Se agotan los últimos días de marzo en un mes en el que se nos han olvidado los días de sol. La lluvia ronronea mimosa tras la ventana, como si el cielo se hubiera vestido de negro para dar el pésame al mundo, que parece estar de luto. Hace dos años que nuestra realidad se paró, pero tengo la sensación de que en lugar de avanzar, hemos vuelto hacia atrás.

Parece que poco a poco vamos dejando la pandemia de lado, y con ella ese virus imperceptible que nos obligó a quedarnos en casa y encerrarnos en nosotros mismos. Sin embargo, ahora el mundo está en guerra y, aunque el enemigo ya no es invisible, también mata. Las noticas nos muestran a miles de inocentes que han visto su mundo truncado por el ansia de poder de un ególatra engalanado. Que huyen de las bombas que irrumpen en sus casas.

El mundo se está haciendo añicos y, quienes tenemos la suerte de vivir alejados de las ruinas, no podemos hacer más que ver cómo estas se consumen a nuestro alrededor. Las noticias nos muestran al minuto el rostro de las víctimas, la sangre, el terror y las bombas. Las redes sociales se llenan de imágenes grotescas donde la muerte se abre paso sin tregua. Es dantesco, pero su influjo es tan hipnótico que nos hace estar pegados a la actualidad, sedientos de ella. ¿Nos estaremos acostumbrando a mirar a la muerte tras la pantalla? Esta es la consecuencia de las guerras hipermediatizadas.

Sin embargo, que la conmoción no nos haga olvidarnos de otras guerras lejanas, aquellas donde también se sufre y se mata. Donde los refugiados vienen en pateras y cuyos gritos quedan ahogados bajo el rumor de las aguas. Esas de las que casi nadie habla.

Termina un marzo marcado por el belicismo. Casualmente, es el único mes que recibe su nombre por el dios romano de la Guerra, Marte. ¿Caprichos del universo?

En un mundo que va a la deriva, siento el vacío abrumador del caos envolviendo mi existencia. He tirado la toalla en intentar tener el control sobre lo que me rodea. La realidad se nos queda demasiado grande y, quizás, sea hora de recordar que no somos más que peones en una partida que otros juegan.

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