Echo de menos a Rajoy. En estos últimos coletazos del verano, cuando todo el mundo recuerda con lástima y rabia los chapuzones al sol y las cogorzas nocturnas, yo me estoy dedicando a pensar en nuestro querido Mariano. Esa sorna gallega, ese tic en la ceja cuando mentía, esos alcaldes que se follaban vecinos -o algo así-. Sí, definitivamente prefería mil veces su inacción derechil, solo a veces interrumpida por alguna salida de tono de Soraya o el chistoso de Hernando, que la nueva faceta del PP. Sus políticas han propiciado que la desigualdad en España bata records en Europa y que la mitad de los catalanes quieran irse, sí, pero no se chuleaba de ello. Lo hacía con la boquita cerrada. No como el señor Pablo Casado, amo y señor del bocachanclismo patrio, con permiso siempre de los quitalazos, claro.

Comienza un nuevo curso parlamentario y con él la que va a ser una de las temporadas más calentitas que se recordarán. Si Sánchez cambia de opinión día sí y día también, Casado trata de quitarle protagonismo diciendo una falaz burrada al día. Por detrás, Rivera arroja napalm a diestro y todavía más diestro sobre el conflicto catalán y Podemos… ¿Y Podemos? Puede que callar ante este espectáculo sea la mejor opción, pero no es suficiente. Estamos inmersos en una guerra de símbolos infantiloide, la derecha más demagoga ha reaparecido, la izquierda sigue más perdida que Ramón García en Chueca, y el nacionalismo y sus argumentos irracionales se han apoderado de las mentes de buena parte de la población. No sé quién va a solucionar esto. Desde luego que Mariano no era la solución, sino más bien parte del problema, pero la decadencia durante su gobierno andaba como él, rápido pero sin correr. A su lado Pablo Casado es Usain Bolt (si Usain Bolt no fuera negro, claro, por dios).

Ando algo desilusionado, he de decir, con nuestra democracia últimamente. En la trinchera política, nuestros representantes cada vez utilizan armas más peligrosas. En vez de rifles de ideología, ahora usan bazocas de demagogia. Han cambiado las granadas de las opiniones divergentes pero igualmente válidas por las minas antiverdad.  Los tanques del argumento razonado por los cazas del todo vale. (Ya paro). Ya no queda ideología. Ya nadie vota por convicción. Ahora las mayorías se mueven en función de las campañas de marketing de los partidos, de los bulos que consigan instalarnos en la cabeza, de lo manipulables que seamos. Hace tiempo que muchos avecinan el fin de un ciclo, la destrucción de nuestra civilización tal y cómo la conocemos. Yo, entonces, reía optimista ante el catastrofismo. Ahora me estoy cagando en todo viéndolas venir.  Casado no es el culpable de todos los problemas de este mundo. Es un síntoma más de que el sistema se agota. Como cuando acaba La ruleta de la suerte, que después van los informativos de Antena 3. Pues eso.

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