas, varios primeros ministros. El referéndum obtuvo apenas un 51’9% de votos a favor de irse, pero en este caso la mayoría simple fue válida.

Sin embargo ¿realmente cambia algo? De momento todo sigue igual hasta que se termine el período de transición. Quedan por delante once meses de negociación sobre el acuerdo que determinará la futura relación entre la Unión Europea y Gran Bretaña.

Los británicos nunca han terminado de ver con buenos ojos eso de ceder parte de su soberanía a una estructura supranacional, por lo que, a pesar de haber formado parte también anteriormente de la Comunidad Económica Europea, nunca han aceptado realmente todas las reglas del juego. Esto puede verse cláramente en que ni siquiera adoptaron el euro como moneda. Valorar los pros y los contras de formar parte de la Unión Europea dependerá de cada país. Así pues, mientras unos quieren entrar, otros quieren salir.

Pero en realidad este resurgimiento del nacionalismo británico no responde a otra cosa que a la ola de nacionalismo y populismo que recorre Europa. Esto responde principalmente a la erosión de la clase media y a las “amenazantes” remesas de inmigrantes que llegan al viejo continente. Sólo hay que ver a sus líderes actuales, como son Boris Johnson y Nigel Farage, a los cuales se puede tachar perfectamente de populistas. De hecho, hay un dato que no debe dejarse pasar desapercibido, y es que ambos personajes, además de ser políticos, vienen del mundo de los medios de comunicación de masas. Esto es relevante porque los medios han tenido un importantísismo papel en la propagación de este resurgimiento del populismo. No es nada sorprendente si tenemos en cuenta el gran poder que tienen los medios sobre la agenda política.

Además, ahí está el escándalo de Cambridge Analytica, una empresa de análisis de datos estadounidense que empleó datos obtenidos ilegalmente de Facebook para influir en los resultados del referéndum de permanencia británico, mediante la creación de publicidad eficaz segmentada por tipo de votante empleando información personal.

La influencia estadounidense en este asunto no es de extrañar. Desde el aspecto geopolítico, el Brexit (sobre todo sin acuerdo) representa un cierto debilitamiento de la Unión Europea como núcleo de poder. Esto son buenas noticias para el gobierno de Trump, que ya acecha a Gran Bretaña. Por ahora ya existen propuestas de acuerdos de libre comercio entre ambas potencias angloparlantes, además de cierta cercanía y similitudes entre sus líderes. Esto se entiende dentro del modus operandi de EEUU, que prefiere relaciones bilaterales que multilaterales, ya que ahí es donde posee una mayor fortaleza.

Esto conformaría un importante cambio en el orden geopolítico actual, que conlleva la pregunta de ¿qué papel le queda a Europa? Rodeada de grandes potencias desarrolladas y en desarrollo, y con un tamaño y número de habitantes inferior al de sus competidores… ¿puede ser el fin de la hegemonía occidental?

About The Author

Un comentario en «BREXIT: ¿El fin de la hegemonía occidental?»

  1. El planteamiento de incógnitas nos permite mantenernos alerta acerca de los nuevos acontecimientos. También queda claro que en las relaciones internacionales «anglófonas» sigue imperando la ley del más fuerte, sin piedad con los débiles, no habiendo comprendido el esfuerzo que se ha hecho en Europa para aplicar el principio de solidaridad, que tan buenos resultados ha dado a los países más pobres que han entrado en la Unión Europea. Unas relaciones basadas en la cooperación siempre dan mejores frutos que las que buscan el aprovechamiento de los unos sobre los otros. Pero cada persona y cada pueblo tiene su proceso de aprendizaje. Y una regla de la vida es que, cuando no aprendemos una lección, con una paciencia maternal, la vida nos la vuelve a hacer repetir para que aprendamos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.