La incertidumbre entró por un hueco con el cierre de todos los espacios. Sin mi permiso, se convirtió en compañera de piso en mis últimos meses en Irlanda. Había un virus dando la vuelta al mundo y yo me quedé sin posibilidad de coger un vuelo de 2 horas a mi casa. ¿Cómo voy a salir de aquí? pensaba mientras tenía prácticamente prohibido salir de casa. Lo único previsible al final del día era un torrente de malas noticias y ansiedad. Sin embargo, hubo personas que supieron sobreponerse para ayudar a los demás. Para vosotros, para todos son estas palabras de agradecimiento.

Tenía la sensación de que en la Universidad cada día faltaba más gente. Su ausencia se cubrió con carteles de prevención ante el COVID-19 y con correos sobre protocolos de prevención. Vista la reacción de los países del entorno, era inminente una cancelación de actividades presenciales y actos multitudinarios. Enseguida se confirmó la cancelación de festejos por san Patricio en toda Irlanda; las clases no tardaron en ser canceladas.

Recuerdo ese día perfectamente, como si estuviera ocurriendo ahora mismo. Llegué a casa pronto tras las clases y vi en Internet la última hora. A partir de las 6 de la tarde se cerrarían los establecimientos educativos y los transportes públicos para que todo el mundo se marchase a casa. Yo no sabía si podía ser una noticia falsa pero antes siquiera de preguntar, recibí la confirmación. Entonces pensé en buscar una solución con España. Sorprendentemente, recabé fortaleza suficiente como para tomar una decisión que determinaría el curso de los acontecimientos: quedarme hasta mayo en Irlanda. No sabía cómo se iba a evaluar, si me quedaba, era seguro que no perdería el semestre.

Vi que mis compañeros de piso franceses recibían instrucciones para regresar por parte de su país. Yo desconocía si sobre mi persona pesaba orden similar. Contacté con la embajada con regularidad, nunca me dieron una respuesta clara. Simplemente, registraron mis datos pero fueron incapaces de comunicarse conmigo. Los días transcurrían así, teniéndome a mí misma como única compañía mientras me iba ocupando del curso como podía.

Cada día era peor que el anterior, estaba cada vez más triste y enfadada. Mis búsquedas de vuelos eran infructuosas, sólo encontraba vuelos que se ofertaban para ser cancelados enseguida. Los vuelos con escala eran un opción muy insegura por diversas vertientes; podía no salir el vuelo de enlace y suponía más contacto con gente. Lo único que se podía hacer era dejar pasar el tiempo, porque en algún momento tenía que llegar una tregua.

(A todo esto, me invadió una ansiedad que se manifestaba violentamente a diario con cualquier cosa minúscula. Yo quería volver, ya me daba igual la forma). Tenía alojamiento seguro pero otros se estaban viendo en la calle y sin trabajo.

Me centré en mis evaluaciones que habían sido concretadas a principios de abril. Al acabar el único examen que tuve, mi familia se puso en contacto conmigo. Era urgente y tenía conexión con un vuelo chárter que había visto anunciar en Twitter. Había otro vuelo la semana siguiente con acceso restringido a españoles y personas con permiso de residencia en España. Por fin, podía regresar a casa en una fecha exacta. Aquellos 18 días se ralentizaron, hacía años que no esperaba que llegara  un último día.

Fue un día que empezó a las 5 de la mañana y no terminó hasta las 12 de la noche. Creo que hice récord de medios de transporte en un día; pisar Barajas fue mi medalla. Mi hazaña, estar allí para ayudar y no perder ningún enlace. Allí, en la Estación Multimodal de Delicias, estaban mis padres. Por fin, dejaba de estar sola y volvía a mi casa.

Ahora, todavía un poco temerosa, quiero agradecer a los que pudieron hacer posible mi vuelta. A aquellas 5 maravillosas personas que se marcaron como objetivo que todos los españoles volvieran a España. No pararon hasta encontrar una compañía dispuesta, sin miedo a volar entre turbulencias. Aunque este virus nos ha mostrado que todo puede esperar, hay cosas que no pueden esperar. Una de ellas, es volver a casa. Nunca podré agradecerlo bien, espero que todo les/nos vaya bien.

Para terminar me gustaría compartir una canción que sin querer se volvió en la banda sonora de mi cuarentena. Os dejo con Residente de René, alguien que estando lejos, quería volver a casa. Como yo, quería regresar y no podía.

Cuídate y cuida. Desde mi casa, por fin.

 

 

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